Soy economista y os pido disculpas.
Florence Noiville
Traducción de Adela PadÃn Romero
Deusto (Barcelona, 2011)
Florence Noiville nació en Boulogne-Billancourt, área metropolitana de ParÃs, a tiro de piedra del Campo de Marte y la Torre Eiffel. Tiene 50 años y es economista graduada en la École de Hautes Études Commerciales (HEC) de ParÃs; posee, además, un Máster en Derecho. Durante años trabajó para multinacionales como analista financiera. Dice que se hartó (“Cuando se sabe cómo leer presupuestos y cuentas de explotación, es como montar en bicicleta. El conocimiento se adquiere para toda la vida. De ahà la necesidad de pasar a otra cosaâ€) y decidió cambiar números por letras. Hoy, además de escribir, dirige el suplemento Livres del periódico Le Monde. Casi todo esto me suena un montón, pero con menos brillo.
En realidad una traducción más correcta del tÃtulo de este libro editado en España por Deusto (Grupo Planeta) serÃa Soy licenciada en la HEC y os pido disculpas, que vendrÃa a ser como decir: “Soy economista licenciada en una de las escuelas de negocios más importantes del mundo, y por tanto he sido una de las causantes de la debacle financiera que ha asolado el planeta. Pido disculpasâ€. Desentrañemos los varios mensajes que esconden tanto el libro como la declaración implÃcita en su tÃtulo original.
Mientras leÃa fui subrayando cosas, fiel a un estilo ratificado por Mario Muchnik. Lo primero fue: “En cuanto al marketing, ¿qué ha producido? Un consumo excesivo y febril, una ‘gigantesca pirámide’ de falsas necesidades y graves frustraciones con un riesgo de sobreproducción, un desempleo masivo y un despilfarro irreversible de los recursos naturales…†¡Bravo! El griterÃo publicitario y las técnicas de venta han fabricado una raza de borregos adocenada por la religión de las compras superfluas. Esto es asà desde casi principios del siglo XX. Pero si se piensa mejor el inicio puede remontarse bastante más atrás, cuando cuajó el concepto de burguesÃa, o cuando se despilfarraban recursos a la mayor gloria de reyes y aristócratas, o cuando se inventó el préstamo, el comercio, el dinero, la propiedad privada, la jactancia, la envidia, etc.
Noiville concluye en el flaco favor que ha hecho la ciencia económica a la sociedad, alimentando su voracidad hasta el enloquecimiento, y sobre todo alimentándose a sà misma hasta la implosión. Ya escribà sobre la importancia de conocer los orÃgenes de los sucesos, para poder comprenderlos cabalmente. En este artÃculo y en este otro recomendé libros que procuran al lector un acercamiento directo, sin intermediarios espurios, a asuntos del pasado cuyo paralelismo con las dificultades actuales es innegable. El libro de Noiville viene a señalar como causantes del desastre a un selecto grupo de privilegiados de la bacanal financiera. Al que ella pertenece, o pertenecÃa.
Porque, ladies and gentlemen, estudiar en instituciones como la HEC no es fácil. El candidato debe estar encarrilado desde la infancia. Aunque Noiville pone el ejemplo de la estudiante hija de una portera parisina —qué original— que estudió, es de suponer que becada, en la HEC, lo cierto es que el principal requisito para entrar allà consiste en el previo abono de un importe elevado. El pedigrà siempre cotizó al alza. Los estudiantes, dice, nunca tuvieron una especial preocupación por las salidas profesionales al término de sus carreras; les esperaban los mejores puestos en las mejores compañÃas y con los más altos salarios. Esto es lo que daban por descontado los padres de los alumnos, ellos mismos, los dirigentes de la Escuela y las empresas ávidas de carne de reemplazo. A los egresados se les entregaba, junto con el diploma acreditativo, la presunción de una magnÃfica formación y, ojo al dato, una brillante inteligencia. Amén de la banalidad de buena parte de las reflexiones de la escritora —al menos en lo que a mÃ, como economista, me concierne; otra cosa serÃa si el público objetivo fuera distinto—, lo que subyace bajo el texto, a ratos en primer plano, es la puesta de manifiesto de una casta profesional en cuyas manos, se afirma, ha estado y está el mundo. Asegura que por su gran inteligencia y sus excepcionales conocimientos del engranaje financiero, esa nobleza de la ciencia económica ha disfrutado de una patente de corso que no ha desaprovechado. Mientras que los ciudadanos de a pie —fontaneros, economistas, médicos o escritores—, pobres diablos, nos asoleábamos en el parque de los productos y servicios, ellos, Amos del Universo, estaban royendo nuestro futuro y el de nuestros hijos, hipotecándolo a perpetuidad por el simple hecho de que sabÃan cómo hacerlo.
El discurso recorre diversas experiencias de la autora, quien además entrevista a antiguos compañeros y a actuales estudiantes de la HEC. Constata que, aunque exista una larvada consciencia de que las cosas se están haciendo mal, la inercia y el acomodamiento pueden más que una ética no mamada desde la cuna —y que ahora, polÃtica y mediáticamente correcta, pretende imponerse desde la bandera de la indignación—. Valoramos el triunfo personal por sobre todas las cosas, y sólo en algunos individuos es posible observar una tendencia al cambio por cansancio o asco: economistas “quemados†de ganar dinero a costa del apalancamiento ajeno que buscan refugio en ocupaciones alternativas part-time, como la psicologÃa, los deportes o las traducciones literarias desde el árabe. Noiville habla con ellos y con otros personajes en ParÃs, en Nueva York, o paseando delante del Taj Mahal. Es en el curso de un sueño, ambientado en su antiguo campus en el año 2019, cuando concibe una esperanza (onÃrica) y acaba pidiendo disculpas por ser economista —en el original francés, por ser licenciada en la HEC ParÃs—.
No todo es negativo. En el curso de sus investigaciones, recala en un seminario en Harvard en el que se reconoce que los MBA “cultivan ‘competencias cada vez más vacÃas y superfluas’ y ‘forman a los estudiantes equivocados de la forma equivocada y con las consecuencias equivocadas’â€, y después ella misma acusa a ese tipo de enseñanza de coste prohibitivo de ejecutar un vacÃo y “gigantesco copia y pegaâ€. Antes o después conoce a Yunnus, el banquero de los pobres, quien le descubre que “también los mendigos pueden hacer negociosâ€, y con ello, de alguna manera —es posible que sin pretenderlo—, avisa de las consecuencias desastrosas que para una importante parte del Tercer Mundo tendrÃa un cambio de paradigma económico, del capitalismo hacia lo que fuese.
No, Florence, la culpa no la tenéis tú y tus compañeros de estudios. O no más que polÃticos, arquitectos, médicos, fontaneros, abogados, mecánicos y escritores. No podéis emular a Einstein, que se apenaba de, con su trabajo, haber dado pie a la invención de la bomba atómica. No sois tan inteligentes. En todo caso, normalitos, del montón. Aunque no seáis conscientes de ello, allá arriba, en vuestra cúpula de cristal, habéis estado a nuestro servicio. Mientras os dejabais el pelo y las neuronas diseñando productos para una vida peor, a ras del suelo nos lo hemos pasado en grande disfrutando de unos años cojonudos en los que algunos de tus compañeros de profesión regalaban a manos llenas lo que no tenÃan. Si yo te contara…
Siento que esta crÃtica no sea todo lo buena que podrÃas esperar, pero me debo a mis lectores. SÃ, a esos a los que diriges tu libro, que espero se venda mucho. Te sorprenderÃa saber lo escasa que es en España la ratio de numerólogos de las finanzas que también están abonados al arte. A ellos, ni con tu discurso ni con cualquier otro basado en palabras podrás convencerlos. Esa gente sólo entiende el idioma de las hostias y no te preocupes, estamos en ello.
Una última cosa. Ya sé que ahora te dedicas a asuntos librescos, pero como afirmas mantener contactos de alto nivel, diles de nuestra parte que arreglen la situación, pues de lo contrario serán ellos quienes caigan al vacÃo. Nosotros no. Nosotros ya estamos aquà abajo.
José Luis Amores
http://bolmangani.blogspot.com
Soy auto empleado y me he declarado culpable de la crisis, portando un eslogan a mi espalda desde el dos de mayo.
Tengo especial preocupacion por el análisis tan vago que se hace de la crisis en todos los ambitos.
Esta no es una crisis, más bien es una oprtunidad de reconocer que «nos lo hemos fumao» condición indispensable para salir de esta.
Hay que despertar de este aletargo intelectual para comenzar a trabajar todos a una, luego desenmascarar los que han «fumao» más y sacarlos para siempre de sus escondites.
¡¡CRISIS!! YO CULPABLE ¿Y TÚ…?
SALUDOS Eduardo Soto esomasoto@hotmail.com
[…] crÃticas pueden llegar a ser muy duras, como las que hace Florence Noiville, periodista y economista graduada en la École de Hautes Études Commerciales (HEC) de ParÃs, que […]