Nocilla Lab. AgustÃn Fernández Mallo
Alfaguara (Madrid, 2009)
Nos han
malacostumbrado
a creer en la unidad
a través de la lÃnea recta.
Los enlaces se descubren al pasar página.
( Jean Martin du Bruit en una iluminación romana)
El marciano Jandepora aterriza en la PenÃnsula Ibérica poco después de la completa aniquilación de la especie humana. Camina centenares de kilómetros mesetarios hasta que el desierto le regala un pequeño reducto con páginas esparcidas, zarandeadas por el viento. Coge una y lee un cómic donde Enrique Vila-Matas y AgustÃn Fernández Mallo permanecen sentados en la mesa de una plataforma petrolÃfera. ¿Eso es todo? No.
Jandepora busca más folios que puedan servirle de referencia, quiere entender las motivaciones de esos dos señores aislados. La imagen merece un comentario. En la parte final de Nocilla Lab se produce la unión de los dos escritores que simbolizan la primera década del siglo en nuestro paÃs. Enrique Vila-Matas fue el referente en la época de la opulencia, cuando la cultura bailaba un son autoreferencial que en las letras volaba por confines metaliterarios. Con AgustÃn Fernández Mallo, presente desde 2001 con su poemario Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus, la novela española se renueva sin que ello signifique la revolución planetaria que algunos pretenden. La estructura fragmentaria y la transversalidad adquieren su razón de ser a partir de la aparición de Nocilla Dream y se consolidan en la segunda entrega de la trilogÃa, Nocilla Experience. Quien escribe se quitó el sombrero al descubrir el fenómeno, disfrutó con las partes que llevan al todo y reafirmó su opinión con PostpoesÃa, ensayo donde el gallego hilaba fino al trazar con tino y precisión las necesidades de nuestra lÃrica en su intento de no sucumbir a un más que previsible anquilosamiento.
La gran duda era comprobar la estructura de Nocilla Lab. Abrimos el libro y procedemos a la lectura. Una cita fÃsica y una musical. Nada nuevo bajo el sol del uso de inspiraciones que vayan más allá de la literatura. No es moco de pavo. Primera parte. El monólogo interior genera preguntas al estar repleto de pistas que por fuerza conducen a un significado. Las repeticiones y la constante alusión a las Azores parecen excusas ante la mención al proyecto guardado en una funda de guitarra Les Gibson. AgustÃn circula por Cerdeña con una señora aficionada a comprar muchas bragas. La Coca-cola es única, no tiene dualidad porque nació sin antecedentes, es una excepción oculta, que flota entre bares obreros, referencias autobiográficas y el viaje por la carretera isleña. Una frase de Ginsberg cierra el primer tramo del recorrido y con motor automático nos adentramos en una broma y el destino. El autor vuelve a lo fragmentario de manera irónica, como si se burlará de su yo a la espera de cruzar confines prohibidos. Reposa en un camping y el aburrimiento le lleva a configurar un mapa de sonidos del establecimiento hasta que sucumbe a la acción y guÃa su automóvil hacia una reiteración clave. PenitenciarÃa de la República Italiana. No pasar. Las ruedas cruzan el umbral por voluntad de traspasar lÃmites y abrazar lo desconocido. Lo carcelario se ha vuelto un establecimiento agroturÃstico regentado por un extraño individuo que resulta ser, inevitable conclusión ante tanta redundancia, el doble de AgustÃn Fernández Mallo. La lucha se hace inevitable y el combate será épico. La acompañante, como sucede con Sandra en L’avventura de Michelangelo Antonioni, se esfuma. Asistimos al combate de la disolución, muerte de la trilogÃa para permitir que el aire, después de tanto parloteo sobre los libros, adquiera otra textura propicia para una respiración deseosa de expresarse con vientos insólitos, desprovistos de crema, cacao, avellanas y azúcar. AgustÃn aniquila a AgustÃn. La soledad es un pasaporte para el futuro.
Disolución y desaparición tendrÃan que ser siamesas. La tercera parte narra el cataclismo, el abandono absoluto y la putrefacción. En latÃn, asà nos lo dice una de las partes de este sector con tipografÃa distinta al resto del volumen, residuo es lo que no deja avanzar, lo que detiene cierta maquinaria intrÃnseca a la vida. Desde otro punto de vista la herencia tiene la misma materia y ese lastre del pasado clama cerrarse por acumulación. La naturaleza invade la antigua prisión, invade y condena al ansiado vacÃo, la nada y el mañana bañado en apuntes de otros escritores opinando sobre el difunto AgustÃn Fernández Mallo, penúltimo eslabón de su raza, hombre fallecido para que las compuertas no se oxiden. Aun asÃ, pese al grito permanente hacia la vÃa de escape, el texto sigue con el tÃpico tono de las anteriores entregas, una escritura que en ocasiones se congela dentro de un pensamiento envolvente, el artificio detiene relojes, como si las palabras fueran fluidas y pesadas, una canción del Moon Safari en su versión literata.
Otro AgustÃn Fernández Mallo, superviviente de la contienda, avanza hacia la playa. Está dibujado en un cómic de Pere Joan, sorprendente epÃlogo con una zodiac que lleva al héroe hacia una plataforma petrolÃfera. Ya sabemos quien le espera. El hombre que escribiendo quiso desaparecer, Pasavento en persona como apóstol de la reinvención para progresar y no vivir enclaustrado en una jaula demasiado hermética. El punto y final de la trilogÃa es una viñeta carente de diálogo. Se ha dicho todo y el yo que observa como sus criaturas escritas entre 2004 y 2005 han avivado debates novelÃsticos quiere pasear desde otras perspectivas mientras crÃticos y lecturas se plantean si las tres nocillas permanecerán o serán consideradas un caso insólito con visos de convertirse en anécdota, un oasis en un desierto sin excesivas alteraciones o el iceberg que hundió un Titanic. Nadie puede ofrecer una respuesta. A bote pronto la evidencia del murmullo positivo indicarÃa que la huella es lunar. Cruzar una autopista en construcción y vislumbrar perfección desde lo inacabado que algún dÃa tendrá forma finita. Todos somos Jandepora, pero si hemos leÃdo la apuesta del fÃsico poético sólo podemos agradecer que haya soplado un poco de brisa propugnadora del cambio. Es estéril comentar sin actuar y la experimentación siempre es bienvenida al ser una casa posible por la que muchos pasan de largo sin siquiera llamar al timbre. Hacerlo es valiente, tiene sentido y en un microcosmos limitado y ombliguista puede activar determinadas palancas útiles, que como mÃnimo inciten a la reflexión sobre la literatura y la continua transformación de sus engranajes y contenidos.
Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com
¿Por qué razón los que comentan de literatura y cine quieren posar siempre de geniales? llenan los textos de palabreria con tono existencialista y nada dicen. Quisiera ssber que diablos es Nocilla Lab, entiendo que es un obra literaria con extensión a un documental…. S.O.S alguien que explique claro, preciso y conciso que es Nocila Lab…. sin verborrea y sin posar de genio de las letras dificil de interpretar…. Ni en el sitio de ALFAGUARA EXPLICAN BIEN EL PROYECTO, es un bla bla bla mistico del qie hace la reseña (para lucirse) pero finalmenmte nada explica…. Gracias. Me llama la atención ese proyecto me gustarÃa mandar traer el libro…. pero alguien que me diga, en últimas, de que se trata. Saludos.