Un viaje al mundo de los sueños

El viaje que Federico García Lorca realizó a Nueva York, durante 1929, no sólo le sirvió para escribir Poeta en Nueva York y El Público. Un proyecto más oscuro, y menos conocido, se gestaría en forma de guión cinematográfico. Viaje a la luna (1) es un texto extraño, planteado en una secuencia de imágenes oníricas, divididas en 72 escenas muy breves, con una importante simbología sexual y diferentes juegos de libres asociaciones. Pero no podemos decir que su elaboración sea fruto de la casualidad. No hay que olvidar que poco antes, en junio de ese mismo año, se había estrenado en París Un chien andalou, el cortometraje de 17 minutos dirigido por Luis Buñuel, y con guión de Salvador Dalí, que presenta los cimientos de lo que será el cine de vanguardia.

Lorca escribe el guión para que el director, y pintor, mejicano Emilio Amero lo lleve a la pantalla. No podrá ser y el texto quedará oculto durante mucho tiempo. Más allá de si es cierta la teoría de Guillermo Sheridan (2), que asegura que Amero le había pedido antes un guión muy similar a Gilberto Owen y que éste trabajó antes que Lorca la idea de la luna como tema central, es interesante estudiar el contexto en el que el poeta andaluz se encontraba.

Lo cierto es que parece muy probable que el guión de Lorca surgiera después de una visita a una atracción, llamada precisamente “Trip to the Moon”, del parque de atracciones de Coney Island. Allí, los visitantes se divertían en una “montaña rusa”, de la que se alude en el texto (escena 14), y que acababan degustando queso azul al final del trayecto. Esta referencia a la atracción de las afueras de Manhattan, pienso, es fundamental para entender la trama argumental, aunque no tenga una linealidad típica.

En 1998, cuando se cumplía el aniversario del nacimiento del poeta, el también pintor Frederic Amat quiso llevar, después de tantos años, el guión al cine. Pero, antes de disfrutar del film, veamos qué nos dice el texto independientemente de su realización cinematográfica.

Antes que nada, hay que sostener que el guión lorquiano ayuda a elaborar diferentes interpretaciones, difícilmente demostrables. Por un lado, parece que se nos explique las sensaciones de un viaje interior plagado de referentes tópicos de la época surrealista (“hormigas diminutas”, “sexo de mujer con movimiento”, “ojo sobre exposición de peces”,…). Pero también puede interpretarse, por qué no, como una descripción libre de lo que podían experimentar los usuarios de aquella vieja atracción a la que Lorca seguro que acudió en su estancia en Nueva York (en la escena 56, “se disuelve sobre un ascensor donde un negrito vomita”) (3) . La referencia a Broadway, en la escena 6, es clara al respecto. Pero yo mi inclino, incluso, a atreverme a decir que estamos, sin excluir otras posibilidades, ante el relato del paso del mundo subconsciente al consciente. Así se explicaría la aparición, justo al principio, de la «cama blanca», los movimientos rápidos y los cuadros rítmicos típicos de la fase onírica, el “pasillo largo”, la puerta, el arlequín que aparece constantemente en un mundo de sueños, el “subir y bajar escaleras” hasta llegar a “una cama y unas manos que cubren un muerto”. Tal vez, ¿el hombre dormido que muere como tal y se convierte en hombre despierto?

Lo que sí que podemos afirmar es que, aunque el guión se hiciera mediante escritura automática o no, los referentes más importantes los podemos encontrar en otras obras de Lorca. De este modo, “el baile de números 13 y 22” con el que comienza la primera escena, también lo leemos en su poema en prosa “Suicidio en Alejandría”. En ese mismo poema, se habla de hormigas y de la expresión “¡Socorro!” que repetirá en diferentes escenas de Viaje a la luna.

También es importante ver de qué manera el poeta andaluz muestra, consciente o inconscientemente, imágenes que encontramos ya en poemas de Buñuel o Dalí. De esta manera, el director de Calanda, habla de hormigas en su “Bacanal” e incluso, en ese mismo poema, se cita a un personaje religioso “De la tumba de San Bartolomé”. Lorca, a parte de nombrar repetidas veces a Elena, en la escena 38, cita la “Muerte de Santa Rodegunda”. Además, Buñuel cita la crucifixión (en el segundo verso de “Polisoir Milagroso”) como Lorca en su “hombre de las venas y queda en cruz” (escena 47). Tampoco son pocas las imágenes que podrían compartir simbología con Dalí, como el piano (que Lorca cita y Dalí introduce en el guión de Un Chien andalou o la obsesión de ambos por los insectos).

De todos modos, lo radical de la propuesta de este guión, y lo verdaderamente vanguardista, es el diálogo que Federico García Lorca propone entre poesía, pintura y cine. La construcción de unas imágenes claramente plásticas, el tratamiento literario del texto y la idea futurible de convertirlo en película, parecen demostrarlo.

(1) GARCÍA LORCA, Federico. Viaje a la luna (edición de Antonio Monegal). Pre-textos. Valencia, 1994.

(2) SHERIDAN, Guillermo. “Gilberto Owen y Federico García Lorca viajan a la luna”. Revista Vuelta (número 258). Pág. 16-22. Mayo de 1998.

(3) Hay que recordar la impresión que los negros de Harlem provocaron en el joven Lorca y, al mismo tiempo, de qué manera muchos visitantes de la atracción de Coney Island vomitaban al salir.

Albert Lladó,
info@albertllado.com

Albert Lladó

Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros títulos, de 'Malpaís' y 'La travesía de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).

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