El México de los años veinte, post revolucionario, un nuevo paÃs que emergÃa de las cenizas de soldados rasos y de las mujeres detrás de ellos, era un paÃs que daba la bienvenida al nuevo folclore, a un redimensionamiento de una sociedad nueva, aunque golpeteada y apabullada por la guerra. Ese es el México al que llega Nahui Olin, pintora y poeta, cuya figura recrea la escritora mexicana Valeria Matos en su novela Nahui Olin. La loca perfecta.
Nahui Olin o MarÃa del Carmen Mondragón Valseca nace en 1894 en el seno de una familia acomodada, de ascendencia francesa: padre militar, antirrevolucionario, quien será después una pieza obscura en la historia de México, pues dará inicio a la Decena Trágica, uno de los episodios más tristes y representativos del paÃs; su madre, mujer conservadora que abogaba por aquella vida tradicional para la pequeña Carmen.
«Nahui Olin aceptó el nuevo nombre, le parecÃa que iba más acorde con su ser verdadero. Carmen era un yo lejano, rÃgido, estructura falsa».
La escritora, la poeta, la pintora, la musa, pero sobre todo, la trasgresora, la que inspirarÃa tiempo después y sin saberlo, al movimiento feminista. Ella era exhilarante, rebelde, autónoma. De escritora a escritora, Valeria Matos, le otorga a Carmen distintas voces, reconociéndola como huella innegable de la cultura feminista de México, aunque también nos lleva por caminos intrincados para finalmente cuestionarnos ¿Nahui Olin de verdad era libre? ¿Logró por medio de su erotismo sacudir a una sociedad conservadora como la mexicana?
«Nahui se burló de todos, de todas, de ella. Se retrató como trabajadora de burdel, pero sin burdel y sin ofrecer su cuerpo a la venta, sino a la admiración. Hasta hoy, su cuerpo desnudo habla, se acuesta, se sienta con las piernas torneadas entreabiertas, casi dobladas, cubre sus hombros con un abrigo; hablan de soledad sus caderas envueltas en perlas, sus muslos que rozan los flecos de un chal. Asà habla a la sociedad de los veinte de su forma de ser, necesitada de tomarse en cuenta, lo que convulsionó ese sector educado urbano».
Nahui Olin. La loca perfecta, envuelve al lector en una suerte de realismo mágico, unas veces siendo MarÃa del Carmen, otras siendo Olin. Este texto es una prueba de que la ficción puede ser parte de la realidad, tal como la vivÃa la artista. Matos nos lleva de la mano en una entrega que pareciera que nos revela cosas que sólo la propia Olin podrÃa descifrar: retratos onÃricos de escenarios donde sólo ella tenÃa acceso. Es una guÃa de la raÃz que la unÃa a lo cotidiano, pero al mismo tiempo nos da muestra de la danza incandescente que fue su propia vida, o como Octavio Paz lo dirÃa “un árbol bien plantado, más danzante».
Valeria Matos, quien colabora activamente en pro de la visibilización de las mujeres, y a quien se le ha reconocido como heredera de la insurrección femenina, desde su trinchera, nos habla sobre el trasfondo de la muy reconocida libertad de Carmen, a través del performance de sà misma como otra, aquella que fue bautizada como “Cuarto Movimiento del Sol†por el también artista mexicano Dr. Atl, a quien le entregó su alma, pero por sobre todo, le ofrendó su mirada: intempestiva, auténtica y aún asà un poco ingenua, como su pintura. Curiosamente, el trabajo de Nahui se ha rescatado de manera pausada a lo largo del tiempo, aunque toda ella haya sido inmortalizada en los murales del famoso artista mexicano Diego Rivera, y en las obras del fotógrafo estadounidense, Edward Weston.
El estandarte de liberación sexual que ella portaba, es la que la vuelve un Ãcono para la lucha femenina actual. El poder que ella tenÃa sobre su cuerpo, la capacidad de disociarse y aún asà formar parte de todo, con orgullo y amor propio que de manera tácita nos manifestaba a todas, e indudablemente, abriendo camino a nosotras, sus descendientes.
En este momento crucial no es posible omitir a Nahui en la trinchera fotográfica, quien reveló de manera incisiva lo que en la verdad cotidiana se le habÃa negado a su género: la sexualidad. Quiero detenerme a imaginar el desenvolvimiento libre, justo, en el acto de la vampiresa fatal: Nahui, desinhibida, artista, toma decisiones en fragmentos de minuto, más allá de mostrar sus piernas, el escote, un hombro, piel desierta. Elige vivir. Nahui encarna la posibilidad, la convierte en un ser relevante en un mundo prohibido.
La loca perfecta, más que un tÃtulo, pareciera un seudónimo inequÃvoco para definir ese fuego que hacÃa que sonaran cuerdas dentro de su pecho; logró que su locura fuera redimida considerándola ahora, precursora de la liberación sexual, su historia es rescatada por autoras como Valeria Matos, que con una fluida prosa poética, con su cuestionamiento sobre la libertad de Nahui, hace que evoque a lo que solÃa decir el artista Antonin Artaud “Vivir no es otra cosa que arder en preguntasâ€, como la libertad de Carmen Mondragón, que quizá eligiendo ser ella misma era libre: ardÃa en su propio fuego de rebeldÃa, de autenticidad, pero también de vulnerabilidad y quebranto, lo que la convierte en bastión del movimiento feminista actual. Pues ser libre, es poder reconocerte en esa vulnerabilidad y seguir adelante, caminando en la Alameda Central, sola, como lo hizo Carmen al final de sus dÃas. Ella con sus pasos solitarios trazó el camino de la sororidad utilizando a la libertad como la piedra angular de todo.