“No entiendo a los fantasmas. Salgo en busca de los vivosâ€. Asà termina la segunda parte de Llego con tres heridas, primera novela de Violeta Gil, escritora, poeta y dramaturga que entrega en su primera novela un trabajo que gira alrededor de la capacidad de la literatura para ordenar la memoria, tanto de aquellos recuerdos propios como de los ajenos, asà como para recomponer el pasado mediante la ficción.
Ante Llego con tres heridas se podrÃa tener la tentación de volver a hablar sobre la confluencia de ficción y de realidad o, en el peor de los casos, sobre autoficción, máxime en un tiempo en el que las experiencias personales, ya sea en literatura, ya sea en otros dominios expresivos, se ha convertido en moneda de cambio y en interés por encima de la ficción. Lo interesante de la novela de Gil es que, partiendo de unas vivencias personales, de las que no sabemos cuáles son reales o no, y tampoco importa, compone una novela en tres actos estructurada a partir del famoso poema de Miguel Hernández y las tres heridas: la de la vida, la de la muerte y la del amor; pero si en el poema el verbo nos sitúa en el pasado, Gil, en el enunciado mismo del libro, posiciona al lector ante su llegada, ahora, en el presente.
AsÃ, la narradora de la novela, desde un presente cambiante, mira al pasado y a sus viajes a Cheles, Segovia o Iowa, para ir reconstruyendo una búsqueda, la de la figura de su padre, a través de su abuelo y de los recuerdos de este, que, además, componen una memoria mucho más amplia e intergeneracional, tanto individual como colectiva, dado que determinados momentos de la historia de España se manifiestan en el interior del relato como una manera de conformar un contexto más amplio en el que entender una historia familiar no exenta de secretos; pero, también, es, en última instancia, un texto que busca  mediante la escritura la posibilidad de una reconciliación de la narradora con su madre, como se aprecia en la última parte del libro.
Gil sitúa a su narradora en una realidad llena de claroscuros, poniendo de relieve mediante la escritura lo complicado que puede ser reconstruir una memoria cuando no se tiene todos los datos para poder hacerlo; también que, incluso teniéndolos, todo puede presentarse como difuminado a la hora de traer el pasado al presente. La narradora se sitúa en el centro del relato, al final y al cabo nos habla en primera persona y se expone abiertamente ante el lector en muchos momentos, y lo hace mediante un tono que varÃa entre lo confesional y lo testimonial, lo narrativo y lo ensayÃstico, pero siempre desde una única voz que unifica de manera magnÃfica todos los registros con los que Gil intenta recomponer, o reescribir, algunos elementos de su pasado, luchando, página tras página, ante la imposibilidad de recuperar unas palabras que se fueron para no volver: aquellas que su padre escribió en una carta que desapareció o que no quisieron que ella pudiese leer. Ni entonces, ni ahora.
Llego con tres heridas es un tour de force formal con el que Gil se enfrenta a esos fantasmas para, finalmente, buscar a los vivos. La escritora utiliza la literatura como vehÃculo de reconciliación, pero también de entendimiento y de ordenación de ideas, recuerdos, sentimientos y sensaciones. Con una estructuración que usa la fragmentación y las ideas y venidas en el tiempo de manera muy precisa, Gil sitúa al lector de forma clara en cada momento y, a su vez, permite que se mueva por un espacio temporal y espacial cambiante, inestable, como lo es la propia memoria.