Desde Calton Hill lo observamos todo: el castillo, enfilado en su fábula gótica, corazón que levita sobre la piedra negra. Y los jardines de la princesa, o el monumento al propio Scott, “ardiente patriota†que vigila, como un Gran Hermano, que la urbe no pierda su fuerte identidad.
Otro de los grandes poetas escoceses, Robert Burns, canta La lágrima:
“Abajo en el arroyo joven, en el cansado castillo verde /
Pues allà deambula entre melodÃas permanentesâ€.
Calton Hill
Pronto nos acercaremos a Leith, el verdadero músculo de Edimburgo (aunque hasta 1920 no pasó a formar parte de la ciudad), donde los habitantes no son de cuento de hadas, ni magos gafotas. El rostro marcado de los viejos estibadores, su temperamento únicamente sosegado a base de barriles de cerveza, se puede apreciar en locales como el The foot of the walk, un lugar en el que aún radiografÃan con la mirada al foráneo. Simple curiosidad. Aquà no hay parque temático que valga. Las familias se sientan, beben pintas, y comen pescado y patatas fritas. Las gruesas risas estremecen en una comunidad que, lejos de la postal, sortea como puede la crisis que todavÃa le acecha.
Es en este puerto, que algunos quieren poner de moda, donde encontraremos iglesias en venta, centros religiosos a los que les han arrancado hasta el reloj. Pero el paso del tiempo es innegociable, y las gaviotas gritan frente a las cruceros que han decidido que esto es la verja de Harry Potter.
La Atenas del norte, como algunos aún la llaman, tiene inscrito en su escudo el lema “Nisi Dominus Frustraâ€. Se trata de una alusión bÃblica. El salmo dice en realidad: “Si Dios no construye la casa, en vano trabajan los que la construyen. Si Dios no guarda la ciudad, el centinela se desvela en vanoâ€. Otra vez, desde esta colina casi salvaje, deberemos reÃrnos, como nos pide Scott, de los peligros pasados. Seamos, pues, centinelas despreocupados.
Toda la ciudad es una invitación a la lectura. De nuevo en el centro, en St Andrew Square, será casi imposible no sentarse, simplemente, a respirar. Allà empieza una suerte de cuadrÃcula en la que se conectan cuatro calles paralelas. En la más interesante, Rose Street, podemos encontrar el pub The Kenilworth, tÃtulo de otra de las novelas de Sir Walter Scott.
Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros tÃtulos, de 'MalpaÃs' y 'La travesÃa de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).