Quien conozca la trayectoria del escritor y crÃtico Ãlex Chico (Plasencia, 1980) quizá se sorprenda al ver cómo, de repente, después de cuatro sólidos libros de poesÃa consecutivos, publica un libro de narrativa como Un hombre espera. Digo un libro de narrativa y no, por ejemplo, una novela, porque -pese a lo que pueda parecer a simple vista- el libro no es, propiamente, una novela. Ya lo advierte la contraportada, que nos informa, además, de que tampoco se trata de una biografÃa, aunque lo cierto es que algo sà que tiene de novela, y de biografÃa, y de diario de viajes, y de ensayo literario, y siendo a la vez tantas cosas y siendo el autor sobre todo un poeta, cabrÃa preguntarse si Un hombre espera no es, también, un libro de poesÃa. Como respuesta no me atreverÃa yo del todo a decir que no, pues aunque apenas contenga versos -fuera de la evocación de algunos poemas del desaparecido José Antonio Gabriel y Galán-, no creo desacertado decir que bebe directamente de la poética de Ãlex Chico y que, como veremos, es absolutamente coherente con el resto de su obra.
Un hombre espera es el relato del viaje a ParÃs de un escritor placentino, Ãlex Chico, en pos de las huellas de otro escritor placentino, el mencionado José Antonio Gabriel y Galán -poeta, novelista, antiguo director de El Urogallo-, que vivió en esa ciudad entre los años 63 y 66, cuando estaba comenzando a escribir, en una época en que ParÃs aún era la meca de la Cultura y la Literatura universales. En el libro, Ãlex llega a ParÃs muchos años después, en agosto de 2013, se aloja en el barrio de Montparnasse y durante varios dÃas se dedica a deambular por distintos lugares relacionados con la estancia de Gabriel y Galán tratando de imaginarse cómo serÃa su vida entonces y de descubrir posibles localizaciones de algunas de sus novelas como medio para comprender, para descifrar, el significado de su obra literaria, pues, como acertadamente señala José Ãngel Cilleruelo en el prólogo del libro, frente a:
“La idea formalista de que todo lo que concierne a una obra literaria está en su interior (…) [Ãlex Chico] plantea que es necesario recurrir a todo lo que hay en el universo (del autor, pero también del lector) para desentrañar los signos de una obra literariaâ€.
Y por eso se traslada no al tiempo, pero sà a unos espacios que fueron de José Antonio Gabriel y Galán en su juventud para tratar de comprender mejor tanto al autor como su obra:
“Voy detrás de alguien que iba detrás de otra cosaâ€.
Afirma Ãlex en la página 27 del libro poniendo de manifiesto esa aspiración, y, a la vista de la frase, cabrÃa plantearse de qué iba detrás el fallecido autor placentino en aquellos años suyos en ParÃs. Lo curioso es que la respuesta que ofrece Ãlex en Un hombre espera no surge de datos biográficos precisos, de los que el libro, en buena medida, carece. Se nos dice, sÃ, que Gabriel y Galán vivió algún tiempo entonces en la calle Campagne Première, que estuvo casado, que en ParÃs escribió su primera novela, inédita, Idea fija en Montparnasse, y poco más. El resto es una indagación en la vida y en las expectativas de aquel joven José Antonio a través de los lugares que aparecen en sus obras y a través de sus personajes, de lo que en sus personajes pueda haber de autobiográfico.
Se nos cuenta, asÃ, que en aquella primera novela un hombre espera una carta que se adivina crucial para su futuro, y que en algún momento de la trama persigue, movido por la inquietud, el motocarro del servicio de correos a lo largo del bulevar Raspail, y más adelante se nos habla también de Silverio, protagonista de Mucho tiempo después, la novela más reconocida de José Antonio Gabriel y Galán, un tipo ambicioso, que desea refundar la ideologÃa marxista, que trata de propiciar un encuentro con Sartre, que fantasea con casarse con su hija, que quiere triunfar en ParÃs y no sabe cómo. El contrapunto a ese Gabriel y Galán joven, expectante, ávido de experiencias, triunfo y Literatura que se adivina en sus personajes está en el Gabriel y Galán adulto, desencantado, cuya existencia, según nos cuenta Ãlex:
“HabÃa sido algo asà como una experiencia siempre pospuesta. Se decÃa a sà mismo que su vida comenzarÃa cuando se encontrara en ParÃs. Y una vez allà volvÃa a aplazarlo, se daba un nuevo margen. Mientras tanto, pasaba los dÃas entre la decadencia y la plenitud, tal y como le sucedÃa a alguno de sus personajesâ€.
Y que a este respecto llega a afirmar también en sus diarios:
“Yo no he vivido. He pasado mi existencia preparándome para vivirâ€.
Parece, pues, que Gabriel y Galán, en sus años de ParÃs, y en los posteriores, habrÃa sido un hombre que espera, quizá un hombre que esperó demasiado de la vida y de la Literatura y al que al final, por desgracia, ni la una ni la otra trataron demasiado bien, de ahà la amargura de muchas de las entradas de esos diarios, que en varias ocasiones Ãlex cita en su libro, y la sensación triste que al final le queda a uno, al leerlos, de una existencia malograda.
Pero la indagación parisina del autor no se agota en la figura de José Antonio Gabriel y Galán, pues al seguir sus huellas da con otros libros, con otros autores, con otras referencias, y acaba dando de lleno con la memoria del propio barrio de Montparnasse, y buena muestra de ello son, por ejemplo, las páginas 33 y 34 del libro, en las que despliega un amplio catálogo de personalidades artÃsticas y literarias que pasaron, en su tiempo de esplendor, por el bulevar Raspail, desde Rilke hasta Louis Aragon, desde Nicolas de Stäel hasta Yves Klein, deteniéndose especialmente en el hotel Istria, donde se habrÃan alojado artistas como Picabia, Duchamp, Satie o Maïakovski, nombres que el hotel evoca en una placa en la puerta como reclamo publicitario y del que el autor afirma, de forma certera, no sabemos si refiriéndose también, quizá, a todo el barrio:
“Un hotel que ha perdido su esplendor. Peor aún: que se ha conformado con relegarlo a una placaâ€.
En su deambular urbano hay un momento, hacia el final del libro, en que Ãlex acaba por salirse de ParÃs -pues, como dice en alguna ocasión, “incluso las grandes ciudades se acabanâ€- y en el que se encuentra con una casa abandonada -la Maison Laffitte- que le recuerda al caserón en el que se desarrolla una extraña escena de Muchos años después. Al principio de ese capÃtulo, el 17, el autor nos dice:
“A veces pienso que mi viaje a ParÃs en busca de José Antonio Gabriel y Galán no fue más que el resultado de una constante inclinación a perseguir todo aquello que me conduce a la evocación de lo perdido. Muchos de los itinerarios que he perseguido en mi vida parten de esa premisa. Igual que mi predilección por los lugares abandonadosâ€.
Y un poco más adelante afirma, en ese sentido, que:
“Cuando estás frente a un lugar abandonado es inevitable que sobre él caiga el peso de una memoria inventada, una fabulación, aproximada o no, del pasadoâ€.
Pues bien, al leerlo uno tiene la sensación de que ese caserón abandonado, probablemente anodino, que puede que jamás hubiera llamado la atención de nadie que no hubiese sido Ãlex Chico, es el final, el destino inesperado de su viaje y de que, en cierto modo, el viaje tras las huellas de Gabriel y Galán no es, en cierta medida, más que una excusa para acercarse a ParÃs, un poco a la manera de Patrick Modiano, en busca de tiempos perdidos, y para redundar, en último extremo, en uno de los elementos clave de la poética de Chico, la noción de lugar como depósito de memorias, de olvidos, de recuerdos, un elemento que vertebra toda su obra y que encuentra su máxima expresión en poemas dedicados a lugares abandonados como Interiores o En el lÃmite, de Dimensión de la frontera.
Sobre esta extraña virtud del deambular para conducirnos a lugares que no esperábamos, dice Ãlex Chico al principio de uno de los capÃtulos del libro, exponiendo un poco el modus operandi de su búsqueda:
“En ocasiones, nuestra vida se reduce a unas pocas tareas, sencillas y a la vez sumamente complejas. Por ejemplo, rastrear en el pasado para encontrar alguna clave que nos sirva de guÃa en el presente. Alguna señal. Algún indicio. Todo consiste en pasear por una ciudad sin ningún camino preestablecido, dejando que una calle te conduzca a la siguiente. Y asà hasta dar con ciertos lugares a los que parecÃamos destinados desde el comienzoâ€.
Unos lugares a los que yo dirÃa que estamos destinados desde el primer momento, porque Primer momento es, precisamente, el tÃtulo del poema que abre el primer libro publicado por el autor, La tristeza del eco, un poema breve que dice:
Lo más extraño del viaje
es no saber hacia dónde se regresa.
Acaso dirÃa Walter Benjamin
que en esos lugares parece haber pasado todo
lo que aún nos espera.
Versos estos que demuestran, como decÃa, que Un hombre espera, aun siendo una obra en prosa, es una estación de paso más en la trayectoria poética de Ãlex Chico, una pequeña excursión con la que nos invita, desde luego, a recorrer ParÃs, a patear Montparnasse, a leer a nuestro paisano José Antonio Gabriel y Galán, pero en la que al mismo tiempo nos anima a recorrer de nuevo, al acabar, La tristeza del eco, Dimensión de la frontera, Un lugar para nadie, Habitación en W, esos otros lugares por los que ha ido discurriendo, libro tras libro, la ya prolongada trayectoria literaria del joven poeta placentino.