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Deslumbrados por la riqueza de la que se ha considerado su obra maestra, los Diarios (Diario de guerra, Radiaciones y Pasados los setenta), la obra de ficción de Ernst Jünger parece que ha sido relegada al cÃrculo de los entendidos a pesar de que existe un gran número de tÃtulos traducidos al castellano; en este grupo acaba de añadirse la edición de Heliópolis (Heliopolis. Rückblick auf eine Stadt, 1949), la más temprana de las grandes novelas del alemán.
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Heliópolis. Visión retrospectiva de una ciudad es una novela-utopÃa que sitúa la acción en una sociedad tecnificada regida por el determinismo materialista y fundada en la estadÃstica. El poder supremo es ejercido en forma monárquica por el Regente y, una vez eliminadas las guerras tal como las concebimos, los conflictos se limitan a acotadas querellas regionales. Este poder es ejercido con mano férrea y basado en la racionalidad y la ciencia; los seres humanos son eslabones en la cadena de la evolución, y es preciso dirigir la investigación hacia el destino de poder formular y aplicar una teorÃa del todo. La civilización, gracias a la técnica, se ha expandido a otros planetas, ha creado una sociedad intrÃnsecamente perfecta y ha efectuado un salto evolutivo que ha comportado un verdadero cambio de época. En aras del progreso y para luchar contra cualquier intento de regresión, se justifica la violencia y se dirigen los disturbios, con vistas a una pacificación que se considera un logro de orden superior, como factores de descompresión en épocas de revueltas; esa violencia es usada como método de control de la disidencia pero también como justificación de la represión; en ambos casos, se trata de un método de recurso fácil y eficiente.
Esta situación de aparente equilibrio se sustenta en la existencia de dos contrapoderes de naturaleza diametralmente opuesta: La Oficina Central, comandada por el Prefecto, representante de la vieja polÃtica popular, encarna a la burocracia, al sistema y a la prevalencia del orden jerárquico sobre cualquier otra consideración; y el Palacio, regido por el Procónsul, que recoge la tradición aristocrática y del valor del esfuerzo y la dedicación, es la sede de la tolerancia, en la que el arte y la cultura tienen un papel fundamental.
«[La Oficina Central] quiere elevar a la categorÃa de Estado una colectividad ahistórica; [el Palacio] busca un orden histórico, la libertad del hombre, de su esencia, de su espÃritu y de su propiedad, y quiere al Estado en la medida en que es necesario para la defensa de estos bienes […]. [El Prefecto] se ve obligado a nivelar., atomizar e igualar el potencial humano, en el cual debe prevalecer un orden abstracto, y busca la perfección técnica; [para el Procónsul] quien ha de dominar es el hombre, y lo que se busca es la perfección humana. [El Prefecto] quiere una superioridad técnica, pero la búsqueda de especialistas desemboca necesariamente en tipos atrofiados; la elección recae sobre aquellos en quienes el impulso técnico encuentra la mÃnima resistencia; y asÃ, en el terreno práctico […], se da una mezcla de autómatas y criminales inteligentes. [El Procónsul] se propone la formación de una nueva élite […]; es un propósito más difÃcil, pero abarca al hombre en su totalidad […]; el él se conservan intactos los principios aristocráticos, pero también los democráticos.»
Heliópolis trasciende la ciencia-ficción para situarse entre las utopÃas de contenido más filosófico que cientÃfico y/o especulativo; en su concepción y en su relato recuerda insistentemente a la tradición que, inaugurada y bautizada por Thomas Moore, alcanzó su edad de oro en el siglo XVIII. Un libro imprescindible para los lectores que busquen en la literatura algo más que evasión.