Fernando Ayala | Foto: Barnacle Ediciones

Territorio expropiado

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Fernando Ayala | Foto: Barnacle Ediciones

Habiendo nacido y crecido en el conurbano de la provincia de Buenos Aires pensé durante mucho tiempo que no existía, o no debía existir, algo así como una literatura propia de ese territorio. Es decir, sentía que los rasgos de una idiosincrasia local no hacían más que limitar la escritura a un conjunto de artificios tribales a algo que tenía, por definición, que superar cualquier demarcación de convenciones. Luego de haber trabajado un poco más de cerca con las obras de autores que se posicionaban en la vereda opuesta, llegué a la conclusión (provisoria, como toda idea real) de que podían hallarse propuestas que en lugar de santificar el hábitat fueran a conquistar terrenos vírgenes y a plantar allí la insignia de origen. No son muchas las obras poéticas que logran tal cometido. Pero entre ellas me gustaría destacar este libro de Fernando Ayala.

El texto nos recibe con un juego de palabras: voz / vos (una especie de engranaje que funciona como llave en dos posiciones). Abre una serie para disputar una zona no decible por fuera del poema. El sujeto construye un lugar nuevo para esas voces a la altura del campo enemigo. Allí están las voces no escuchadas, voces que rigen en ese sistema interno, y las segundas personas traídas a la misma red. El “conurbano” de Ayala es la necesidad de una voz que raja el suelo en dos vertientes. Veámoslo con estas citas:

Barnacle Ediciones

«Las moscas que acompañamos los gritos
pululamos listas para gobernar las bocas.
Entrelazadas al calor de los merenderos
ésta la rabia de la leche hervida, del mate
cocido sin pan y las manos esposadas.
Los ojos derramados del peso argento
de la angustia del derrame económico
que miente con un cuatro de copas.»

«Bravo. Resonó el espasmódico golpeteo de sus palmas
aletear de esa manera no deja pensar en nadie.
Se celebra una cacería, donde correrá sangre
por dentro, la muerte de afuera.
Todos los humedales se abren al calor
y ese fuego que dijo palabras aquella noche
amanece con los hábitos de un sistema viejo
¡bravo! gritaron los educados al molde, disfrutando
sus días salvados por la anestesia, y duermen.
¡Salud, por los que progresan!
¡Más salud para los que sólo crecen!
La salud de los asesinados, es prioridad del asesino.
Así los ratones enseñan de qué no vamos a morir.
¿Cómo puede ser triste la costumbre, Raúl?
¡Si la ficción se retroalimenta, no seas ficción!
Alarma la distancia de las cosas que no son.»

Si bien la personalidad de la escritura es la misma y es reconocible, a estas vertientes podríamos definirlas como “del discurso material” y “del discurso fantasmal”. Reparemos en la segunda.

Esa voz puede meterse en problemas y salir, quedarse o taladrar el muro de los versos. Puede asumir un tono impropio temporariamente, volver o patear las expectativas dadas por una secuencia.

Imposible que no nos quede resonando el verso:

“¡Si la ficción se retroalimenta, no seas ficción!”

Si este asunto se retroalimenta, ¿para qué estamos? Y si ese estar es estar-en-una-prisión, ¿para qué ser la ficción de la demanda? Eso que pide más y que a su vez se autofabrica, ¡que no nos fabrique! En tal caso, ¿qué podría decirse desde ese lugar? Seguramente poco.

La autonomía clásica del arte es una caja de cristal diseñada para que aplausos disparados de manera automática persistan y se multipliquen en el aire en proporción al deseo del artista. Ahí todo se retroalimenta y todo es ficción. En la gesta de lo incorpóreo, la poesía de Ayala no cumple funciones ni milita para las verdades. Atraviesa las paredes de un territorio expropiado al monocorde canto de las máquinas expendedoras de realidad.

Un sistema viejo, dice. La disputa es por un territorio dentro de la lengua. En el primer poema “el mate cocido sin pan” amuralla el discurso que en el segundo se des-corporiza. El control del input – output desde y hacia la esfera (que podríamos llamar conurbano, que tal vez Ayala esté llamando conurbano, pero que también podría llamarse lengua española o mejor, lengua occidental) es la destreza que puede fisurar cualquiera de los cercos desplegados. Lo fantasmal no está en ninguna parte y al mismo tiempo está “adentro” de esos espacios que ni siquiera tienen capacidad de recipiente: ¿no es algo así es la poesía? Un decir que habita en lo inhabitable, no por tratarse de una zona peligrosa sino porque directamente no es un lugar común.

Diego García

Diego L. García nació en Berazategui, Buenos Aires, en 1983. Es Profesor en Letras, egresado de la Universidad Nacional de La Plata. Escribe poesía y crítica. Entre sus últimas publicaciones se encuentran los libros de poesía 'Esa trampa de ver' (Añosluz editora, 2016), 'Una voz hervida' (Jámpster e-books, 2017), 'Una cuestión de diseño' (Barnacle, 2018) y (fotografías) (Zindo & Gafuri, 2018). Colabora en las revistas 'Transtierros' y 'Jámpster', entre otras.

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