Ilustración Gorka Olmo

Hombres en la cuerda floja

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Ilustración Gorka Olmo
Ilustración: Gorka Olmo

Lo que no se dice, cuarto libro de la editorial Dos Bigotes que ya compone un catálogo más que significativo con seis títulos en menos de un año, suponía, a mi modo de ver, algo así como su prueba de fuego teniendo en cuenta las líneas maestras que, como principios, declara esta editorial: por un lado, el tratamiento de lo gay como tema literario; por otro, el interés por la calidad literaria entendida como aquella que aporta nuevas formas de mirar la realidad sin que ello esté reñido con su capacidad para el entretenimiento.

Antes y después de este título, los libros que han compuesto su catálogo se han ocupado de literaturas ajenas a la producción española descubriéndonos escritores y escritoras: que ya no solo por lo que escriben, sino por su propia condición personal son señalados en sus países desde el estigma al delito (El armario de acero. Amores Clandestinos en la Rusia actual o Los deseos afines. Narraciones africanas contra la homofobia); de principios de siglo cuyos escritos de otra forma hubieran seguido siendo ignorados (Imre: una memoria íntima de Edward Prime-Stevens); y que a pesar de su importancia en los países de los que proceden, permanecían inéditos en el nuestro (SuzanaTratnik o Brane Mozetič).

Lo que no se dice suponía el primer acercamiento de la editorial a la literatura española desde la temática gay, lo que a mi parecer establece un reto y una actualización de los principios declarados por sus editores. Si por un lado es evidente que en relación con los objetivos de igualdad de las personas tanto desde la perspectiva práctica como teórica, y la visibilización y aceptación social de los diversos tipos de relación socio-afectiva en nuestro país, todavía queda camino por recorrer, siendo honestos no nos encontramos ante una situación similar a los países de origen de las literaturas citadas ni a los tiempos pasados de referencia. Por tanto, se espera que la visión que se ejerza sobre el tema que nos ocupa también sea distinta. Es este sentido el que opino que los editores han buscado con este libro, o al menos así parecen manifestarlo en su prólogo:

“Decidimos plantear a una serie de autores a los que admiramos la posibilidad de escribir un cuento que abordara desde una óptica homosexual algunos de los tópicos más identificables de la cultura española” (la cursiva es mía).

Editorial Dos Bigotes
Editorial Dos Bigotes

Para ello, se decantan por el género literario del relato, un cauce de expresión que no es precisamente sencillo por su condensación significativa, su estructura concentrada y el potente nervio narrativo del que se dota, pero que en los últimos años ha dejado constancia de textos y autores españoles de una calidad altísima, hasta el punto de que escribir a día de hoy un relato suponga el desafío de caminar en las alturas sobre un alambre. Desde los más veteranos Eloy Tizón, Mariano Peyrou e Hipólito G. Navarro a los más jóvenes Marina Pérezagua o Juan Gómez Bárcena, todos son excelentes muestras de ello. De hecho, algunos de estos escritores han incluido en sus colecciones piezas donde lo gay, lésbico, transexual o bisexual es el tema por el que desarrollan su materia narrativa: “Little boy” en Leche de Marina Pérezagua o “El cielo en casa” en Técnicas de iluminación de Eloy Tizón son dos sobresalientes ejemplos. A modo de nota, cabría pensar en una curiosa relación entre los cambios producidos a nivel social y político en los territorios y la presencia de esa óptica homosexual en diversos autores y autoras independientemente de la experiencia personal que tengan o de su condición de género.

Esta óptica será el lugar desde donde realice el comentario de este libro, que desde ya les anuncio que tiene como resultado una lectura ambivalente. Sus autores, entre los que destacan Luis Antonio de Villena y Eduardo Mendicutti, son escritores con diversas publicaciones y una significativa, cuando no dilatada, experiencia literaria, en muchos casos avalada por los premios. Todos a excepción de Álvaro Domínguez (1986), debutante con este libro y nombrado descubrimiento por parte de la editorial, que para mi sorpresa firma el mejor relato de toda la colección. Domínguez, en el que también es el relato más breve del conjunto, recrea una escena familiar contada en primera persona con un verbo en presente que perfectamente podría funcionar como una extensa acotación teatral. Es más, el propio relato serviría como base para una pieza de microteatro. La escena es un almuerzo de familia en la que el personaje del narrador va situando al resto que por sus acciones y diálogo dibujan un clima de silencios y sumisión respecto a los roles de género. La voz narradora contrasta su papel en la familia, condición afectada por el imperativo del personaje del abuelo, con la de su primo, el personaje gay que actúa deliberadamente con mayor autonomía, posiblemente consecuencia de la defensa del papel de diferente que le ha tocado vivir en el grupo, y que evidentemente supone uno de esos tabúes familiares de los que no se habla. Ese juego de silencios y contradicciones, de sumisión y rebeldía, puestos en juego a través del diálogo y la acción de los personajes logran, el que es para mí, el relato más intenso de este libro.

En mi orden de preferencia sigue el relato de Óscar Esquivias, una pieza que recrea un ambiente en la España de hoy, beato y casposo, que en cierto punto podría considerarse la continuación de ese otro país marcado por el folclore y el catolicismo, y que obviamente también existe. A partir de un concurso de belenes, emerge de manera extraordinaria el ambiente del barrio de una ciudad media en la que unos personajes adecuan sus deseos a los estrechos márgenes que les ofrece el contexto. Una visión de la pervivencia de valores trasnochados pero igualmente presentes frente a ciertos cambios sociales, y la particular conciliación de unos personajes en esa densidad a veces tan gris.

A continuación, hablaría de los relatos de Eduardo Mendicutti y Luis Antonio de Villena. Sus textos evocan la España pre-gay que dibujó el antropólogo catalán Óscar Guash en su estudio La sociedad rosa (Anagrama, 1991). En estos relatos se trata la forma particular en que los hombres se relacionaban sexualmente (el ligue en la calle, durante los meses de servicio militar) en los años del franquismo, una época claramente adversa a estas manifestaciones afectivas en la que aún no había tenido lugar el proceso de institucionalización de la figura del homosexual. Ambos textos, y sobre todo el de Mendicutti, alcanzan un alto grado de erotismo haciendo visibles que a pesar de la adversidad política y de la ausencia de toma de conciencia colectiva, la imparable expresión del deseo sabía encontrar su lugar en los resquicios del régimen.

Tras ellos situaría el relato de Fernando J. López, una historia sobre el reconocimiento de la sexualidad y el amor, su negación y el desencanto. Acaso con un componente social más marcado, pierde en poder de evocación, pero lo hace funcionar perfectamente como un material didáctico sobre cómo lidiar con los sentimientos, la falta de reconocimiento de los otros y la necesidad de la aceptación y el respeto como base de las relaciones sentimentales.

El último relato que situaré en este grupo será el de Luis Cremades. Su seducción estriba en la belleza de la imagen con la que finaliza su pieza, que quizá se revele con demasiada fuerza y haga evidente cierta falta de músculo en la narración previa.

A partir de aquí, diferentes razones y en diferente grado tuvieron como resultado mi expulsión como lector del resto de relatos. En el caso de Lluís Maria Todó, la introducción de una trama de corte nacionalista en relación a la realidad catalana durante los años de franquismo, fue la que hizo centrar mi interés en ese aspecto y olvidarme del propio por el que había sido convocado a esta antología. En el resto, considero que me sentí fuera de lo narrado al no cumplirse el principio de verosimilitud con mi experiencia lectora por diferentes motivos: la hiperbolización del deseo homosexual en un personaje que lo convierte en estrella en ciernes del fútbol con fatales consecuencias (Luisgé Martin); la asociación de significados entre un escayolista que “se lo folla todo” y unos caballitos de mar que termina por convertirse en una metáfora de la autodestrucción que interpreto de forma no muy clara (José Luis Serrano); un personaje, de los más atractivos del libro, que ni por su condición ni por su aspecto físico es asimilado y tolerado en un pequeño pueblo de Euskadi, pero cuya trama toma aires de culebrón o cuento de hadas –un padre hostil-madrastra, matrimonios forzados y final feliz con príncipe que salva a su amado de la desdicha (que tras la crítica feminista ante este tipo de relatos, que hizo emerger al personaje femenino como sujeto autónomo y responsable de su destino, cuesta ser aceptado para cualquier otro tipo de personajes)- (Óscar Hernández); y por último, la historia de un joven amante del flamenco que enseña a otros a bailar sevillanas en un trama que se emborrona por la confusión entre arte y folclore, deseo y patrones de género (Lawrence Shimel).

En definitiva, Lo que no se dice ha supuesto una lectura tan dulce como agria. El criterio con el que los editores seleccionaron estos textos me queda suficientemente claro, el resultado desde la perspectiva que he presentado también. Lo que no evidencio de la misma forma es qué se entiende por la óptica homosexual que ellos mencionan en el prólogo y yo subrayaba, y me da la impresión de que en el contenido que cada uno otorgue a ese sintagma se encuentra la clave de la cuestión. Teniendo en cuenta la alta calidad de autores dedicados al género del relato o cuento, me llama la atención la ausencia de mujeres, por ejemplo. No sé si todos los autores del libro son o no homosexuales, y tampoco me importa, como tampoco aparecía la necesidad de serlo para ser seleccionado según el prólogo del libro. Pero sí sé que hay escritores y escritoras en España, y aquí está el porqué del reto que mencionaba al inicio, capaces de realizar un texto de altísima calidad literaria desde una óptica homosexual, entendiendo por ésta la constatación de una realidad –con sus angustias, satisfacciones e inquietudes- derivada de la experiencia de un deseo que se manifiesta en una práctica diferente a la heterosexual. Y esto es posible porque lo gay, lo lésbico, lo transexual, lo bisexual, etc., se han convertido en elementos de una realidad compartida y visible de la que somos y formamos parte, ya sea a través de nosotros mismos, o nuestros hermanos, amantes, amigos, padres, vecinos e hijos. Por tanto, el escritor o escritora que tenga como objetivo expresar la sensibilidad del mundo al que pertenece, y sobre todo si parte de una realidad como la del actual estado español en relación a estos temas, no tiene otra opción más que sentirse reflejado en ellos si quiere manifestar su complejidad, como ya de hecho existen excelentes ejemplos. Ésta hubiera sido una buena oportunidad, aunque en parte lo sea, para reflejar lo que ya está pasando.

Daniel López

Daniel López García (Sevilla, 1980) es periodista y escritor. Licenciado en Comunicación Audiovisual y Máster en Literatura General y Comparada por la Universidad de Sevilla, actualmente, trabaja en su proyecto de tesis en estudios comparados de literatura dentro del programa de Literatura Española y Teoría de la Literatura también de la Universidad de Sevilla. Su proyecto está centrado en el estudio comparado de la literatura dramática de mitad del siglo XX en EEUU y el teatro español actual. Ha participado en varios congresos internacionales de literatura como ponente y ejerce la crítica literaria en diversos medios. Es miembro del colectivo de escritores Cinco en breve.

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