“Es una belleza herida. En algún lugar, alguna vez, alguien le hizo daño. Y tiene esa turbación, ese estremecimiento […]. Se siente el deseo de consolarla, de protegerla, aunque es seguro que su belleza, como un espejo, hará daño a quien la mire.â€
Más de una vez ha declarado Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941) que la suya es una literatura simbólica que remite a un universo alegórico. La escritura plural y proteica, la prosa minuciosa y connotada, la alta tensión lÃrica y la polisemia abierta a múltiples interpretaciones confirman la supremacÃa de la imaginación en su escritura. Algunos de sus hitos tempranos en el género de la cuentÃstica son Los museos abandonados (1969), La tarde del dinosaurio (1976), Una pasión prohibida (1987) o El museo de los esfuerzos inútiles (1989), donde la autora cultivaba una concepción de lo fantástico abierta y caracterizada por una percepción ampliada de lo real. El impulso lúdico y desacralizador que allà alentaba se mantiene intacto en sus últimos relatos, si bien aquella imaginación al servicio de lo simbólico que imperaba asimismo en novelas tan emblemáticas como El libro de mis primos (1976) y La nave de los locos (1984), se ha replegado un tanto, para dar paso a un estilo más realista, con un lenguaje depurado, presente en los libros de relatos Desastres Ãntimos (1997) y Habitaciones privadas (2012), entre otros, y en novelas como Solitario de amor (1988) y El amor es una droga dura (1999), que focalizan en la temática del amor urbano e incorporan humor y ludismo. El erotismo constituye el eje temático alrededor del cual giran no solo las últimas narraciones de Peri Rossi sino también y sobre todo la práctica totalidad de su obra poética, desde Evohé (1970) hasta La noche y su artificio (2014), pasando por Descripción de un naufragio (1975), Babel bárbara (1991), Otra vez, Eros (1994) y Estrategias del deseo (2004).
Su última entrega de relatos, Los amores equivocados (Menoscuarto, 2015), reúne once historias conectadas por la temática de la pasión amorosa en situaciones insólitas o con vislumbres inesperados. Triunfa, como en prácticamente toda la producción de Peri Rossi, el erotismo como potencia subversiva, que aquà se concreta en relaciones asimétricas, por motivos de edad, extracción social, desajustes de intensidad amatoria, etc. Afloran fantasÃas, miedos, complejos, apegos inconfesables, soledades que oprimen, pulsiones destructivas y pensamientos inconfesables. El énfasis está puesto en los malentendidos, errores y equÃvocos que prosperan en situaciones amatorias -sexuales- de lo más diversas, algunas jocosas y hasta ridÃculas, otras sórdidas y embrutecedoras, y otras vivificantes y traspasadas de belleza pero, por su aspiración a la sublimidad o a la perpetuación, inevitablemente abocadas al fracaso. En muchas de estas historias, que fluyen con naturalidad a través de una narración ágil y precisa, diálogos creÃbles pero sorprendentes e imágenes sugestivas, se celebra o se evoca el momento de la fascinación primera, fugaz e irrepetible, que lleva aparejada la tristeza de la pérdida inminente, pues suele agotarse con los primeros tanteos sexuales.
En el primer relato, Ironside, un camionero recoge a una chica dispuesta a ofrecerse como prostituta en un club de carretera. Él se pertrecha de falsos remilgos para rehuir el deseo -piensa sin cesar, con angustia y remordimientos anticipados, en sus hijas mellizas, que son más o menos de la misma edad que la joven desconocida-, pero, cuando obtiene de la chica una actitud dócil y sumisa, accede a iniciarla en el sexo, convenciéndose de que la ha tratado con ternura y suavidad, como a una niña que tiene que aprender una ardua tarea:
“Ella no hablaba, solo lo miraba con interés, como se mira la pizarra, la ecuación, la cadena de aminoácidosâ€.
En Los amores equivocados, que da tÃtulo al volumen, una mujer inventa, a partir del capricho del azar que la reúne con un amante del pasado, el relato de una gran historia de amor, con el que sustentará una relación progresivamente deteriorada. En El encuentro un hombre se encuentra en mitad de la calle a la mujer con la que ha soñado toda su vida, desde los quince años, y la contemplación de su belleza lo hace sentir vulgar y despreciable:
“De pie, inmensamente hermosa, con una belleza quebrada por alguna antigua herida, estaba la mujer […], solitaria, entera, imposeÃble. De pronto, me sentà envejecido. Miré mis ropas y me parecieron feas. Un hombre vulgar.â€
En Todo iba bien un hombre trata de reprimir la actitud vejatoria que lo ha llevado al divorcio y que, para su sorpresa, le reclama, en clave de fantasÃa erótica, una amante pasajera. Algo parecido ocurre en La Venus de Willendorf, que narra cómo una mujer que se ha divorciado hace poco acaba realizando con su amante actual -una mujer- una fantasÃa que su marido le pedÃa y que ella jamás le concedió, la de envolverse en un abrigo de visón; asÃ, el hecho de protagonizar para otra persona aquello que le habÃa negado a su marido se acaba convirtiendo en su propia fantasÃa. De noche, la lluvia ofrece, como una promesa, el preámbulo a un episodio erótico entre dos mujeres desconocidas, y en Ne me quitte pas un psicoanalista evoca al fogoso adolescente al que ama “como solo se puede amar lo que se ha perdidoâ€, y revive, a través del relato de su paciente, sus propios miedos.
El humor domina en el relato Un maldito pelo, en que un hombre, al borde del colapso y atrapado en una postura amatoria precisa, escruta y registra escrupulosamente y con cierta crueldad cómo su amante se abandona al placer:
“ParecÃa una suplicante […], una mujer que está haciendo un enorme esfuerzo para conseguir algo, un mineral, una perla, algo escondido y hay que traer a la superficie con esfuerzoâ€.
También en La escala Lota se ofrece un informe detallado de las caracterÃsticas y actitudes del cuerpo amado; en este caso es una mujer experimentada, una profesora universitaria a quien la inteligencia sensual y erótica le parece un refinamiento y un arte -algo sagrado como la música de Schubert o los naufragios de Turner-, la que contempla y sopesa, en plena contienda sexual y de modo analÃtico aunque no desprovisto de pasión, los rasgos, textura, volumen, olor y sensibilidad de su amante, una joven alumna, y no puede por menos de urdir metáforas y desgranar letanÃas.
“Su psicoanalista le habÃa preguntado de qué se enamoraba, y ella habÃa dicho de los cuerpos, de qué me voy a enamorar […]. Por lo menos, los cuerpos eran tangibles, visibles, vestibles, olÃan, se descomponÃan, aullaban, gruñÃan, atraÃan, embelesaban.â€
Confesiones de escritores muestra una maraña de relaciones urdidas por la desesperación y la practicidad o el utilitarismo: un escritor que siente haber estafado a sus lectores cede ante los requiebros de una periodista mayor que él, mientras su agente se deja seducir y chantajear por un joven escritor inédito. Un cuento de Navidad, que cierra el volumen, parece salirse del tema erótico que domina en la suma de relatos, porque presenta un ingenioso diálogo telefónico entre dos hermanas que llevan vidas muy distintas y no cesan de hacerse reproches mutuos. Este relato articula la contraposición entre una forma de vida tÃpicamente burguesa y otra más libertina, y por ello esclarece el sentido de la antologÃa y su hilo conductor. Los amores equivocados es un tÃtulo irónico que hace referencia a la convención social y a los prejuicios imperantes, que no son sino resultado de la “supremacÃa perversa de la cultura sobre el instintoâ€. Peri Rossi apunta a que todo amor es en un sentido u otro equivocado; siempre hay un aspecto o un matiz irresuelto, desconcertante o inesperado, y en cualquier momento se puede naufragar en el hastÃo, la indiferencia y el desamor. Precisamente por eso, nos está diciendo la autora, lo único equivocado serÃa no amar.
Cristina Peri Rossi captura como nadie ese momento de fascinación inicial, la seducción que se trenza de modo inesperado entre dos desconocidos, y retrata la irracionalidad, el instinto y el misterio, que, una vez superados, dejan un rastro de tristeza, equÃvoco y soledad. En estos relatos, el impulso lúdico constituye un acto de apertura, un ejercicio de plena libertad, y contribuye a naturalizar y visibilizar múltiples facetas del amor y del erotismo, desplegados en descripciones perturbadoras, por lo precisas y certeras, y en mil detalles reveladores de la fragilidad del deseo. Se trata de situaciones que pueden parecer insólitas pero en las que son bien reconocibles motivos como el embeleso ante la belleza y su misterio, el hastÃo ante un amante inoportuno, el gesto posesivo, la reproducción de patrones sociales y de género, el miedo a la separación, el rechazo al compromiso, las obligaciones morales contraÃdas por un sentimiento de culpa, etc. Transitan por estas páginas mujeres que necesitan, tras una dura jornada laboral, aferrarse a “algo fuerte, algo duro, algo recioâ€, y otras que se quejan de tener que ofrecer asistencia psicológica a sus amantes; hombres hartos de encontrar en la cama presuntas madres cuando habÃan ido a buscar bacantes desenfrenadas, y otros que se aferran a la fotografÃa como fetichismo de la memoria. Hay quien concibe el sexo como un “acto mudo, poderoso, bélico, pero sin estruendo de palabrasâ€, y hay quien profiere “versos bÃblicos, reminiscencias latinas, fórmulas mágicas, secuencias hiperbólicas, enumeraciones infinitas, como si las palabras fueran la música que mecÃa los cuerposâ€. Hay personas que se reconcentran y se ensimisman para gozar, y otras que planean avances y acosos tácticos. La pasión y la entrega coexisten a menudo con la distancia analÃtica y el escrutinio del cuerpo contendiente. Porque, al cabo, el amor es siempre un juego solitario, y es la mirada del amante la que completa el objeto amado.