L´hort dels cirerers. Antón Chéjov
Versión y adaptación: David Mamet
Dirección: Julio Manrique
Intérpretes: Mireia Aixalà , Gemma Brió,
Cristina Genebat, Montse Guallar, Norbert Ibero,
Norbert MartÃnez, Sandra Monclús, Ferran Rañé,
Xavier Ricart, David Selvas, Enric Serra, Oriol Vila,
Marc Aguilar y Eneko RodrÃguez
EscenografÃa: Lluc Castells
Vestuario: MarÃa Armengol
Iluminación: Jaume VenturaTeatre Romea (Barcelona), hasta el 9 de enero
Los últimos estertores de un mundo que se acaba, la despreocupada banalidad de quien no sabe lo que le espera, de quien no quiere pensarlo. Un puñado de personajes ante su destino y una sólida articulación escénica para llevar al espectador de la mano, casi sin darse cuenta, a enfrentar un final que es un cara a cara con el vacÃo. Julio Manrique aborda con exquisita corrección uno de los clásicos dramáticos de Chéjov en una cuidada puesta en escena que parte de la más tradicional concepción teatral sin renunciar a una revisión personal y poética. –en el Teatre Romea desde el 9 de noviembre hasta el 9 de enero- planta L´hort dels cirerers sus raÃces en el teatro más convencional para superarlo y contar asÃ, a través de cuidados efectos de iluminación y sonido, aquello que el propio autor quiso que quedara en el aire, que se sobreentendiera en un mensaje no dicho.
Una cuidada escenografÃa y un impecable vestuario son la llave para revisar el clásico ruso de la mano de la versión que de él hiciera David Mamet. Más humanos y cercanos, los personajes bajo la dirección de Manrique, son arropados por unos efectos que, con algunas de las más populares canciones de Leonard Cohen a la cabeza, afinan la pulsión dramática hasta alcanzar la abstracción absoluta en el último acto. AsÃ, la naturalidad en diálogos y dramaturgia y la poesÃa ambiental se conjugan. El resultado se agradece y, con él, la desnudez dramática de unos protagonistas cuya indefensión eclosiona cruzando el patio de butacas hacia su nueva vida. En mitad del momento social y económico actual, el espectador sale de la representación del clásico ruso -actualizado a través de proyecciones, rupturas de escenario y las eternas letras de Cohen- con la sensación de estar viviendo algo familiar. Experimentando también el final de un tiempo, el inicio de algo desconocido; compartiendo la inquietud del propio Chéjov mientras escribÃa esta obra apenas un año antes de su muerte.
La trama actoral, bien formada, se refuerza sobre todo al final del montaje, donde Montse Guallar adquiere una indefensión, un cierto patetismo, que la funde con el personaje. Una unión que es menos eficaz en los primeros actos de la trama cuando Lyubov Ranevskaya, la alocada propietaria de la casa a punto de ser subastada, hace gala de su indolente despreocupación ante el dramático fin del último de sus bienes y, con él, de su destino. Ese jardÃn de los cerezos que se lleva con él una forma de vida, esa propiedad que será, de la mano de su nuevo dueño –el comerciante y nuevo rico Lopakhin protagonizado por David Selvas– , suelo base para viviendas de veraneantes.
Cierra la obra una metáfora escénica que deja al espectador, una vez han desaparecido los actores, con la esperanza de la nueva Rusia. Es ella la que toma el escenario cuando el último de los personajes, reductos de un mundo que se acaba, ha salido.
Bien construida y trabajada, L´hort dels cirerers de Julio Manrique no defraudará a los amantes del teatro más tradicional ni tampoco aburrirá a quienes busquen algo más a la hora de afrontar la desencantada tragicomedia de Chéjov. Muy recomendable si se quiere una tarde de auténtico teatro.
Fátima Vila
http://unaboquitapresta.blogspot.com
Una obra que en va tocar la fibra, encara que en un sentit esborrajat la seva presentació pot tocar la fibra de molts espectadors.
el repartiment i l’interpretació del text es magnific , que et fa viure el decliu d’una familia de ben estar a arribar a limits de la pobresa
la veritat que per ser una obra sense descans no es fa gents passada