“En otros tiempos, la literatura, el arte y la ciencia eran tan solo diferentes formas de plantearse idénticas dudasâ€. “Todos somos rehenes de atavismos inconfesablesâ€. Estas dos frases, pronunciadas por Victor Blum, el periodista que protagoniza Los bosques imantados, nos dan una pista sobre de qué va la nueva novela de Juan Vico.
Se podrÃa decir que estamos ante un texto que enfrenta la ciencia con la fe, la razón con la superstición. Pero aquà hay muchas más capas. De alguna manera, Blum -que quiere descubrir a una suerte de médium llamado Locusto- viaja al bosque de Samiel porque siente tanta repulsión por los embaucadores como admiración por los trucos que utilizan. El periodista, obsesionado con ridiculizar a timadores de todo calibre, tiene un mentor, el ilusionista Robert Houdin, padre de la magia moderna (Houdini se pondrá su pseudónimo en su honor).
Juan Vico narra en Los bosques imantados un eclipse lunar, a finales del siglo XIX, en el que el ilusionismo es puerta de entrada a la máscara y el relato.
En esta novela Vico consigue un ritmo trepidante, sin renunciar al fraseo del poeta que es (y que pudimos leer en libros como Still Life o La balada de Molly Sinclair), y muestra, como lo hizo en sus novelas Hobo y El teatro de la luz, cómo construir atmósferas a partir de un uso preciso y creativo, al mismo tiempo, de la documentación. Aprenderemos quién es Mesmer, precursor de la hipnosis, y cómo las brujas de los bosques de Macbeth siempre acaban apareciendo cuando uno menos se lo espera.
También vamos a encontrar guiños de Juan Vico a una de sus pasiones, la bibliofilia (atención al personaje Ward). Y es que el libro, sin que la trama se detenga ni un instante, es también un de homenaje a la literatura, desde Verne o Dumas, pasando por los cuentos de Hoffman.
Una novela, pues, sobre el poder (ficticio o no) del magnetismo, la alquimia y los amuletos. Pero lo que recorre cada párrafo de este Bosque imantado es la gran pregunta que se hace toda la literatura con ambición de estilo y permanencia. ¿A qué demonios le llamamos realidad?
“La verdad puede algunas veces no ser verosÃmil; lo verosÃmil puede también no ser verdadâ€, leemos. Houdin lo tiene claro. No hay que olvidar jamás la importancia del artificio: “Primero es preciso ganarse la confianza de aquel a quien queremos fascinarâ€.
Hay también en el texto un gusto por lo pictórico. Vico es capaz de levantar naturalezas muertas con algunas de sus imágenes. Asà empieza el texto: “Una lámpara de queroseno. La calavera de un elefante. Dos manzanas medio mordidas. La esfera golpeada de un reloj…â€.
¿Es la escritura, demasiadas veces, un mero automatismo? ¿Cómo hacemos para que las frases no nazcan muertas en un mundo indiferentemente mecanizado? Vico también coloca un invento de la época, el “escribienteâ€, que responde con habilidad, pluma en mano, a la pregunta de los espectadores.
Somos testigos en Los bosques imantados de otro momento fundacional, el rol de la prensa, que entonces comienza a ser de consumo masivo. Los diarios de la época, L’Univers o Le Siècle, juegan ya al difÃcil equilibrio entre la información y el espectáculo.
Si todo es mentira, artimaña y prestidigitación, ¿qué nos queda? Vico, sin obstaculizar el funcionamiento del argumento, va dejándonos potenciales hilos a los que agarrarse:
– Las ideas se contagian con más rapidez que las enfermedades.
– Sobre todo si ofrecen esperanza, señor Blum. Sobre todo si ofrecen esperanza.
Lo cierto es que “la palabra es mucho más poderosa de lo que creemos†-incluso en su silencio- y esta novela abre puertas a la particular “verdad†(aunque no coincida con la lectura positivista) del mito. Como en el Rosebud de Ciudadano Kane, algunos personajes buscarán la esencia del enigma en inscripciones como Oneiroi o Boniment. O en sÃmbolos lejanos, y aún presentes, como el de la espiral.
El “escribienteâ€, sin embargo, no entiende de deseo ni de profecÃas. AhÃ, ahora sin decorados, está la auténtica huella.