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Esa cosa llamada amor

El poeta y narrador Juan Vico nos invita a distinguir entre el deseo y la memoria en su último poemario 'Condición de los amantes' | Foto: Susana Pozo

Juan Vico, cuya solvencia tanto como narrador como poeta está sobradamente demostrada, nos ofrece un nuevo poemario, Condición de los amantes, en el que tiene la audacia de tratar ese tema tan manoseado y nunca concluso que es el amor. Pareciera que después de Lacan y su definición “amar es dar lo que no se tiene a quien no es” y Bauman y la desoladora teoría desarrollada en su Amor líquido la cuestión estuviera finiquitada, pero afortunadamente, o no, no lo está en absoluto. Y eso es lo que demuestra Juan Vico. No lo está. A pesar de todo, la cuestión sigue ahí, pendiente de nuevos fragmentos de un discurso amoroso, o metadiscurso del que Juan Vico es completamente consciente y, “sarinagara”… (“sin embargo”, Kobayashi Issa). “Qué alfabeto feroz es preciso, /sin embargo, enfebrecido; qué/ desencanto antiguo y tan sin tregua” concluye en Acuerdo de mínimos.

Isla de Siltolá

El título del libro forma parte del epígrafe de Lope de Vega con que se abre. Diría que esa cita es casi una declaración de intenciones. Puesto que se trata de un discurso manoseado, de unas palabras fosilizadas desprovistas ya de todo sentido, hagámoslo conscientemente y refugiémonos en los clásicos. El lector agradece, en este tiempo líquido, encontrarse con un texto escrito por alguien que ha leído, y mucho. Ecos de los clásicos y los contemporáneos se encuentran en cada poema, rematados por una especie de distancia lúcida, sabedor el poeta de la casi imposibilidad de su empeño: “La racanería de las metáforas” nos advierte en delectatio amorosa y, sin embargo.

En algunos de sus poemas descubre claramente sus filias, como en los dedicados a Mallarmé o a Perec, pero en otros nos concede el placer de descubrirlas, como la alusión a los místicos y a Lorca en Tema libre: “Y entonces tú, gacela insomne, /dime dónde temblarás”. O a otros de la generación del 27, con Pedro Salinas, diría, a la cabeza. Así, en Teorema, al contrario de Salinas a quien la amada se le revela en cada gesto y cada pronombre, Juan Vico confiesa: “mucho temí/ que no volvieras nunca revelada/ por algo que no fueras solo tú,/ rotunda materia ajena al símbolo, / refractaria al balbuceo”.

Y, a pesar de que en los poemas iniciales nos advierte: “Soy/ otro fraude resumiendo”, en los finales se lanza a ese “sarinagara” afirmando: “Digamos/ por una noche/ las más viejas frases hechas/” para concluir: “tu poema,/ mi perdición, / otra forma/ de esperanza.”

En la misma línea que el poeta desarrolla, se podría decir que la palabra emoción está totalmente diluida, que ya no hay significado, que su significante está perdido y definitivamente corrupto y, sin embargo, sería aquella con la que definiría mis sensaciones leyendo un verdadero y lúcido poemario amoroso: emoción y gratitud, “sarinagara”.

 

Isabel Mercadé

Isabel Mercadé colabora como crítica literaria y ensayista en diversos medios. Así mismo, forma parte del consejo de redacción de la revista cultural brasileña InterteXto. Ha publicado 'Amapolas en octubre', 2013, 'Dónde o sobre grutas y arena', 2015, 'No existir', 2019 y 'Clarice Lispector. Alguien dirá mi nombre', 2020.

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