La prevención ante los diccionarios es cosa antigua, yo la descubrà a los dieciséis años de la mano de la profesora de griego -sÃ, en aquella época se estudiaba griego clásico en los institutos-, que no nos hacÃa traducir a los insufribles Platón y Aristóteles, sino pedazos de las comedias de Aristófanes: momentos de gran hilaridad de Las nubes o de LisÃstrata, donde continuamente aparecÃan palabras que no podÃamos encontrar en los diccionarios de griego-español que tenÃamos a nuestra disposición en aquella época. Todos en clase pensábamos que no las encontrábamos por nuestra falta de pericia, sin embargo la profesora, un buen dÃa, se puso muy seria y nos dijo: no, no sufráis, esto es culpa de los curas, los curas y las monjas han hecho y editado desde hace siglos estos diccionarios de griego y, por supuesto, se han olvidado de incluir algunos términos, especialmente los relacionados con el sexo; entonces ella, para nuestro asombro risueño y vergonzoso de adolescentes, nos hizo un glosario que incluÃa palabras como “maricaâ€, “follar†o “pollaâ€. De todo eso hace mucho, y he olvidado por completo cómo se conjuga el aoristo, sin embargo sigo recordando perfectamente cómo se podrÃa parar una guerra. Es una lástima -aprovecho la ocasión, aunque no parezca que venga a cuento- para denunciar que los actuales planes de estudios niegan la necesidad imperiosa de lenguas clásicas que seguimos teniendo en la actualidad.
No obstante, el último libro de Javier Pérez Andújar es más que un diccionario, es nada más y nada menos que un Diccionario enciclopédico y, por añadidura, de la vieja escuela. Probablemente, estudiar griego clásico es algo ya de la vieja escuela; ahora en la nueva escuela solo se estudia en serio un idioma con caracterÃsticas prácticas -llamémosle inglés-, y ya las filologÃas románicas se van vaciando de alumnos en las universidades porque hay que llenar las escuelas de traducción; y por eso mismo dentro de poco nadie entenderá ni sabrá comentar un texto, solo traducirlo del inglés o al inglés o ya no hará falta traducir nada porque absolutamente todo el mundo escribirá y hablará en inglés, y la hermenéutica o la ecdótica o la crÃtica serán términos no incluidos en los diccionarios. Pero no nos avancemos en el tiempo, sigamos disfrutando mientras nos dejen con Aristófanes o con el último libro de Pérez Andújar.
Porque nunca me hubiera podido imaginar que en un mismo libro, es decir en este Diccionario enciclopédico de la vieja escuela, se pudieran citar y dar la misma importancia a John Dowland y a Mary Poppins, a Pasolini y a Curtis Garland, a Ibáñez y a Baroja, y sin caer en ninguna contradicción; y asà puede seguir el autor uniendo nombres y términos, aparentemente irreconciliables, casi hasta el infinito, creando un samsara, una rueda que fluye y que no es otra cosa que su memoria personal puesta en orden alfabético, la memoria, el ideario y el gusto de este autor inclasificable y necesario como el griego clásico. Y es que unir términos opuestos, es decir crear un oxÃmoron, no es simplemente una figura o un juego literario, es una apelación directa a la inteligencia del lector, es arriesgarse a una incongruencia esclarecedora asumiendo que cada cosa, cada asunto, es lo mismo y su contrario. Sin ir más lejos, lo podremos comprobar fácilmente con algunas uniones de términos con caracterÃsticas polÃticas como “demócrata de toda la vida†o “izquierda nacionalistaâ€, tan en boga -ahora y siempre- en nuestra España.
Pero, que nadie se lleve a engaño, Pérez Andújar nunca pontifica definiciones, más bien permite que cada uno extraiga sus propias conclusiones o, simplemente, lea como divertimento, porque más allá de la exposición está la capacidad de crear y más allá de la capacidad de crear está la creación con sentido del humor. Asimismo, el lector puede transitar sin prevención alguna por este Diccionario: pasará por el dolor y la tristeza ante los asesinatos en el Charlie Hebdo, para a continuación reÃr a pulmón lleno con el superhombre de Nietzsche:
«De todo esto escribió Nietzsche esperando con las bolsas a la puerta de un Condis, asumiendo que el superhombre es el hombre que hace la compra en el súper.»
Asà de sencillo o de complejo, Pérez Andújar consigue que lo popular y lo culto se unan en un continuo; asà también lo trágico y lo cómico, como la vida misma, pero nunca desde la vulgaridad y sin tergiversar la naturaleza de los conceptos, sino buscando su esencia más allá de la evidencia y de la superficie por todos conocida; al fin, en todo momento encontrando ideas frescas que nos puedan ayudar a entender este mundo tan viejo y, aparentemente, incomprensible.