sátira
Del lat. satÄra, este de satÅra ‘sátira’, ‘composición literaria arcaica en verso y prosa, acompañada de danza’; propiamente ‘plato de muchas viandas’, y este de satur, -a, -um’ repleto, recargado, abundante’, infl. por el gr. σατυÏικός satyrikós ‘relativo a los sátiros’.
1. f. Composición en verso o prosa cuyo objeto es censurar o ridiculizar a alguien o algo.
2. f. Discurso o dicho agudo, picante y mordaz, dirigido a censurar o ridiculizar.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados
La existencia de la literatura paródica hunde sus raÃces en la historia de la escritura, Sterne y Cervantes, serÃan dos casos muy conocidos; se trata de imitar una obra determinada maximizando sus defectos. La sátira, en cambio, va un paso más allá, ya que actúa como obra autónoma, sin necesidad de referencia. Cuando Ishmael Reed escribe Mumbo Jumbo -después hablaré del contexto- (Mumbo Jumbo, 1972), no sólo satiriza a la sociedad norteamericana de la década de los años 20 del siglo pasado sino que también aplica su modelo a la misma literatura que corresponde a la facción dominante, la novelÃstica WASP, como señala Juan Francisco Ferré en el iluminador prólogo:
«La operación subversiva de Reed consiste en reinventar la mitologÃa negra a fin de liberar a los negros de la mitologÃa de los blancos. Mientras los negros participen de la mitologÃa de sus amos, la mitologÃa de la cultura occidental, parece decir Reed, no sirve de nada la supuesta libertad polÃtica o moral que desde el fin de la esclavitud se les prometió como derecho inalienable.»
Es decir, si es imprescindible separar la «literatura sobre negros» de la «literatura negra», esta segregación no puede asentarse en la hipótesis de que los libros sobre negros escritos por escritores negros son mejores que los escritos por blancos; en este sentido, La cabaña del TÃo Tom, Las aventuras de Huckleberry Finn y la última novela del escritor africano más afamado -o escritora, para doblar la apuesta- adolecerÃan del mismo defecto de fabricación, defecto que sà salva, por ejemplo, Ralph Ellison en El hombre invisible (Invisible Man, 1952).
«Creo que cuando la gente como usted, Sr. Von Vampton, dice eso de «La Experiencia Negra» está afirmando que todos los Negros experimentan el mundo del mismo modo. Asà pueden aislar al puñado de inadaptados que quizás incitarÃa al resto a atravesar el techo de esta jaula que usted y sus acólitos han instaurado en el paÃs. Este techo que ningún esclavo podrÃa cruzar sin excitar los ánimos de sus sabuesos… Me temo que no me va a ser posible ayudarle, Sr. Von Vampton. Estoy dando clases a los jóvenes de Harlem para que no les influyan personas como usted.»
En el mismo sentido literario pero con un cambio de forma diametralmente opuesto, novelas que reflejen el enfrentamiento cultural -JFF hablaba de mitologÃa, una de las múltiples facetas humanas eminentemente literarias: la mitologÃa o es narrativa de ficción o es religión (comúnmente, ambas cosas), es decir, jamás logra expulsarse el marchamo literario- entre los blancos norteamericanos y los negros descendientes de africanos, existen multitud, pero la palma en cuanto a desvergüenza y desconsideración se la lleva, sin lugar a dudas, la inclasificable obra de Reed.
«Mumbo Jumbo
[Mandingo: ma-ma-gyo-mbo, mago que ahutenta los espÃritus atribulados de los antepasados: ma-ma, abuela + gyo, tribulación + mbo, abandonar.]
The American Heritage Dictionary of the English Language«.
Mumbo Jumbo (traducción de Inga Pellisa) se asienta sobre tres pilares: la negritud frente a la palidez; la música, con el jazz como revolución cultural; y el vudú, los ritos originarios de Ãfrica pasados por el tamiz de un cristianismo caribeño muy elemental, contrapuesto a un cristianismo oficial extrañamente tolerante con la segregación. Una epidemia de Jes Grew -el nombre no es fútil, ningún nombre lo es; permÃtanme que no desvele su origen- se adueña de la ciudad de Nueva Orleans; sus efectos consisten en que los dolientes, presos de un incontrolable frenesÃ, no pueden parar de bailar, afectados por un sublime éxtasis. Ante la amenaza de propagación imparable, los atonistas de la Orden del Cardo, guardianes de las tradiciones -blancas, por supuesto- de Occidente, se plantean acudir a la Orden de los Caballeros Teutónicos en busca de ayuda.
La propagación de la epidemia es, por supuesto, involuntaria e incontrolable, pero existen una serie de elementos facilitadores; uno de ellos es el «Reverendo» Papa Labas, responsable de la Katedral Mumbo Jumbo, quien, en el papel de Juan el Bautista, prepararÃa la llegada del virus. Sin embargo, los viejos oficiantes, los precursores, los casi-sacerdotes que importaron su sistema de creencias desde el Ãfrica negra, el vudú y los cultos animistas -y que, interesados, ven en la epidemia a un aliado-, sospechan que los tiempos de las religiones, por llamarlas de alguna manera, populares se están agotando; los mormones parecen el ejemplo a seguir: fuerte jerarquización, un Libro que recoja toda la normativa, una solvente estructura financiera y proselitismo puerta a puerta.
Mientras los blancos lanzan la ofensiva para conseguir El Texto Único y poder contrarrestar el Jes Grew, una brigada de negros asalta los museos para devolver los objetos saqueados a sus lugares de origen. La resistencia es abatida, pero El Texto Único podrÃa ser perfectamente la especulación doctrinal de la conexión del culto egipcio a Osiris con el Jes Grew y la oposición de la iglesia católica, cuya represión es prefigurada en Egipto por Set, el enemigo de Osiris; es a partir de esa conjetura, de una lógica tan demencial como aplastante, como Reed hunde las raÃces de la epidemia varios milenios antes de la Era Común, con un detalle agudo de los principales personajes implicados en la conspiración y con un retrato impagable de un Moisés como un aprovechado hijo de puta.
En una novela basada en un determinada época histórica, el contexto es importante: Mumbo Jumbo se desarrolla bajo la presidencia de Warren G. Harding (1921-1923, falleció durante su mandato, y promulgó una estricta legislación anti-inmigración), un trienio caracterizado por varios escándalos de corrupción y los denominados sucesos de Haità (la isla estaba bajo la ocupación norteamericana desde 1915). No es extraño Reed exprima el rédito de esos hechos para mostrar la estupidez de una administración pública que es capaz de identificar la epidemia de Jes Grew como un recurso de la resistencia haitiana, técnica que se basa en la concepción maniquea, que tantos frutos sigue dando a la polÃtica exterior de diversas administraciones, particularmente de signo republicano,el partido de Harding, de cualquier hecho en que se vea implicado su paÃs y la tendencia a considerarlo como anti-norteamercano.
Por otro lado, la novela data de 1972, el año de la victoria de Richard Nixon en las elecciones presidenciales y del recrudecimiento de la guerra de Vietnam; poco podÃa suponer Reed en 1972 que EE.UU. llegarÃa a tener un presidente negro y que su sucesión estarÃa en manos de una cornuda y de la encarnación del Androide Parlante de los Atonistas de la Orden del Cardo. La novela es incomprensible, o, al menos, inverosÃmil, si no se tienen en cuenta las diversas versiones norteamericanas de la teorÃa conspirativa: los soviéticos, los italianos, los negros -precisamente los principales afectados por las medidas anti-inmigración de Harding-, como origen de todas los males que aquejan al centro del Universo, a veces mediante la táctica de ataques sucesivos, a veces asociadas bajo distintas coaliciones del mal, siempre contra el estilo de vida norteamericano, es decir, blanco, anglosajón y protestante. Existen muchas clases de inmigrantes, que se resumen en dos: los asimilados y los no asimilados; para los movimientos de resistencia, los primeros son los traidores; los segundos, los leales, y exactamente a la inversa para las mentes represivas. Parte de la originalidad de Reed reside en la hábil combinación de referencias históricas reales con otras completamente falsas; y en dotar a las primeras de un carácter a menudo tan fantástico y a las segundas tan veraz que no parecerÃa insólito que las reales fueran falsas y verdaderas las inventadas.
Tal vez no serÃa exagerado otorgarle a Reed el merecido tÃtulo de Swift negro, y considerar Mumbo Jumbo como un torpedo en la lÃnea de flotación del poder blanco, no por disfrazado de espanta-suegras menos efectivo. Una lectura gratificante como pocas.