Eloy Sánchez Guallart | Foto: José Saiz

Insurgencia poética

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Eloy Sánchez Guallart | Foto: José Saiz

Tener entre las manos un libro de poemas cuyo título es Como soles patagónicos invita, cuando menos, a averiguar el significado de esa aparente metáfora titular. Y es precisamente ahí, en este —a priori— poco revelador mensaje donde se encuentran las claves para ir descifrando este salvoconducto de la conciencia.

El calor de lo cercano y apacible (soles), el frío de lo lejano y tal vez inalcanzable (patagónicos). Entre estas dos ópticas, corrientes, tesituras, realidades o utopías, Eloy Sánchez Guallart (Castellón, 1963) presenta la urdimbre de su segunda obra poética, un discurso marcado por la rabia pero también por la esperanza.

Publicado en la colección Astrolabio del sello editorial castellonense Unaria Ediciones, Como soles patagónicos se presenta al lector dividido estructuralmente en cuatro actos. Es significativo que el orden de estas divisiones sea a la inversa, es decir, el primer bloque corresponde al número tres, el siguiente al dos, y así sucesivamente hasta llegar al último bloque, que no es el uno, sino el cero. Una cuenta atrás, se nos acaba el tiempo para reaccionar como seres humanos enfrentados a su propia moral. Esa zona cero o epílogo final es mucho más breve que las anteriores, pero en ella se resuelve el acertijo del título y, no por nada, pone punto final al poemario con la palabra combate.

Unaria Ediciones

Esta insana realidad en que vivimos necesita de poetas subversivos, de artistas que no acepten la injusticia como trivialidad ni acaten la corrupción como norma. La dimensión interior del ciudadano medio está acotada por imposiciones capitalistas, y por ende, servidumbres materiales. Casi sin advertirlo coexistimos y sobrevivimos en una sociedad enferma que lastra tradiciones y defectos por sistema y potencia su deshumanización con cada avance tecnológico.

Sánchez Guallart es un poeta comprometido, dota a su poesía de una característica tensión en el lenguaje que, si en Manifiesto asténico —su anterior obra— se intuía como sesgo autoral, en Como soles patagónicos se intensifica y revela como consecuencia formal de un fondo que busca sublimarse en la palabra.

Este libro es una descripción —en primer lugar— en primera persona del mundo que rodea al poeta, y una reflexión —en segundo lugar—, por esto mismo, acerca de una realidad más social que metafísica. Sin embargo, el lirismo de Sánchez Guallart trasciende —no sabemos muy bien por qué resorte— y aquello más allá del cuerpo, lo inefable, constituye un universo simbólico con el que descifrar lo cotidiano.

Y es que la poesía de este autor castellonense está llena de matices y referencias, como por ejemplo las referidas al mundo del cine. Su vasta experiencia cinéfila lo provee de habilidad para encontrar analogías entre el mundo real y el representado en el séptimo arte. Pero también de la música beben estos versos, valiéndose de elementos de estas dos artes el poeta circunscribe y fecha a menudo y singularmente cada poema en un marco pictórico-temporal.

Este hecho también es llevado a cabo mediante referencias socio-político-culturales contemporáneas. La realidad es el modelo a pintar (salvar, cambiar, proteger), una realidad que se filtra en los poemas, a veces de forma violenta, e invita al sometimiento por defecto y a la acción —por lo que en ella todavía hay de necesario— por ese arrastre hacia el abismo al que está sometida, víctima de un capitalismo oligárquico-cainita.

«Los insectos quieren ser llama.
Es su diálogo una armonía
que parece dar sentido
a una apresurada antología del silencio».

La búsqueda de un sentido a lo absurdo y mecánico de argumentos cotidianos justifica el irracionalismo poético. La armonía, el silencio, se convierten en baluartes ideales frente a sus antónimos reales, balas de fogueo que en manos del poeta-actor contrapesan una balanza sobrecargada de sombras.

«[…] Y pequeñas muertes se sientan a la mesa
y educadas esperan su turno de comida».

Los versos de Sánchez Guallart son blancos y libres, en ellos el poeta hace un uso restringido de la coma. Esta apreciación hace proclive la interpretación particular del lector en cuanto a, no solo lo que al ritmo concierne, sino también al sentido de algunos versos. También invita a leer cada poema, al menos, dos veces, pues esa composición de lugar puede reconfigurarse por muchos motivos en una segunda lectura. Como sabemos, un texto, en condiciones normales, puede que no ofrezca todo su mensaje tras una primera lectura, menos aún si es poesía y todavía menos si el poeta utiliza recursos estilísticos, sintácticos y retóricos, como Eloy Sánchez Guallart.

La poesía de Como soles patagónicos alza su vuelo sobre rupturas gramaticales, usos anárquicos del espacio textual, elipsis e irreverencia ortográfica (ausencia de signos en el poema ¡Hola!), entre otras cosas. Su disentimiento moral y argumental contra la tendencia global de la sociedad trasciende al propio lenguaje, así durante ese proceso de cuenta atrás asistimos a una transformación parcial del tono lírico. Los interrogantes van abundando más y más en los versos, aumentan las preguntas y las palabras compuestas, las aposiciones sustantivas; de lo testimonial pasamos a lo contestatario, no sin advertir nociones experimentales, como la utilización de eslóganes publicitarios y titulares de periódico, bien como cuerpo del poema o como estrofas alternas del texto poético.

Si en el poema titulado Ciudad desidia los versos tienden morfológicamente a una naturaleza prosaica:

«En lugar de río una plataforma intercambiable
tiene la ciudad que me patea y reza satisfecha en sus estigmas, en el poema».

Los más el poeta utiliza ya sin titubeos la prosa poética:

«Desbordados de ceguera hasta los hombros, ciudadanos sin cartilla,
espuma ante la piedra artificial que ha sido edificada desde los centros
neurálgicos de la insidia».

La problemática social (general) y todas sus consecuencias intelectuales (particular) son un subterfugio generativo para Sánchez Guallart, quien despliega su particular laboratorio de escritura exploratoria  justo dónde y cuándo más se necesita. La tierra se mueve bajo nuestros pies, la información bulle, muchas veces, teniendo poco o nada que ver con la realidad. Algunos afirman que estamos asistiendo al cambio hacia una nueva era, que seremos testigos de la cuarta revolución industrial y que la próxima guerra mundial será la última. La poesía de Sánchez Guallart apela a nuestra conciencia, el poeta se revela humanista y su poesía, arenga. Síntesis moral de su propio cisma de fuerzas antitéticas, estos inconformes versos no son nada gratuito, responden a una necesidad vital y reflexiva, de insumisión y defensa de los valores humanos. Cada poema es un cadáver exquisito de la crónica de nuestros días, un brote de esperanza que busca su propagación en análogos disidentes proclives a su contagio.

Y para terminar, un poema íntegro del libro.

Siendo
Si tengo este abismo
de voces lleno
de pisadas con barro hasta la frente
de andamios colgando
de una rama parapléjica

es que estoy vivo en un 97 %
y hasta mi autómata me pide
extender su autonomía.

Si doblo mis ojeras
en la cama cada noche
y las cuelgo en una percha
-no necesito los ojos para tocarte-
es por necesario descanso
(hombre blanco, primer mundo, clase media en proceso de derribo,
cuarentaytantos años, 1’65, sin tumores conocidos)

Si no me hago a un lado
arderé en el cortejo
si no me doy la vuelta
y os miro a los ojos
si ensancharan las calles y pudiera
escribir sin costuras
todo lo que le falta a la palabra
para hacerse necesaria.

Así estamos
los unos por los otros
y sin los otros.

José Antonio Olmedo

José Antonio Olmedo López-Amor (Valencia, 1977). Escritor y poeta, crítico literario y cinematográfico, ensayista, cronista, articulista, divulgador científico. Titulado en audiovisuales. Redactor y colaborador en más de treinta medios de comunicación digitales e impresos

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