Las teorÃas de la traducción son muchas y repletas de matices, pero de manera general han tendido a agruparse en dos grandes tipos: la traducción de la letra y la traducción del espÃritu. Una traducción de la letra pretende volcar en una segunda lengua el texto de la primera lo más próximo posible a la gramática original, mientras que una traducción del espÃritu se toma más libertades lingüÃsticas con el fin de reconstruir el significado general del texto. Por poner un ejemplo sencillo: la expresión inglesa “Leave me alone†podrÃa traducirse a la letra como “Déjame soloâ€, o al espÃritu como “Déjame en paz,†“Coge la puertaâ€, o “No me toques las naricesâ€. Nuestra expresión “al pie de la letra†viene precisamente de ahÃ, de una antigua práctica estricta de traducción a la letra que consistÃa en anotar la traducción justo debajo del texto original, palabra a palabra, como si esa contigüidad rigurosa y sumisa de una a los pies de la otra garantizara una fidelidad categórica: Leave (Deja) Me (Me) Alone (Solo).
Pues bien, yo no domino el alemán, y no hago esta introducción para juzgar si la traducción que hace José Ovejero de la obra de Erich Hackl, Los motivos de Aurora tiende más a la letra o al espÃritu, aunque intuyo que Ovejero ha sabido encontrar el justo medio, que es, creo yo, la práctica dominante en estos dÃas. El texto, sin duda, se lee con gran fluidez y buen ritmo, sin estridencias léxicas ni sintácticas. Una traducción inalámbrica, digamos, sin palabras al pie del original, un texto con carácter propio que suena tan natural y trabajado como si hubiese sido concebido en español desde un principio. Por tanto, si les hablo de estas formas de traducción no es por comentar el trabajo de Ovejero (que, de camino, ya lo he hecho), sino más bien porque Hackl alude implÃcitamente a ellas para dejar entrever que el enigma que enuncia en el tÃtulo de su novela—¿Cuáles fueron los motivos de Aurora para matar a su hija Hildegart?—puede responderse metafóricamente a través de una alusión a estas teorÃas: Aurora quiso concebir la mujer nueva más absoluta a través de su hija Hildegart, y, al mismo tiempo, pretendió que Hildegart fuese una traducción de sà misma al pie de la letra. Es decir, el proyecto de Aurora era simultáneamente crear una nueva aurora y “una nueva Auroraâ€. Esta tensión imposible entre libertad y sumisión, lo nuevo y lo viejo, desemboca en asesinato.
Los motivos de Aurora fue la novela que dio a conocer a Hackl en el panorama literario germanoparlante en 1987. Basada en hechos reales, se trata de la reconstrucción biográfica de Aurora RodrÃguez Carballeira, mujer de la burguesÃa gallega de principios del siglo XX que se aplicó técnicas eugenésicas y de vanguardia pedagógica para concebir y criar a una niña, Hildegart, que debÃa ser prodigio de cultura e inteligencia, asà como mesÃas de una nueva feminidad igualitaria, independiente y emancipadora. Aurora consiguió su empeño y Hildegart se convirtió en un referente intelectual y polÃtico antes de alcanzar la mayorÃa de edad. No obstante, a pesar del aparente éxito, la madre terminó matando a la hija, y acabó ella misma hospitalizada en un centro psiquiátrico para el resto de su vida.
¿Por qué esta historia ahora, en 2020? ¿Por qué una nueva traducción al español—hay una edición uruguaya anterior, de 1996—, más de treinta años después del original en alemán? Sin duda, el cuidadoso trabajo de la editorial Hoja de Lata por recuperar obras de los años 30 o sobre los años 30 es meritorio, pues esta novela que aborda la historia socio-polÃtica de la España de pre-guerra nunca habÃa sido publicada anteriormente en nuestro paÃs. Pero además de este empeño arqueológico, una historia en apariencia muy atada a su tiempo—nuestro Frankenstein obrerista, Medea moderna, feminista, republicana—, resuena también en numerosos debates de ahora. Piénsese, por ejemplo, en todas las controversias sobre los métodos de crianza alternativos (crianza respetuosa, crianza con apego, etc.). O en las acaloradas opiniones pre-Covid a favor y en contra del activismo de Greta Thunberg, otra adolescente prodigio en términos de su capacidad de movilización social, cuestionada por algunos en tanto posible proyecto personal y abusivo de sus padres. Incluso aquellos más reaccionarios a la igualdad de género encontrarán en Aurora y su historia de eugenesia y feminismo una evidencia histórica jugosa para engordar las crÃticas de lo que interpretan como una conspiración feminazi.
Y es que creo que hay una fascinación reaccionaria hacia la historia de Aurora y Hildegart que proviene precisamente de regocijarse en lo que tiene de exceso utópico que fracasa, de ideal que enferma, de justicia que se ciega a su propio autoritarismo. No digo que sea esta fascinación reaccionaria la que movió a Hackl. Sinceramente no lo sé, ni sé si además existe también una fascinación progresista por esta historia, si estos criterios polÃticos son apropiados para evaluar el interés que despiertan Aurora y Hildegart, o si de verdad reaccionarismo y progresismo son dos polos opuestos en una historia que va, precisamente, de un ideal liberador que se ejecuta a través de un método totalitario.
En un post-scriptum que el autor redacta especialmente para la edición de Hoja de Lata, Hackl dice que su interés era, sobre todo, restar peso al retrato simple de Aurora como loca maximalista, y entenderla más bien como fruto de las tensiones de su época. Para ello, el autor encuentra en la literatura un medio que le permite profundizar y comprender, sobre todo a través de la reconstrucción de un ambiente, de unos condicionantes sociopolÃticos que expliquen por qué la idealista Aurora terminó convirtiéndose en una asesina alevosa. Como proyecto literario es, sin duda, interesante tanto para situar a madre e hija en una red de relaciones más amplia, como para cuestionar qué entendemos por locura. Es más, hay algo muy efectivo en la ejecución de este plan, pues Los motivos de Aurora no es una novela tiránica que impone una perspectiva total de los hechos, sino más bien un relato que aspira a la objetividad, pero que muestra sutilmente un punto de vista a partir de lo que reconstruye y lo que inventa, del peso de ciertas escenas y la disposición de los materiales. El problema, a mi modo de ver, es que no llega a conseguir que la realidad sociopolÃtica se sitúe en primer plano de los motivos de Aurora, pues la locura copa el foco una vez más, hasta tal punto que el autor mismo, a juzgar por el post-scriptum, termina contagiado por el argumento paranoico con que Aurora justifica el asesinato de su hija.
Hackl novela el gran dilema de la modernidad: cómo traducir el afán de liberación a la realidad, materializar la revolución y acelerar la historia. El ideal de justicia nace en Aurora sobre todo por estar expuesta a los entretenimientos intelectuales del padre, pero éste le recrimina que su error es tratar de ser una traductora literal: “No puedes tomar tan al pie de la letra lo que digo, son sólo disquisiciones de tertuliaâ€. AsÃ, él es el encargado de diagnosticar a la protagonista, al mismo tiempo que se diagnostica a sà mismo y la transformación que se ha producido de una generación a la otra. Se revela ante ella como lo que hoy llamarÃamos coloquialmente un cuñado progresista (porque sÃ, las tertulias decimonónicas también fueron, al menos en parte, clubes de cuñados). Él es decadente, ella vitalista, tiene la capacidad de acción de que su padre carece, se toma aquel impulso transformador como un dilema sincero y quiere materializarlo. Es cierto que en Los motivos de Aurora abundan las referencias históricas que explican qué quiere transformar y por qué. Se mencionan la opresión de la mujer, las injustas relaciones laborales, la Primera Guerra Mundial, la censura dictatorial de Primo de Rivera y las tensiones de la Segunda República. Pero estas menciones son o bien ecos lejanos (Aurora decide, por ejemplo, no exponerse a las noticias de la Gran Guerra para que la ansiedad no le afecte en su embarazo), o experiencias de segunda mano, o incoherencias patentes (como ser obrerista, tener criada, y no considerarla una interlocutora válida). La Historia, por tanto, tiene dificultades para dejar de ser atrezzo, o para asumir el peso necesario que explique de forma convincente que fue el mundo, y no una relación distorsionada de él, lo que hizo a Aurora matar a su hija.
La protagonista termina presa de un drama también tÃpicamente moderno: la indeterminación entre el sujeto y el objeto. Ttrata de realizar dos ideales antitéticos. Como decÃa anteriormente, quiere concebir lo radicalmente nuevo —Hildegart— y que lo nuevo sea una traducción al pie de la letra de las directrices, el plan y los anhelos de lo viejo, esto es, que Hildegart sea una contigüidad rigurosa y sumisa a los pies de su madre. Aurora desea liberar a la mujer, pero no tolera la libertad de su hija. De hecho, la mata porque no le permite ser adolescente, que descuide su activismo, que le guste un chico, que disienta de su madre, o que tome sus propias decisiones. A su juicio, una conspiración mundial, unos “oscuros poderes†se interpusieron entre ella y su hija, haciendo que esta última se comenzara a perder: “el mundo entero sólo pretendÃa arrancar [a Hildegart] de la protección maternaâ€. Obviamente las Aurora y Hildegart históricas hubieron de afrontar a fieros rivales que trataron de desacreditarlas, de empañar su relación y minar su moral, pero la novela alude más bien de forma laxa a esa oposición sociopolÃtica. Lo que muestra de manera más palmaria es que Hildegart se interesa por un chico y “pierde la seriedadâ€, según su madre. Además, quiere tomar el control de su actividad intelectual y polÃtica. Pero Aurora no consiente y persuade a su hija para que o esté a sus pies o no esté.
Lo que a la luz de la historia ha quedado como un filicidio, la novela presenta casi como eutanasia, con Hildegart y Aurora en colisión y simultáneamente indistinguibles, arrastrada la primera al relato paranoico de la segunda, pues Hildegart termina por coincidir en la evaluación de ser la “obra fallida†de su madre, y le pide a ésta que la elimine: “Lo harás, ¿verdad? Prométemeloâ€. Aurora mata a su hija dormida con el beneplácito de ésta, y se ve a sà misma como mártir: “Me abandoné a todo mi dolorâ€, piensa. El asesinato es la culminación del idealismo ilimitado y de un vitalismo ferviente, sin duda hijos de su tiempo, pero también de un delirio personal, que si bien no era único en aquella época convulsa, tampoco deja de ser extraordinario. Si la paranoia era entendible por las circunstancias históricas, como quiere sugerir el autor, éstas en ningún caso adquieren la entidad ni para disculpar ni para desdeñar el terrible desenlace de la relación materno-filial, al menos en la novela.
Los motivos de Aurora está compuesta de tal manera que, de descuidarse, el mismo lector podrÃa fácilmente comprar el argumento paranoico de Aurora, justificar sus métodos eugenésicos y totalitarios, y minimizar el crimen. De hecho, es esto mismo lo que le ocurre a Hackl. Si Aurora convence a su hija de que es una obra fallida, éste asiente en el post-scriptum al aceptar que todo se trata de un fracaso: a Hildegart “su clarividencia no la salvó. Pero el hecho de que hayan fracasado ambas, ella y su madre, no es ninguna indicación de que debamos abstenernos de luchar por lo que lucharon ellas†(la cursiva es mÃa). La cita de Guntram Vesper que precede a la narración apunta en el mismo sentido—eran personas extraordinarias que explotan por la presión del entorno. Pero la realidad es que ese entorno también oprimió a tantas otras que no terminaron asesinando a su hijas. Hackl querÃa comprender a Aurora y termina persuadido. Si algo aprendemos de la paranoia en Los motivos de Aurora es que es sutil a pesar de su grandilocuencia, se filtra por el lenguaje (del “fracasoâ€, de lo “fallidoâ€), y es altamente contagiosa.