La editorial Mardulce tras recuperar obas de ficción de Cynthia Ozick como Los papeles de Puttermesser o La galaxia canÃbal, y Metáfora y memoria. Ensayos reunidos, en el terreno de la no ficción, publica CrÃticos, monstruos, fanáticos y otros ensayos literarios, publicada originalmente en 2016, y que, aunque se centra en el contexto norteamericano, supone de lectura (casi) obligada para reflexionar sobre qué es la crÃtica literaria o, mejor dicho, cómo se debe de llevar a cabo en un contexto como el actual y su importancia en la esfera cultural.
En ensayos anteriores, Ozick habÃa mostrado abiertamente su preocupación sobre el devenir de la literatura debido a una pérdida de lectores o el desplazamiento de estos hacia otros espacios. Sin embargo, y aunque esto está presente en los diferentes ensayos que componen CrÃticos, monstruos, fanáticos y otros ensayos literarios, en esta ocasión la escritora norteamericana habla de la crÃtica literaria, asà como del escritor serio y exigente que deberÃa estar ajeno a campañas promocionales, modas e, incluso, imposiciones editoriales. En uno de los ensayos, Ozick recupera los planteamientos de Jonathan Frazen en su famoso artÃculo pidiendo más lectores para sus novelas y apostando por una literatura que supedite su calidad y su exigencia intelectual en aras de tener más lectores; y la respuesta de Ben Marcus al texto de Frazen, quien defendÃa una literatura más elitista, exigente, ajena a cualquier condicionante y que debe encontrar su sentido final en sà misma. Ozick introduce más discusiones y planteamientos que pueden seguir una y otra tendencia, mostrando que no es un tema exclusivo de nuestra contemporaneidad, sino que viene de lejos: es una problemática sin resolución aparente; sin embargo, Ozick encuentra -ya lo ha expresado anteriormente en otros textos- un constante empeoramiento y empobrecimiento de la literatura.
En este contexto en el que Ozick percibe una clara pérdida de lugar de la literatura seria, exigente, que pretende trascender y alcanzar un sentido artÃstico, se centra en la crÃtica literaria. En este sentido, la escritora norteamericana no esconde -nunca lo hace- una clara posición con la que se puede o no estar de acuerdo, en todo o en parte, pero que defiende con pasión y criterio, al diferenciar entre formas altas y bajas, lo mejor y lo peor. El miedo de Ozick reside en que la pérdida del crÃtico literario, entendido este como una extensión del trabajo del escritor, y no un reseñista, comentarista o simplemente comentador en redes sociales o en portales de ventas de opiniones que, aun pudiendo tener su validez desde determinado punto de vista, no pueden compararse con un trabajo crÃtico y analÃtico serio. Es decir, Ozick identifica una creciente confusión no solo a la hora de evaluar, también a la hora de atender a todo con la misma atención. La escritora y ensayista, de manera más o menos explÃcita, reivindica la necesidad de diferenciar entre alta y baja literatura. A este respecto, no se puede negar tanto que es capaz de desarrollar un pensamiento más que fundamentado, como que abraza en determinados momentos algunas posiciones que pueden parecer elitista en su superficie. Y, sin embargo, no lo son. O no lo son del todo: Ozick no habla de una crÃtica seria y elaborada desde y para una élite lectora, todo lo contrario. Se lamenta, y con cierta razón, de que el espacio público dedicado al pensamiento, a la reflexión y a la crÃtica han quedado relegados y sustituidos, en el mejor de los casos, por reseñas breves. En el peor de los casos, por simples comentarios y opiniones, fugaces e intrascendentes, pero que sirven, en el momento de su emisión, a diferentes propósitos no ajenos, a veces, a intereses mercantiles.
De este modo, Ozick ahonda a través de sus ensayos en diferentes figuras de la escritura y la crÃtica literaria para crear un cierto mapa que, en su desorden, sirve a sus propósitos de manera brillante para reclamar la necesidad de un espacio para el ejercicio de la crÃtica a la par que un sentido amplio del término y acometerla como una labor de escritura con identidad propia, sin necesidad de condicionantes e intereses externos y que no permanezca a un grupo reducido, y menos aún exclusivo; sino que llegue a los lectores, que tenga incidencia en la esfera pública para que de este modo el pensamiento crÃtico no quede relegado de la sociedad.