El compositor e investigador musical Benet Casablancas entrega en Paisajes del Romanticismo musical (Galaxia Gutenberg, 2020) un magnÃfico ensayo, un libro en el que se percibe un trabajo personal de años de escritura y de reflexión, también de disfrute, para internarse por la música del Romanticismo a través de algunas de sus constantes y que vienen ya delimitadas en su subtÃtulo: soledad y desarraigo; noche y ensueño; quietud y éxtasis. Un recorrido del estancamiento clásico a la plenitud romántica, que arranca a mediados del siglo XIX y llega hasta mediados del siglo XX buscando ecos en el siglo XXI.
Paisajes del Romanticismo musical, a través de sus casi seiscientas páginas, resulta un itinerario apasionante tanto en su análisis contextual como en sus estudios musicales que, sin embargo, puede requerir en determinados aspectos conocimientos previos de música para una comprensión plena. Algo que no anula la posibilidad de que el lector no conocedor del lenguaje musical ni con conocimientos de composición pueda disfrutar de su lectura.
Casablancas parte de unos conceptos que podrÃan considerarse básicos en la conformación de la sensibilidad estética y artÃstica del Romanticismo. Imaginarios que trabajaron desde la literatura, la pintura y la música para conformar un movimiento plenamente revolucionario cuya influencia es fácilmente rastreable desde su aparición. Tras exponer de manera teórico/contextual esos conceptos, Casablancas se adentra en diferentes obras musicales para ahondar en la composición como vehÃculo para, desde la abstracción de las notas musicales, transmitir unas ideas y unos sentimientos y crear unas imágenes que escritores y pintores coetáneos estaban expresando a través de otros lenguajes.
AsÃ, comienza en el clasicismo musical con Haydn, continúa con Beethoven y se va sumergiendo en un recorrido que no es del todo lineal ni cronológico, ni falta que hace, sino que absorbe la libertad creativa romántica y se erige como un caminante -der Wanderer- que se mueve entre autores, que crea un diálogo constante con otros creadores fuera del ámbito musical como Novalis, Hoffmann o Goethe y en pintores como Friedrich.
Pero quizá, más interesante, resulta cómo Casablancas entronca el Romanticismo con las vanguardias del siglo XX y con otros compositores como Bartók, Stravinsky, Debussy, Ives, Harvey o Messiaen, entre otros, y siempre, en todo momento, con la sombra de Wagner como presencia insoslayable de manera directa o indirecta. AsÃ, Casablancas compone un recorrido orgánico, como muchas fugas creativas individuales, pero atendiendo a una pulsión que permanece con el paso del tiempo y que puede rastrearse en todo tipo de creadores mostrando cómo las herencias artÃsticas y culturales son tan importantes como partir de ellas para conformar nuevos espacios expresivos. Y, a su vez, Casablancas ofrece la suficiente apertura discursivas como para proponer al lector que se deje llevar -de nuevo o que las descubra- por las obras musicales que propone a la vez que mediante su más que documentado trabajo tenga a su disposición un sinfÃn de referencias bibliográficas a partir de las cuales seguir explorando los diferentes temas que propone.