La acción de Cosas pequeñas como esas se sitúa en las vÃsperas de la Navidad de 1985 en la ciudad irlandesa de New Ross, en County Wexford. El personaje principal es Bill Furlong, quien vive de la venta de carbón y madera. A diferencia de otras obras de Claire Keegan, no estamos en un territorio familiar convulso y violento, sino que el ambiente familiar de Furlong se asienta en las coordenadas de una clase obrera más o menos bien asentada y fortalecida por una ética del trabajo que ha permitido a Furlong y a su mujer tener varias hijas y perspectivas tanto de presente y de futuro. En este sentido, Keegan se aleja de las atmósferas asfixiantes de sus relatos y novelas anteriores y parece mirar, en cierta manera, a un realismo casi dickensiano en tanto a que persigue con su realismo descriptivo y narrativo conformar un territorio que apele a lo real a la par que ofrezca lecturas más amplias sobre un tiempo y un espacio más allá de lo concreto.
Furlong, a pesar de esa aparente felicidad en la que vive, sueña con otras posibles vidas. Alternativas vitales que no responden a la dureza de su dÃa a dÃa, sino simplemente fugas mentales que le sitúan en otros lugares a pensar en decisiones del pasado que podrÃa haber tomado de manera diferente. Al fin y la cabo, vive sumido en un cierto trauma: nunca conoció a su padre. Su madre, embarazada de él, trabajaba para la señora Wilson, quien acogió a su madre y a él para que no quedasen desamparados. Un pasado que revivirá en el presente de Furlong cuando entregue un pedido en un convento, donde descubrirá a un grupo de niñas y adolescentes haciendo trabajos de limpieza en condiciones dudosas. El contacto de Furlong con una de las jóvenes hará que cuestione los propósitos reales de que estén allÃ. Algo que le hace pensar en su madre, en cómo aquella mujer, la señora Wilson, ayudó a que saliese hacia delante siendo madre soltera, mientras que Furlong sigue preguntándose quién es su padre cuando, de repente, una posible luz sobre su identidad surge ante él.
De esta manera, Keegan aúna pasado y presente de Furlong, lo Ãntimo de su vida con una situación general que solo se conoce al final del libro y que enlaza la ficción de Keegan con unos sucesos reales: las llamadas LavanderÃas de la Magdalena, también conocidas como Asilos de la Magdalena, fueron administradas por la iglesia católica y el Estado irlandés y se mantuvieron activas hasta el año 1996. Durante ese tiempo, se estima que la cifra de mujeres que fueron retenidas ilegalmente oscila entre las diez mil y las treinta mil; y no fue hasta el año 2013 que el estado irlandés pidió perdón de manera pública por lo ocurrido. Aunque la literatura de Keegan ha mostrado casi siempre una tendencia hacia las zonas oscuras, en Cosas pequeñas como esas la escritora opta por una mayor luminosidad a pesar de la dureza de aquello que plantea en su tramo final; pero, como Furlong, como su madre, siempre habrá posibilidad de una vida mejor.
En Cosas pequeñas como esas, Keegan ofrece una novela breve mediante un trabajo magnifico de concesión, tanto descriptiva como narrativa y dramática, capaz de crear un relato de mimbres históricos en el que destaca a su vez ese retrato de la cotidianidad de un hombre que vive una vida en apariencia ordenada, pero que esconde sombras internas y dudas personales en un contexto en el que espacios que deberÃan ayudar a las personas con problemas devienen en lugares de explotación. Pero en medio de esa zozobra, social e individual, Keegan apela a un humanismo profundo que conduce al lector a un final conmovedor.