En el café de la juventud perdida
Patrick Modiano
Anagrama
Traducción MarÃa Teresa Gallego Urrutia
En el cafè de la joventut perduda
Proa
Cuando afirmamos conocer a alguien, o cuando actuamos como si este conocimiento fuera cierto, ¿acaso nos basamos en algo con más pretensión de solidez que un conjunto de fragmentos inconexos? ¿Depende nuestro conocimiento de la intensidad de la relación, o de su calidad? ¿Con qué armamos nuestro juicio? ¿Con la deducción o con la intuición? ¿En qué grado podemos asegurar que una es más fiable que la otra?
En el café de la juventud perdida es un recorrido por el ParÃs de los primeros 60, del Bois de Boulogne a Montmartre y de Montparnasse al Odeon, agotando la cartografÃa de la ciudad canalla y, bajo la inspiración de Lautréamont y Rimbaud, detenernos en la efervescencia de la Rive Gauche para salir disparados hacia el Marais, virgen todavÃa de segundas residencias de brokers norteamericanos en busca de la “autenticidad†que no desembarcó del Mayflower; el Boulevard Sant-Germain sólo de paso, y el barrio de l’Étoile reservado para las noches de locura en que se ha vendido un artÃculo a uno de los innumerables números 0 de cualquier revista condenada a muerte por inanición. Siempre siguiendo los pasos de la enigmática Louki, esa chica de la que todos nos podÃamos haber enamorado porque en aquel medio de poetas con vocación de malditos y profetas de la absenta, el objeto del deseo no podÃa ser otro que la mujer independiente, autosuficiente, liberada y, ai-là s, inconquistable.
Una Louki que solamente llegamos a conocer fragmentariamente en las voces de los hombres que se cruzan en su vida en diferentes momentos y situaciones: un presunto estudiante adolescente fascinado por el descubrimiento de la vida bohemia; el “capitán†Bowling, permanentemente atareado con su registro de entradas y salidas del Condé, el café-refugio (¿y hogar?); Caisley, un adulto de oscuro pasado y memoria fotográfica empeñado en seguirle el rastro; y Roland, amante ocasional con vocación de permanencia y obsesionado por el Eterno Retorno de Nietzsche. Todos ellos persiguiendo su inalcanzable fantasma y, como el propio lector, rendidos entre las ineluctables redes de la fascinación.
El empeño de permanecer al margen, de nadar a contracorriente, personalizado en unos outsiders que sembraron la disidencia para dejar de ser perdedores y que reclamaron su papel en una sociedad que no era la suya, en esos mismos boulevares de ParÃs, en unos esperanzadores dÃas de Mayo de unos pocos años después.
Doisneau y Cartier-Bresson cartografiaron aquel ParÃs efervescente mediante imágenes inolvidables. Modiano complementa el mapa con un conjunto de personajes desarraigados cuyo destino es vagar en busca de una identidad perdida por las esquinas del Barrio Latino.
ArtÃculo más que interesante. Da ganas de leer a Modiano, ir a ParÃs y enamorarse.
No es poco.