Toda literatura que se precie evita el lugar común (“De todos modos, no lo voy a contar todo. Porque, bien mirado, no ha pasado gran cosaâ€), redirige su impulso antiimperialista contra sà misma. Para escribir, hay que rechazar el vocabulario impuesto por la invasión de lo cotidiano, la migración que fusiona emoción con lenguajes impropios, “uno puede responder al llamamiento o ignorarlo, pero difÃcilmente conseguirá tomarle las medidas con una cinta métricaâ€. Al pensar, el novelista y ensayista polaco Adam Zagajewski (Lwów, 1945) escruta las profundidades, revela los negativos aclarados, devuelve la luz a las partes en sombra. En las exégesis de Una leve exageración (Acantilado, 2019; Traducción de Ana Rubió Rodón y Jerzy SÅ‚awomirski) persigue lo intangible, representa búsquedas no solo de experiencia, sino de recreación.
“¿Se puede considerar realmente una excursión, si uno peregrina a sus recuerdos, a lo que ya no existe?â€. No es el nihilismo, sino la humanidad, la culta degradación que conduce a la imposibilidad. No oculta el autor de AsimetrÃa (2017) su interés por la rehabilitación de las peripecias que nos alteran irremediablemente, consciente de que “cada dÃa tomamos la decisión, escogemos entre izar la bandera blanca de la rendición o el gobelino policromo de un poemaâ€. Deconstruye la parálisis del idioma que empleamos, hasta el abuso, como un arma de colonización masiva. Frente a la violencia de las categorÃas, reflexiona sobre la apropiación nacionalista del léxico, desarmado, reconvertido en “necesidad de salir del pozo del silencioâ€.
Colecciona sus prosas Zagajewski, explora con ellas las posibilidades metafóricas de manifestaciones que esclarecen el opaco entramado de la dificultad: “¿Qué puede decir uno del vacÃo, de la ausencia, de lo que no ocurrió?â€. Su juego psicológico de ratón y gato nos conduce a través de los intricados interludios que el narrador de En defensa del fervor (2005) teje, vinculados no a una articulación desprejuiciada, sino a sus visiones, obsesiones, fascinaciones, porque “no sabemos esclarecer nada, y nos limitamos a repetir: esto es la verdad, esto es el amor, esto es la muerteâ€. Se enfrentan a la incomunicación afrentas de estilo, resumidas por el coeditor de la revista literaria Zeszyty literackie en planes prolijos contra el eurocentrismo ilustrado.
Definiciones de una alegrÃa trasnacional se deleitan en impulsos lexicográficos que apuntan a la injusticia que nos oprime; dado que “quien está a caballo entre la vida y la muerte no confÃa en programas ni manifiestosâ€, se debate el poeta entre las posibilidades del retruécano y los lÃmpidos argumentos, ejecutados aleatoriamente, a merced de la avalancha del doble sentido, en manos de una curiosidad de ojos abiertos, con ciego escepticismo. Retazos de Bildungsroman conducen a libérrimas viñetas desordenadas (“la biblioteca es la región del amor libre, invita a romances sin compromiso, a relaciones pasajerasâ€), deambulan a través de literarios lugares insospechados.
“Una leve exageración: de hecho, una buena definición de la poesÃa (…) Exagera, realza innecesariamente los trazos y las lÃneas de la realidad, hace que a la realidad le entre calentura y que baileâ€.
Incurre el vate de Antenas (2007) en una lÃrica que perturba piedades con existencial impasibilidad, no exenta de conciencia. Poscolonial, parafrasea el Premio Princesa de Asturias 2017 su transparente mantra, un ritual de gratitud en referencias preventivas (“Siempre tenemos que aumentar o disminuir lo que nos hiere o nos produce alegrÃaâ€). Paga sus cuotas académicas a modo de erudito exoesqueleto, espinoso acusa trabajos no carentes de oficio. Nos mantiene a una intelectual distancia su sombrÃo humor a base de “suspensión, de espera, de preparativosâ€.