De entre las muchas virtudes que se derivan del trabajo de Albert Einstein, en concreto, de su Relatividad Especial, se encuentra la plasticidad del tiempo. Dependiendo de las condiciones, cada quien lo experimentará de maneras distinta. Quienes vivan en el entorno de una estación espacial, alejados de la superficie terrestre, envejecerán unos microsegundos más rápido que quienes nos quedamos aquà abajo, de la misma forma que quienes se acerquen a la superficie de un objeto de gravedad vasta, cómo una estrella de neutrones o un agujero negro, experimentaran el paso de unas cuantas horas antes de volver a su nave espacial, dónde el resto de la tripulación habrá esperado su regreso durante décadas. La misma clase de fenómenos se observan a velocidades superiores a lo humanamente posible, y quien sabe qué otras condiciones podrán encontrarse a lo largo y ancho del Universo que perturben la tranquilidad que observamos en el espejo del tiempo.
Esta interpretación, que cuenta con evidencia experimental, fue a la que Einstein llegó después de muchas reflexiones y cálculos, aunque es posible que en otras condiciones el tiempo se comporte de maneras aún más extrañas. Es con esta sospecha como Alan Lightman da inicio a Los sueños de Einstein (Libros del Asteroide, 2019), una colección de pinceladas a otros mundos en los que la lÃnea entre el pasado y el futuro toma formas distintas a las que estamos acostumbrados. Fechadas entre el 14 de abril y el 28 de junio de 1905, estas visiones forman el marco de supuestas cavilaciones por las que Einstein pasó sus noches previas a la publicación, en septiembre de ese año, de Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento, artÃculo de gran importancia para su carrera.
Contrario a lo que pudiera esperarse, pues además de profesor de humanidades Lightman ha sido también profesor de fÃsica en MIT, estas no son micro narraciones de ciencia-ficción. Más bien, fantasÃas de lo mundano informadas por modelos especulativos sobre el tiempo. En uno de estos mundos el tiempo se interrumpe a intervalos, en otros tiene una naturaleza fractal. Hay unos en los que es contrario al crecimiento de la entropÃa o en los que se focaliza en un solo punto del espacio. En otro mundo el tiempo encarna en la forma de pájaros, y la gente hace lo imposible por aprisionarlos, mientras que en otro se ha detenido por completo. También los hay en los que el tiempo no se distingue del nuestro, pero la manera en la que sus habitantes lo perciben lo vuelve extraño y ajeno.
Como casi cualquier otro diario de sueños, las entradas aquà pueden leerse sin ningún orden, aunque existe una lÃnea narrativa muy vaga que intenta conectarlo todo a través de vistazos a los ratos libres en los que Einstein trabaja, o piensa, en la escritura de Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento. De vez en cuando se asoma un interludio en el que se le muestra demasiado distraÃdo en sus arrebatos intelectuales, incapaz de hacer caso a las preocupaciones y buenos tratos de su amigo, el ingeniero Michele Besso, quien además de haber sido compañero de estudios fue quien le ayudó a encontrar empleo en la oficina de patentes en Berna. Es ahà donde ocurren todas sus visiones, excepto una; cada cual sufrida y gozada por sus habitantes, gente por lo demás común y corriente con aspiraciones y preocupaciones comunes y corrientes; panaderos, sombrereros, abogados, parejas y profesores.
Para bien o para mal, nuestra percepción del ir y venir de las cosas es una lÃnea recta en la que lo ocurrido ha quedado por detrás, envuelto en una neblina cada vez más espesa, y lo que está por venir se encuentra aún en la incertidumbre y la oscuridad. «Ahora él se ha marchado de este extraño mundo un poco antes que yo», escribió Einstein en una carta tras la muerte de Michele Besso:
«Eso no significa nada. La gente como nosotros, quienes creemos en la fÃsica, sabemos que la distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una obstinada y persistente ilusión».
Este fue el libro que colocó a Lightman en el panorama literario, pero cuenta con muchos más bajo su nombre y no estarÃa mal tenerlos por aquÃ. Con traducción de Andrés Barba, tal vez Los sueños de Einstein podrÃa ser el primero en una colección del autor que Libros del Asteroide, con sus ediciones tan cuidadas, podrÃa iniciar.