“La vida es un paÃs extranjeroâ€. Al ingresar a California la frase de Keruack le palpita en el recuerdo. La sentencia en la visa del pasaporte lo confirma. Marcado con la letra “Jâ€, quiere decir que tras una breve estancia se verá obligada a regresar a su paÃs de origen. Mientras dura podrá dar rienda suelta a su consigna: merodear la mÃtica Ruta 66, satisfacer de alguna manera el anhelo de haber nacido en los 60′. Pero aquella Califormia de la generación beat y los hippie ya no existe. La fructÃfera prole de Silicon Valley y toda su tecnologÃa parece haberlos borrado del mapa.
Es uno de los viajes reflejados en Destinos errantes, de Andrea Jeftanovic. En cada paÃs que la autora visita seguirá la ruta de uno o varios personajes. En Sarajevo será la historia del guÃa que la conduce por el túnel por donde cruzaban la frontera los civiles en el conflicto palestino-israelÃ. En California seguirá la ruta de Janis Joplin, en aquel mundo de sexo, drogas y rock and roll de la década de los sesenta. En la frontera de peruana escuchará el relato de un descendiente de aquellos refugiados que llegaron al Lima en el “Sakura Maruâ€, famoso por ser el principal medio de transporte de los inmigrantes procedentes del Japón a Perú. En rÃo de Janeiro, la ciudad de los brazos abiertos, como los de su Cristo Redentor, se perderÃa detrás de la pista de la escritora Clarice Lispector. Espacios todos donde la autora se adentra con una mirada particular y única. Jeftanovic es capaz de retratar el terror de la guerra y los sueños de la generación beat con igual capacidad narrativa, uniendo aquellos lugares en un nuevo estado: el paÃs de las fronteras.
Todos los personajes parecen sometidos a un rumbo errante, que se refleja en el destino de la misma escritora, quien emprende viaje tras sus huellas y su misterio. Ella misma debe de rastrear sus orÃgenes entre los diferentes pueblos. De ascendencia rusa judÃa y panameña por parte de madre, y serbia (de los serbios de Croacia) por el lado paterno, Jeftanovic creció en una casa donde “habÃa tres religiones, ortodoxo ruso, católica y judÃa, y hacÃan ‘todas las fiestas desde la Navidad, la Fiesta de los Reyes al DÃa del Perdón’†Doctorada en Letras por la Universidad de Beckley, comienza a cobrar renombre luego de No aceptes caramelos de extraños, por la que recibiera el premio Mejor obra de Arte de Chile. Su obra figura en antologÃas extranjeras y nacionales, y ha sido traducida a varios idiomas.
La misma Jeftanovic parece siempre en busca de un destino errante. “Odio cambiarme de casa pero amo viajar, si no hay un viaje en el horizonte no hay vida. Soy una persona de relaciones estables, pero mi mente si es errante, es errante porque está hecha de puntos de fuga. Ahora desde que tengo hijos los viajes se han vuelto ambivalentes, cuando viajo sola estoy llena de tensiones pero finalmente partoâ€, comenta la autora. “Viajar tiene algo de pensar caminando. En los viajes se mide de otra forma el tiempo y el espacio. El relato de viaje es un relato vector, que sigue una flecha secretaâ€.
Las fronteras, hoy más que nunca, parecen un sÃmbolo de la condición humana. Inmigrantes que luchan por entrar al “primer mundoâ€, pueblos que escapan de la guerra, la pobreza…
Si estamos viviendo un momento de crisis insoportable. Las imágenes de niños en Siria, en el norte de Ãfrica ahogados en el Mar Mediterráneo y en tantos puntos del planeta. Hay algo que se ha llamado la diáspora de los niños y es una pesadilla. Al mismo tiempo es complejo por qué la entrada masiva de nuevos inmigrantes a un solo paÃs puede ser insostenible. Creo que no hay nada mejor para un paÃs que la migración que se pueda aceptar con ciertas garantÃas sociales, no para que vivan en situaciones lÃmites, pero con leyes de apertura y distribución. Estoy segura que con voluntad polÃtica y organismos especializados se podrÃa hacer mejor. Yo misma soy hija de inmigrantes refugiados durante la segunda guerra mundial. No quiero ni pensar qué destino hubiésemos tenido de no ser asÃ, si Chile no nos hubiese aceptado y nos hubiese dado salud y educación a cambio de esfuerzo. Te hablo de gente que llegó sin saber una palabra de castellano y salieron adelante gracias a un trabajo duro y a un enorme sentimiento de gratitud e integración.
“Los viajes son una ruta personal que nadie más puede repetirâ€. ¿En eso se parecen a los libros?
Espero que sÃ, espero haber logrado algo asà con mis libros, que no son muchos, es una sintaxis personal. Una sintaxis que sea identificable y al mismo tiempo mute de proyecto en proyecto. Ningún viaje es un esquema de una guÃa turÃstica. Y en esta oportunidad, al intentar escribir de fronteras estaba el deseo de explorar narrativas que tengan en cuenta rupturas, catástrofes y cataclismos. Una escritura personal que tome nota del choque, de la yuxtaposición de tiempos, de la sincronÃa de lo asincrónico, de las rupturas, cesuras, discontinuidades, cortes.
Recorre varias ciudades. Qué destacarÃa de…
Sarajevo:
Lo desolado de ir a buscar tu lugar de origen y que este esté en ruinas, fue duro buscar las referencias familiares, las direcciones postales, las personas de las que tenÃas su señas y que nada de eso existiera. Como dice uno de los textos, una dirección de una casa era en el presente un cementerio. Todo habÃa sido borrado de la faz de la tierra durante la última guerra de los Balcanes. Fue el primer texto, el que yo siento como arte poética o manifiesto de este libro. Y fue un viaje remecedor, ya habÃa una trasmutación de metales en el acto de recobrar unos pedacitos del espejo y mirarse de otra forma en el azogue familiar.
Alcalá de Henares:
Muy sugestivo estar en el territorio del Quijote, fue mi primer viaje largo lejos de mi familia y fue una liberación y un calvario. Una ciudad antigua, que me llevó a buscar mi alma antigua. Y como digo en el texto ese lugar de la Mancha yo fui la que soy.
La Habana:
La Habana es otro paraÃso en ruinas, es un paÃs lleno de contradicciones. Es una ciudad gloriosa pero en decadencia, pero siempre será una ciudad privilegiada, en el que las personas son su mejor recurso. ¡Cuánta alegrÃa, cuánta solidaridad, cuánta dignidad!
California:
Una utopÃa, uno que se añora y el otro que es. Pensaba que habÃa llegado a la misma edad en la que murió Janis Joplin, a los 27 años, y que ella murió, el año que yo nacÃ, 1970. Entonces en ese espacio que yo llamo “off-on campus†pensé mucho en la autodestrucción, nada grave, sino esa pulsión que tienen unas generaciones más que otras. California fue apoderarme de la generación Beat. Yo siento enorme gratitud a ese perÃodo porque estudie gratis para completar un posgrado con los mejores profesores y compañeros.
El RÃo de Janeiro de Clarice Lispector:
HarÃa mil veces ese viaje, es la ciudad más hermosa, y más peligrosa, de las que conozco. Si pudiera elegir otra vida serÃa allà en la orilla de Copcabacana. HarÃa el trayecto de todos sus protagonistas y personajes secundarios de los libros de Lispector saliendo lanzada a distintos puntos.
Le digo lo mismo que le dije a Samanta Schweblin. Por fuera parece una mujer agradable, atractiva, cálida. Al leerle a uno enseguida se le borra esa imagen.
¡Genial, lo encuentro un piropo! Incluso lo hemos conversado con Samanta, de quien soy amiga. Sé que soy algo que no parezco, dicen que mi mundo interno es algo disonante con mi imagen externa. Mi mundo interno es más libre y atrevido, en la vida real soy tÃmida, reservada y prudente. Muchas veces pienso que hubiese sido positivo haber usado seudónimo en mi escritura. Voy con toda la carga al texto y luego me pesa ser “hija de…â€, “pareja de…â€, “madre de…†Cuando eso sucede invoco una frase de ElÃas Canetti: “Di tus cosas más Ãntimas, dilas, es lo único que importa. /No te avergüences, las públicas están en los periódicosâ€.