Escrito bajo la influencia de la métrica silábica de Marianne Moore, algo insólito en la poesÃa inglesa habitualmente compuesta según esquema acentual, Elogio de la piedra caliza es posiblemente uno de los poemas más importantes e influyentes del siglo XX.
Escrito por W.H. Auden en Italia, hacia 1948, de algún modo inauguró la segunda mitad de su obra poética. La traducción y epÃlogo de Andreu Jaume, por otro lado, funcionan como posibles llaves para acceder a la oscuridad y hermetismo de la composición.
Si el tema del poema no es otro que la proporción humana, una toma de conciencia de las posibilidades reales de nuestra condición, resulta primordial ver los tópicos dialécticos que se acentúan en la obra de Auden: el constante flujo e intercambio entre civilización y naturaleza, los sistemas morales, el choque entre la cultura nórdica y protestante frente a la de los paÃses mediterráneos, la incapacidad de la poesÃa para intervenir en la realidad social.
A diferencia de la piedra caliza, construida por el paso del tiempo con sedimentos de algas, corales y conchas, la proporción humana permanece abierta, inconclusa:
“Si forma el paisaje por el que nosotros, los inconstantes, / nunca dejamos de sentir nostalgia, es sobre todo / porque se diluye en aguaâ€.
Puede que se trate, como señala Andreu Jaume, de la interrupción que los hombres (a diferencia de las bestias) han dado mediante la toma conciencia, la irrupción de la continuidad indiferenciada de la especie. AsÃ, el poema avanza sobre la otredad, sobre aquellos que “acostumbrados a una piedra que contesta, / nunca han tenido que cubrirse los rostros por el miedo / a un cráter cuya abrasadora furia no pudiera detenerseâ€. Excepto por “los mejores y peoresâ€, aquellos que buscan las desmesuradas tierras donde la belleza y las luces sean menos públicas y externas, luego encontramos a los alcahuetes, a los traficantes de joyas, aquellos “que puedan arruinar la voz de un buen tenorâ€.
Constituida de esta forma, la tierra junto a sus voluntades (un mundo definitivamente palpable y asumido) se transforma en “una atrasada y dilatada provincia†donde “las grandes potencias asumenâ€, violentando nuestros derechos. El giro de Auden se acentúa, hacia el final del poema, frente a la incomodidad que el poeta manifiesta ante determinadas “estatuas de mármol†(podrÃamos decir normas, reglas morales, instituciones, lenguaje). Pero la pregunta de Auden trasciende estos lÃmites. Frente a la consigna de “No perder el tiempo, no ser atrapado / no quedarse atrás, no parecerse / a las bestias que se repiten asà mismas, o algo como la piedra / o el agua de curso tan previsibleâ€, la multiplicación del progreso puede incluir otras posibles formas de transformación de la materia.
Frente al silbido gastado de la mentira, Elogio de la piedra caliza debe leerse como un poema de amor (un amor que puede gozar, que puede caerse y hacerse daño), simbolizado en una inmaculada pieza de caliza.