¿Qué resulta fundamental en la trayectoria de un artista hacia la culminación de su obra? ¿Qué peso tiene un encuentro o la búsqueda interior? A estas preguntas parecen obedecer Un amor al alba e Historia de una novela, ambas de ediciones Periférica.
Por un lado, Un amor al alba es una obra de semificción donde la protagonista-investigadora da un salto en el tiempo para averiguar qué sucedió entre la poeta Anna Ajmátova y el artista Amedeo Modigliani en ParÃs. Este encuentro fue doble, el primero en 1910, mientras Ajmátova descubrÃa por primera vez la ciudad, de la mano de su marido, en decepcionante viaje de novios; el segundo en 1911, con una Ajmátova ya independizada. Durante estas páginas transcurren las elucubraciones y percepciones de Élisabeth Barillé en pos de su historia. Pero también desfilan la historia de la Rusia de principios de siglo, la búsqueda de la belleza y la libertad de Ajmátova, «una mujer sedienta de absoluto, una lanzadora de bombas»; su progresivo acercamiento a la emancipación creadora. También describe el ParÃs meca de artistas bohemios, y la vocación ineludible de Modigliani, su solemnidad y su entrega absoluta a la obra; «él busca el rayo que despierta, la luz que fulmina».
Ambos seres debÃan confluir en un mismo impulso creador, más allá de sus circunstancias, a pesar del hiato epistolar, mientras él veÃa el rostro de ella en cada piedra. En su reencuentro, la conversación hierve de mutua admiración e inspiración. Ninguno todavÃa ha visto su arte reconocido, pero el arte de uno irradia al otro como vasos comunicantes. La prosa de Brouiĺlé es sinuosa y evanescente: pasa de la supuesta conciencia de uno al otro, de los testimonios reales que han dejado algunas cartas y escritos a la pura imaginación. Al final poco importa lo que dijeron, ni saber si hubo encuentro fÃsico alguno. Puesto que realmente se trata mucho más que de una historia de amor: el tema es el deseo de creación: el deseo de la autora que persigue las sombras que van a llevarle a existencias apasionantes; y también el de ambos artistas a la zaga de su creación, siguiendo a la vez el rastro de una pasión solo insinuada, solo rozada con la punta de los dedos pero que puede suponer un instante de gracia.
Thomas Wolfe nos lleva en cambio por otra deriva: el de la obra como culminación de un camino individual: un destino que se va adelgazando a sà mismo, para después dejarse penetrar por un torrente interior, una plenitud desordenada, que conduce al caos y a la obra. En Historia de una novela, publicado por primera vez en 1936, cuenta en primera persona los avatares que supuso la preparación de su segunda novela Del tiempo y el rÃo (1935), después del éxito de la primera. Y lo que deberÃa ser un proceso relativamente sencillo acaba convirtiéndose en una aventura existencial del más hondo calado, donde todo se pone en juego, donde debe aislarse de todo estÃmulo y a la vez absorber la multiplicidad de estÃmulos de la existencia, inclusive la totalidad del alma americana, paÃs cuya voz oirá con más nitidez desde su exilio y aislamiento en Europa. Para culminar su creación, deberá fagocitar todo lo anterior.
Se atravesarán marismas, dudas, torturas acrecentadas por la soledad y la obra inacabada. Pero aquà el papel del editor será fundamental para inyectar confianza en el escritor y lograr ayudarle a acceder al espacio textual necesario. Lo más impactante del libro de Wolfe es la forma sencilla y apasionada con la que es capaz de transmitirnos su experiencia creativa, su proceso hasta encontrar su modus vivendi de escritor. El autor se halla atrapado por «aquel deseo insaciable y furioso», por esa «célula flamÃgera en mi cerebro» que no podrÃa aplacar ninguna sustancia ni persona; ninguna tranquilidad hallarÃa hasta que habrÃa completado la obra. Y, a lo largo de este camino, por fin entiende de verdad qué supone «asumir la vida de un escritor».
En definitiva, dos lecturas arrolladoras, especialmente para aquellos tocados por el fuego de la creación artÃstica.