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Paisajes míticos en una realidad fantástica

'La novia prusiana', de Yuri Buida, es una obra ambiciosa y fascinante que lleva el lenguaje y la imaginación hasta sus límites para reconstruir la realidad | Foto: Nikita Buida, Automática Editorial

«Venid y os contaré la típica historia rusa: en la que hay trama, pero no argumento»

La cita que abre este texto pertenece al segundo capítulo o relato de La novia prusiana y parece una sutil declaración de principios con relación a lo que su autor, Yuri Buida, presenta en esta obra desbordante no solo por sus algo más de quinientas páginas, sino también por un trabajo literario que se encuentra en los márgenes de la actualidad: una propuesta que dialoga en su construcción con las grandes novelas rusas al conformar un universo propio a la par que exige al lector una desplazamiento por sus páginas ajeno a las lecturas ágiles y cada vez más livianas que propone nuestro presente.

Automática Editorial

En La novia prusiana, no obstante, se puede encontrar tanto trama como argumento: y, sin embargo, es poco relevante. Sus más de cuarenta relatos están interconectados por los personajes, y por el espacio y el tiempo que habitan. A través de una (falsa) idea de fragmentación narrativa, Buida construye y crea un mundo que se rige por sus propias leyes literarias, aunque en su superficie apele a lo real. El escritor despliega una potente imaginación para conformar un territorio literario asentado en lo que podría considerarse como realismo mágico, si bien obedece más a una forma de realismo fantástico. Una mirada al mundo que se mueve entre el testimonio de lo real y la posibilidad de su reformulación mediante la fabulación para, desde ella, acceder a un conocimiento y una representación de la realidad mucho más certera que apelando a un realismo más normativo, aunque pudiese ser igual de operativo.

Buida sitúa la acción de sus historias en Kaliningrado, la antigua Königsberg prusiana, ciudad que se anexionó la Unión Soviética en 1945 al finalizar la Segunda Guerra Mundial y que fue bautizada con ese nombre en honor a Mijaíl Kalinin. El origen de Buida es precisamente esta región, a la cual sitúa en un tiempo que no es contemporáneo a su escritura, desplazándose hasta la época soviética, pero sin concretar un momento en particular, buscando una abstracción temporal que alcance una mirada más general, una esencia representacional de un tiempo pasado que pudo, o no, haber existido. Es ahí donde Buida emplaza al variopinto grupo de personajes que aparecen en los relatos, sean o no protagonistas, y que en casi todas las ocasiones responden a motes que nos informan de alguna característica peculiar de esos personajes, pero que, sobre todo, ayudan a conferir a su alrededor un espacio mítico. Buida conduce al espectador a las vidas de unos hombres y unas mujeres, en ocasiones recurriendo al animismo, que pululan por un territorio en el que la vida y la muerte se confunden, como lo hacen lo mítico y lo real. Las leves referencias al comienzo de libro de algunos datos autobiográficos de Buida apuntan hacia un libro que puede surgir de sus vivencias, del conocimiento de la zona, pero el escritor pervierte lo memorístico para conformar un universo inestable y extraño, casi tamizado por la mirada de un niño o por un recuerdo modificado mediante la interacción entre lo vivido y lo imaginado.

Los personajes se entrecruzan en unos relatos que en su fragmentación narrativa logran tener una cierta unidad en el conjunto: asistimos a cuadros vivenciales de una localidad a partir de los cuales Buida quiere recuperar un tiempo y un espacio muy particular en el que los humanos y los muertos se confunden en ocasiones, pero siempre atendiendo a vidas peculiares, aunque sean, en el fondo, tan aparentemente normales. Hay algo de indagación existencialista en las páginas de La novia prusiana, casi de un acercamiento metafísico en tanto a las posibilidades del lenguaje de alzarse como instrumento capaz de trascender la realidad y su representación literaria para hacer de lo imposible, algo probable. Buida transforma lo real en una novela, o colección de relatos conectados, poco importa lo que sea, que mira hacia las grandes novelas rusas y su profundo humanismo en tanto a considerar el gran fresco, el gran relato, como mero decorado por el que, las figuras humanas, se mueven y son, en última instancia, lo que verdaderamente importan en esta excelente novela.

Israel Paredes

Israel Paredes (Madrid, 1978). Licenciado en Teoría e Historia del Arte es autor, entre otros, de los libros 'Imágenes del cuerpo' y 'John Cassavetes. Claroscuro Americano'. Colabora actualmente en varios medios como Dirigido por, Imágenes, 'La Balsa de la Medusa', 'Clarín', 'Revista de Occidente', entre otros. Es coordinador de la sección de cine de Playtime de 'El Plural'.

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