Mientras el resto de alumnos juegan a fútbol en un colegio religioso de la zona alta de Barcelona, un grupo de amigos, cómplices de sus rarezas, se reúnen a la hora del recreo bajo la escalera del patio central. Allà comparten lecturas, y su pasión por El Club de los Cinco de Enid Blyton. Pero Manuel Rovira, un chaval más fuerte y más alto, les molesta, les pone motes, e intenta humillarles ante sus compañeros.
Pasan 35 años y el matón de la clase queda, en el reservado de un restaurante, con uno de aquellos chicos tÃmidos e introvertidos, Mario Suelves. Ese encuentro, que tiene algo de venganza pero también de la necesidad de cerrar heridas, es el punto de partida de El Club de la Escalera, la primera incursión del periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán en el teatro. El texto, publicado por Plataforma Editorial, se puede leer también como una suerte de novela dialogada.
La ficción es vital para los jóvenes miembros de El Club de la Escalera e, influidos por las costumbres británicas de los internados que conocen gracias a la lectura de Blyton, intentan amoldarse. Suelves pide a su madre que, ya que vienen sus amigos a merendar a casa, le traiga bollos de jengibre. Pero en aquella Barcelona de 1970 lo máximo que se encontraba en las pastelerÃas eran croissants.
La pieza, estructurada en un único acto, viene presentada por el prólogo de Ferran Barri, psicólogo especializado en el bullying, término que tristemente se instala en nuestro lenguaje de forma definitiva después del suicidio, a causa del acoso escolar que sufrÃa, de Jokin Ceberio. Era septiembre de 2004 y faltaban cuatro dÃas para que cumpliese los 14 años. España, con esta tragedia, se dio cuenta por fin de que el maltrato psicológico no era “cosa de niñosâ€.
El bullying, según Barri, lo que intenta es deshumanizar al acosado, llegándole a marcar de por vida en algunos casos. Nos dice el experto que, incluso, “los hijos de las vÃctimas tienen más propensión que el resto de la población a sufrirlo en sus carnesâ€. Por ello el texto que ofrece Vila-Sanjuán, pese a que no es exactamente literatura juvenil (tiene algo de obra generacional), puede funcionar como lectura dramatizada en institutos porque, huyendo del maniqueÃsmo fácil, presenta de forma clara los peligros de acciones que suelen interpretarse como simples bromas de mal gusto.
“La imbecilidad no se cura con el mero paso de los añosâ€, escribe el filósofo Javier Gomá en el epÃlogo del libro, donde nos recuerda que la única opción para combatir con eficacia el maltrato es mediante la educación.
Aunque pueda parecer que Vila-Sanjuán se aleja del registro al que nos tiene acostumbrados, en realidad lo que hace el autor es profundizar en la recreación de una ciudad que vivió y que quiere recuperar a partir de la memoria y la ficción. Si en el 2010 publicó su primera novela, Una heredera de Barcelona, en el 2013 fue reconocido con el premio Nadal por Estaba en el aire. También hay en El Club de la Escalera, a la vez, la intención de poner en práctica algunas de las tesis que ya apuntó en su ensayo Código best seller.
El tenso encuentro entre Rovira y Suelves da un giro cuando aparece en escena Dafnis, una especie de médium que, a través de una pantalla, enfrenta a los personajes a su pasado. Por allà pasan otras de las vÃctimas del acosador, como Mata, Conde o Suau, que son arquetipos de las tres principales formas del maltrato: estigmatizar al diferente (la homofobia, por ejemplo), el clasismo (por procedencia o nivel económico) y, finalmente, quien representa el sÃndrome de Estocolmo.
Es, del mismo modo, un guiño, un homenaje, a Cuento de Navidad de Dickens, aunque aquà los fantasmas se han actualizado y utilizan la tecnologÃa para zarandear el presente y, quién sabe, transformar el futuro inmediato.
Rovira es un manipulador, sÃ, pero tiene éxito porque es rápido, sarcástico. El humor se convierte en una herramienta cruel. Llama PitagorÃn o Brujita a sus interlocutores, intentando reducirlos al terreno de la caricatura. Pero el encierro en una sitio tan concreto como el reservado de un restaurante (la acotación del espacio recuerda a La ratonera de Agatha Christie) le debilita. Encontramos asà la herida del personaje, que es el de una sociedad entera. La que no sabe detectar a tiempo sus peores lacras.
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