“La extravagancia, mejor dicho el desenfreno, es que lo tienes que tener aunque te cueste la vida, como el amor, el fumar, y combina igual de bien con la pasión, lo que pasa es que la extravagancia perjudica […], la extravagancia tiene efectos indeseados, es una enfermedad.â€
Evangelio esquizofrénico, de Bohumil Hrabal (Brno, 1914 – Praga, 1997), reúne una serie de escritos que fueron censurados por el régimen comunista y no vieron la luz en su lengua original hasta el año 1991. Ahora La Fuga Ediciones los publica en traducción española de Montse Tutusaus.
Hrabal vivió la Primera Guerra Mundial, la ocupación alemana, la Segunda Guerra Mundial, la dominación soviética, la censura comunista y la Primavera de Praga. Se desempeñó como oficial de notarÃa, escribiente, viajante, artillero en el ejército, prensador de papel, obrero metalúrgico, tramoyista y ferroviario. Aunque no en este orden. Durante mucho tiempo, una parte de su obra, censurada por el régimen comunista, circuló de manera clandestina en las ediciones ilegales conocidas como Samizdat. A este perÃodo pertenece una novela tan notable y representativa como Yo servà al rey de Inglaterra (1971), que, sirviéndose de una estética acumulativa y barroca —cabe destacar, entre tantas y tan libérrimas escenas, el mÃtico y dispendioso banquete de los capitostes abisinios—, pasa revista al siglo y sus excesos.
Como apunta su biógrafa, la escritora y traductora Monika Zgustova, Bohumil Hrabal pertenece a la misma estirpe de escritores que Franz Kafka y Jaroslav HaÅ¡ek; se defiende del mundo por el amor y el arte, frente al absurdo de Václav Havel y la digresión explÃcitamente filosófica de Milan Kundera. El destino del pueblo checo aparece conjurado en la prolijidad desordenada —tributo a la oralidad— pero sustanciosa de Hrabal, que alcanza una interminable variedad de registros o gestos literarios y se sirve del humor como incisiva forma de resistencia.
A caballo entre la tradición popular y la vanguardia estilÃstica, la prosa torrencial y desmandada de Evangelio esquizofrénico delata la intención burlona, bufonesca, y el fondo rebelde del autor. El primer relato, fechado en 1951, da tÃtulo al volumen y ofrece una versión de la vida de Jesús que, más que apócrifa, resulta delirante e irreverente. Un accidental y accidentado mesÃas, con el gesto torpe y una aureola de quita y pon, se muestra tan impotente como el que más, encharcado en el dolor y la miseria.
“En la cúspide de la pirámide estaba el Padre lavándose los pies en el corazón del hombre.â€
“Jesusito se subió a una colina a escribir un texto automático y un comentario del mismo. Lo que pasa es que, estando allà de rodillas, se le formó la aureola y por poco incendia el bosque.â€
“Jesusito iba gritando todo esto cuando de pronto se cayó y, con la cara hundida en la tierra, tuvo un ataque y una iluminación y vio que el mundo tal y como era estaba condenado a la perdición porque Dios es lo que hacÃa él, pero también lo que hacÃan los demás.â€
Las desventuras del viejo Werther (1949), que acusa la influencia del monólogo de Molly Bloom de James Joyce, fue publicado en 1964 con el tÃtulo de Clases de baile para mayores y alumnos avanzados. En su prólogo a la edición de 1981, recogido en este volumen, el autor habla de una época en que vivÃa en casa de un “detective de la policÃa moral†y veÃa a menudo a su tÃo Pepin, con el que iba al cabaret o de visita y creaba textos que ellos llamaban protocolos, auténticos aluviones de frases que quedaron en barbecho hasta la fecha, tardÃa, de su publicación.
El tÃo Josef o Pepin, personaje de la misma familia literaria que el soldado Å vejk, se llama como el tÃo de Hrabal y está enteramente inspirado en él, en sus correrÃas, experiencias y narraciones orales. Quijotesco en sus arranques, esfuerzos y visiones, este zapatero que trabajaba como obrero en la fábrica cervecera es el protagonista de la mayorÃa de los relatos, pero también de novelas como La pequeña ciudad donde el tiempo se detuvo (1974). Para definirlo, a él y a los de su raza, Hrabal acuñó el neologismo pábitel, traducido a menudo como “palabristaâ€, término que designa a un parlanchÃn con inspiración de profeta. Todo cuanto decÃa y hacÃa el tÃo Pepin —bailes desenfrenados, trifulcas fingidas, reverencias militares— provocaba salvas de risas. Además, se equivocaba con las palabras y asÃ, entre otras célebres confusiones, le asignaba al adjetivo “epiléptico†el significado de rabdomante o buscador de pozos. En la introducción al relato, dice Hrabal:
“Era el palabrista número uno, mi musa, el narrador que estaba ya no solo por encima de mà sino por encima de todo lo que jamás he oÃdo.â€
“Para el tÃo Pepin todo era hermoso, los recuerdos más terribles de la guerra recibÃan de él el mismo trato que el rostro de una muchacha.â€
“Asà durante más de cuarenta años el tÃo Pepin ayudó a la gente a encontrar pozos enterrados de risa y alegrÃa mágica porque tenÃa algo de los ingenuos devotos, de los rabinos milagrosos, algo de los cronistas y de los fabuladores.â€
El relato es un flujo ininterrumpido, un totum revolutum de anécdotas vivaces que cubren un sinfÃn de estratos sociales, por los que transita, como un trickster lúbrico y alcoholizado, el tÃo Pepin, a golpe de hipérbole y guiños de payaso, “arrastrado por la urgencia de la imagen que surgÃa como un hongo atómico delante de élâ€. Hay episodios que aparecen, reformulados con otras palabras y en otro contexto, en obras posteriores; ello se debe a que remiten a un magma vivencial, autobiográfico por aproximación o por contagio. Las desventuras del viejo Werther constituye una digresión perpetua que bordea la locura, como atestigua su sintaxis dinamitada. La omnÃmoda pulsión erótica coexiste con una violencia caótica e ininteligible. Por estas libérrimas páginas desfilan militares fanfarrones, párrocos lascivos, carniceras alcoholizadas. Y también la sÃfilis, la promiscuidad, la guerra, las miserias matrimoniales, todo entremezclado con la locura y la desesperación, y coagulado por un humor negro, salvaje y corrosivo.
“Y entonces dejó la sombrilla en el prado y se tumbó, yo estaba sentado apoyado en los codos, y ella que dobla las bragas y ¡no llevaba piernas!, al revés vaya, y yo me excité como un loco.â€
“Aquà está el hombre y aquà la mujer, el deseo los pega y el cura ya puede decir misa que no hay nada que hacer, pero si finalmente se deciden a pasar por el altar, entonces sà dejan de quererse.â€
Los tres relatos finales, Cuento de enero, Cuento de febrero y Protocolo o Contribución al Renacimiento, todos del año 1952, focalizan asimismo en la figura del tÃo Pepin y se prefiguran, por tanto, como nuevas entregas de las aventuras fabulosas y extravagantes de este personaje único, tan crispante como enternecedor y entrañable, narradas desde una primera persona engañosa que remite al autor, aunque no cabe tomarse el elemento autobiográfico al pie de la letra. En ellos, el protagonista comparte vivienda con su tÃo y acaba asumiendo su indisciplina y caos vital, si bien trata infructuosamente de poner freno a la mugre y a la pereza del tÃo, que, por no cocinar, se alimenta de malta, mendrugos de pan y aguardiente. Sin prisa, cuitas ni decoro, el tÃo Pepin camina feliz y despreocupado, siempre dispuesto a llevarles flores a las señoritas.
Mención aparte merece CaÃn. Relato existencialista (1949). Se trata, con diferencia, del relato más tradicional, lineal y bien resuelto de la antologÃa; el menos experimental y el más “peinadoâ€, al decir de Zgustova. Se dirÃa que pertenece a otro escritor, y demuestra la versatilidad de Hrabal como narrador. Este relato, inspirado en El extranjero de Albert Camus, fue el germen de la célebre novela Trenes rigurosamente vigilados (1965), llevada al cine en 1966 por Jiřà Menzel. Ambos textos se basan en la experiencia de Hrabal como obrero ferroviario en la pequeña estación de Kostomlaty, donde veÃa pasar regimientos silesios y convoyes de las SS, y donde fue testimonio de la barbarie y del absurdo de los conflictos bélicos. CaÃn comparte con el resto de los relatos de esta antologÃa la referencia a Jesucristo:
“Jesús se me iba acercando, y acercando, hasta que al anudarme la corbata en el vidrio de su imagen me hermané con él; no hubo objeciones. Comprendà que Jesús habÃa cogido las riendas de su destino, que no lo rehuyó aun sabiendo perfectamente lo que le esperaba. Necesitaba una prueba de su sacrificio. Como si se tumbara en la vÃa y esperara a que pasara el tren.â€
El protagonista de CaÃn, que tras su frustrada tentativa de suicidio vuelve a la estación de trenes y reanuda su dialéctica con los crucifijos, conceptúa el suicidio como una práctica ética y estética, como un acto de absoluta libertad que emana exclusivamente de uno mismo —“Sentà que la voluntad me alcanzaba los lugares más periféricos del cuerpo. Por primera vez me conocÃa a mà mismo y por primera vez podÃa expresarme de forma matemáticaâ€â€” e incluso como una estrategia para doblegar a Dios y devolverle “lo que les hizo a nuestros abuelosâ€. El propio autor concebÃa el suicidio como un acto valiente, furioso y clarividente, que implicaba contradecir y violentar el instinto de supervivencia. El relato Las desventuras del viejo Werther contiene una suerte de catálogo de suicidios, ejemplares o no, y en una novela posterior, Una soledad demasiado ruidosa (1976), el personaje principal acaba con su propia vida.
Apunta Zgustova que Bohumil Hrabal, que siempre se consideró más un testigo de su época que de su conciencia, rindió homenaje al ciclo de la vida. En sus obras buscó reflejar la realidad, contenerla para transmutarla y trepar hasta el mito, en virtud de su prodigiosa imaginerÃa literaria. Como sus queridos pábitelé, fue capaz de metamorfosear una realidad trágica en placer estético, aunque no por ello menos patético. Dio cuenta de un mundo ya desaparecido, con un estilo libre, abigarrado, desbordante de asociaciones venturosas y hallazgos felices. Y se ganó un lugar en el disoluto, esquizofrénico cielo de los palabristas.
“Hay que beber vino reforzante, como los artistas que tienen el celebro ahuecado, tiene que ser gris y lleno de pliegues, tiene que haber ondulación en la cabeza y es justo en las espirales estas donde surgen los pensamientos.â€