Suicidio inmaculado

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 Arnaldo Calveyra | Frame | Youtube
Arnaldo Calveyra | Frame | Youtube

“Alguien dijo una palabra que más tarde conoceríamos en toda su mancha de tinta”.

Así comienza Novela (Adriana Hidalgo editora, 2014), de Arnaldo Calveyra, con ese característico humor sombrío, nihilista, que marca un hito: la primera aparición desde Samuel Beckett de un escritor que innova al mismo tiempo poesía y prosa. Novela logra cambiar por completo nuestra visión de la literatura. A medida que la narración se despoja de la identidad de sus personajes, de su esquema de tiempo, incluso de la realidad de los hechos mismos, el narrador intenta imponer el sentido, hasta que la muerte irrumpe en el relato.

El protagonista de Novela, a la deriva en la alienante metrópoli, pronto se da cuenta de que sus deseos no se cumplirán de forma convencional, por lo que decide retirarse a su mundo personal, “la cónica noche, musaraña y felpas invisibles”. La trama avanza a base de saltos temporales, hasta lograr un estado existencial que constituye una de las satisfacciones profundas de su lectura. Al mismo tiempo que la meditación comico-filosófica tiene lugar (“dirigirles la palabra, conversar con esas sombras, acercarte, ser ellas un instante”), descubrimos un círculo excéntrico de personajes que no son sino el protagonista.

Adriana Hidalgo editora
Adriana Hidalgo editora

Novela es una muestra de la voz única de Calveyra, su veta cómica, su dominio de la narrativa poética, su fascinación con la dualidad mente-cuerpo. Los asuntos existenciales del ser y la nada no le son ajenos (“¿Quién se me dormía desde los ojos?”). Finalmente, tras muchas vicisitudes, Novela encuentra refugio en su propia locura. La trama acaba por devorarse a sí misma (“Matar se mira entonces en los demás, matar el ojo asesino, matar por otros, ¡suicidio inmaculado!”). La muerte que se invoca al principio acaba por devorarlo todo, y la narración perece en su juego auto-referencial, al “marchitarse, solicitar respuesta, aquiescencia, negativa”.

Su autor, el argentino expatriado Arnaldo Calveyra, es más conocido en Europa, donde su obra ha sido traducida a varios idiomas, que en América. Su debut, Cartas para que la alegría, retoma la geografía perdida de la infancia, así como el sobrio y preciso lenguaje de la gente del campo (Calveyra nació en Mansilla, en la provincia argentina de Entre Ríos, en 1929). Estudió con Carlos Mastronardi en la Universidad de la Plata en la década de 1950 y se trasladó a París en 1958 y nuevamente en 1961, para no volver jamás.

“Vine huyendo (…) atesoro el gramo de viento que forcejea entre las copas de los árboles abandonadas al borde de la costa, las alas también abandonan, y después, luego después, silencio, silencio…”.

Por suerte, Calveyra sigue escribiendo en español, utilizando sus recuerdos como tema principal de una literatura que evoca otros tiempos, lugares y circunstancias. Versado en el don de la síntesis y la destilación, el argentino cruza varios géneros sin dejar de ser él mismo; obras como Novela usan las convenciones poéticas al mismo tiempo que las desafían. El resultado es la narración inolvidable de un poeta.

José de María Romero

José de María Romero Barea (Córdoba, 1972) es crítico de narrativa, poesía, ensayo y novela gráfica. Es miembro de la AAEC-Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literario. Colabora con sus reseñas, entrevistas y traducciones en publicaciones de ámbito nacional e internacional.

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