¿Por qué será que los que amamos Europa siempre nos acabamos preguntando por aquello que la define? Y sin embargo, es una cuestión paradójica porque, como señala Cristian Crusat, autor del interesante ensayo W.G. Sebald en el corazón de Europa (Editorial WunderKammer, 2020), es imprescindible abandonar la idea de una Europa única, homogénea y armoniosa; puesto que si algo la caracteriza es su naturaleza múltiple, diversa, policéntrica, contradictoria, inestable y movediza.
Entonces, ¿cabe definición?
El ensayo de Crusat es un viaje –con un sesgo de género que no pasa desapercibido– tras las huellas de la Europa de Sebald. Camino que emprende a hombros de gigantes como son Toni Judt, Claudio Guillén o Milán Kundera, entre otros, mientras va hilvanando ideas y metáforas –»Europa: un silencio controlado, un sutil despoblamiento, un cementerio a mano»â€“ que él mismo se hace a propósito del viejo continente.
Crusat piensa Europa en un momento en el que su identidad se encuentra de nuevo cuestionada, especialmente por posturas nacionalistas y/o fascistas. A lo largo del libro plantea lo evidente y no por ello menos importante. A saber: que cada generación que ha transitado este territorio, tiene que enfrentarse a la complejidad de incluir y comprenderse en la diferencia.
Es éste un aspecto que en su dÃa destacó Franz Rosenzweig. El filósofo y poeta comenzó a escribir su obra maestra La estrella de la redención mientras participaba como soldado en la Primera Guerra Mundial. EscribÃa desde las trincheras en los Balcanes. Lo hacÃa en tarjetas postales que enviaba a su madre. Años después padeció una esclerosis lateral amiotrófica –como Judt– y hasta su muerte dictó sus reflexiones con el movimiento de sus labios. Rosenzweig sometió a sospecha el modo propio del pensamiento occidental de conocer a través de lo común, a lo cual llamamos esencial, mientras despreciamos lo singular y diferente. Si aquello que nos es a todos común es lo que define el concepto, tarde o temprano acabamos violentando la realidad para que ésta se adecue a ese concepto que tenemos de ella. Dicho con otras palabras, acabamos imponiendo a la realidad la comprensión que nosotros nos hacemos de ella. Por este motivo, Rosenzweig sometió a crÃtica cualquier aspiración de totalidad tan propia del idealismo.
Por eso, la propuesta de Crusat de pensar Europa como una entidad movediza y, por tanto, fragmentada en innumerables singularidades, es una invitación a tener muy en cuenta.
Quizá no podamos aprehender nunca una idea de Europa pero sà transitarla. De hecho, hay, en el corazón de este viejo territorio, una escritora que ya lo está haciendo, contra viento y marea: Olga Tokarczuk (Los errantes, Anagrama 2019 y Un lugar llamado Antaño, Anagrama, 2020). No es un camino de fácil tránsito, pero se está desbrozando.