Cynthia Ozick (Nueva York, 1928) dice que escribir es una especie de “locura alucinatoria†de la que no se puede escapar, y tal vez por eso sus textos exhalan autenticidad e ironÃa, erudición y algo de alocamiento. Ella es maestra del desparpajo filoso y de servirse de metáforas sorprendentes, pues suele construirlas con lenguaje cotidiano de trazo certero. Rasgos estos que encontramos ya en La galaxia canÃbal, segunda novela publicada originalmente en 1985 y por fin traducida al castellano de la mano de Mardulce, novela que viene a confirmar que Cynthia Ozick construyó su voz, desde el comienzo, con decisión y originalidad. Es cierto que suele contarnos historias que implican el Holocausto o la condición de extranjero, cuyos personajes acostumbran a relacionarse con el arte o con la intelectualidad. Esta novela no se aleja de ello, por eso se la agrupa generalmente con la narrativa judÃa norteamericana: un tono bastante próximo a la ironÃa triste de Saul Bellow.
La galaxia canÃbal narra la historia de un perdedor, Joseph Brill, un astrónomo de origen judÃo francés que a causa de la Segunda Guerra Mundial ha terminado dirigiendo una escuela en el medio de Estados Unidos. Una escuela de provincias, donde la mediocridad es la norma y donde es raro, rarÃsimo, que nadie destaque (sobre todo porque nadie tiene interés en hacerlo). Digamos, que la inteligencia escasea y Brill sufre por eso. Él ambiciona la genialidad, es lo único que respeta de verdad.
Poco a poco sabemos que Brill tuvo que esconderse en sótanos y graneros para sobrevivir y que arrastra un lastre que la sociedad americana apenas si comprende. De modo que en cuanto llega a la escuela Hester Lilt para apuntar a su hija, Brill nota enseguida ese regusto a inmigrante europeo con todas las resacas que eso conlleva: cinismo, inteligencia, erudición. En definitiva, ese aire de estar de vuelta la “delatabaâ€. Al menos tenÃan algo en común:
“Ambos estaban, ella y él, en el medio de los Estados Unidos, conectados por ese otro Medio, el Medio verdadero y horrible, el Medio de su época, del que nada entendÃan los norteamericanos intactos e inexpugnables. Él percibió lo que habÃa en ella: un quebrantamiento. Ella jamás podrÃa engañarlo. Era un espejo y Brill podÃa reconocerse en élâ€.
Al poco no solo es evidente ese aire a refugiado, sino que descubre que se trata de una mujer realmente brillante. Si la madre es brillante, se dice Brill, tal vez lo sea también la hija, pues alberga la esperanza de que por fin la escuela cuente con un alumno del que enorgullecerse, cosa que, para entonces, parece su única obsesión:
“Atrapar con su mano una mente nueva, arcilla fresca, una inteligencia precoz para empezar de nuevoâ€.
Sin embargo, la niña se muestra distraÃda, tÃmida, poca cosa: “era como si padeciera una perplejidad crónicaâ€. Brill está desconcertado. Lo cierto es que para entonces Brill se ha enamorado de Hester, pero no consigue entender cómo es posible que ella no vea lo estúpida que es su hija, teniendo en cuenta su propia inteligencia. Y Hester le responde que no hay que rendirse demasiado rápido. Tal vez sobre esto trate la novela, sobre la importancia de no rendirse demasiado rápido.
“El silencio no es azaroso, sino formativo. Es como el aire que rodea el ala, que la delinea…â€
Deliciosa como todos sus textos, La galaxia canÃbal viene a confirmar que la voz de Cynthia Ozick es una de las más originales del panorama actual: una voz que, afortunadamente, aúna una notable erudición con el más desenfadado desparpajo.