El paseo del escéptico es una alegorÃa filosófica, presuntamente escrita hacia 1747 e inédita en vida del autor, en la que Diderot, abandonando los planteamientos deÃstas, se escora definitivamente hacia un materialismo ateo apoyado en el escepticismo y dirigido hacia el entronamiento definitivo del librepensamiento que compartirá con el ala más radical de los philosophes. Subtitulado Conversación sobre la religión, la filosofÃa y el mundo, representa la transcripción por parte de Ariste -etimológicamente, «el mejor»- de su conversación con Cléobule -nombre con el que es conocido uno de uno de los siete sabios de Grecia-, quien, con el fin de iluminar la razón humana, le acompaña en un paseo a fin de indagar acerca de «la extravagancia de las religiones, la incertidumbre de los sistemas filosóficos y la vanidad de los placeres mundanos» a lo largo de tres Avenidas: La Avenida de los Espinos, La Avenida de los Castaños y la Avenida de las Flores. Esta edición de Laetoli es su primera publicación en castellano.
La Avenida de los Espinos es un recorrido a través de la religión -principalmente, las tres religiones del Libro, y de forma particular, el cristianismo-. Cléobule la describe en términos militares, incluÃdo el escalafón y el sistema de premios y castigos; muestra su perplejidad acerca de la arbitrariedad de algunas normas y por la permanencia de otras, por el fanatismo por el sufrimiento, por la hipocresÃa de los mandos, por los sofismas de los teólogos, por las estupideces del Antiguo Testamento, por los cambios en las normas de Jesús y por el charlatanismo de los apóstoles, por las apologÃas de los Doctores de la Iglesia, por las fantasÃas de los mártires. Considera a los cristianos cegados por una venda que han adoptado por indicación de sus superiores, y se admira de que solo los que son capaces de librarse de ella de forma definitiva pueden abandonar la Avenida de los Espinos para recorrer caminos más reconfortantes.
En su recorrido por la Avenida de los Castaños, los paseantes descubren a unos habitantes de trato amistoso y cuyas diferencias no provocan violencia alguna sino un sano razonar y discutir: «se construyen sistemas, se escriben pocos versos», y cuyos únicos enemigos son los soldados que provienen de la Avenida de los Espinos. AllÃ, Cléobule y Ariste se encuentran con partidarios de varios sistemas filosóficos, pero solo de aquellos cuya herramienta de reflexión es la razón: los pirronianos, que dudan incluso de su propia existencia, y que fueron los primeros habitantes; los ateos, escindidos de los anteriores; los deÃstas, organizados como una secta pero con un soberano muy transigente; los panteÃstas, que ven a su autoridad en todas las cosas existentes; los idealistas, que niegan toda existencia exterior al individuo; los cÃnicos, que no se toman en serio ni a sà mismos; y los anticlericales, empeñados en ofender y reprender a los creyentes.
Finalmente, los paseantes se encaminan a la Avenida de las Flores, en la que todo parece dispuesto para halagar los sentidos y perseguir el placer, un jardÃn encantado reservado para el deleite de la mesa, las conversaciones irrelevantes, la galanterÃa, la seducción, los juegos eróticos; pero en el que también tienen lugar, por contra, las infidelidades amatorias, las mentiras y la doble moral, la sospecha y la desconfianza.