«Pronto el rechinar de mi estómago lo conquistó todo. Yo seguà el sonido como si fuera un cebo: mi zumbido suspendido en el cielo, un a[A]tlas»
El Primer Sello
Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oà a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira.
Y miré, y he aquà un caballo blanco; y el que lo montaba tenÃa un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer. (Apocalipsis, 6, 1-2)ApocalÃptico (Del gr. ἀποκαλυπτικός): […] 3. adj. Dicho de lo que amenaza o implica exterminio o devastación: TerrorÃfico, espantoso […] 1. adj. Perteneciento o relativo al Apocalipsis.
Apocalipsis (Del lat. apocalypsis, y este del gr. ἀποκάλυψις, revelación): Último libro canónico del Nuevo Testamento. Contiene las revelaciones escritas por el apóstol San Juan, referentes en su mayor parte al fin del mundo. (DRAE).
El a[A]tlas de ceniza (Scorch Atlas, 2010) es la segunda obra mayor de Blake Butler, el editor de influyentes recursos en la web, entre ellos el blog de literatura HMTL Giant, que nos traslada, mediante el recurso de relatos breves conectados temáticamente, a un mundo desquiciado, a un desesperado escenario mesoapocalÃptico en el que un desconocido caos se ha adueñado progresivamente de la realidad; no sabemos si nos hallamos situados en el clÃmax de un irrevocable proceso de destrucción, en un momento de descanso que augura la aniquilación definitiva: «Siempre decÃa que algo se avecinaba. Siempre decÃa que el mundo no tenÃa ni idea de lo que le esperaba».
O si ese proceso de destrucción ya se ha consumado y asistimos a la imposición progresiva de la extinción que consiste, básicamente, en el caos que va adueñándose progresivamente de la realidad: «CorrÃan dÃas alargados, chirriantes. No sé lo que se rompió en ellos».
El Segundo Sello
Cuando abrió el segundo sello, oà al segundo ser viviente, que decÃa: Ven y mira.
Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada. (Apocalipsis, 6, 3-4)
Para ello, Butler no recurre a una estructura clásica de novela (los excesivamente manidos planteamiento, nudo y desenlace), sino que utiliza la fragmentación narrativa, una serie de relatos breves conectados temáticamente, como espejo de la fragmentación del contenido: relatos fragmentarios para una realidad fragmentada.
El Tercer Sello
Cuando abrió el tercer sello, oà al tercer ser viviente, que decÃa: Ven y mira. Y miré, y he aquà un caballo negro; y el que lo montaba tenÃa una balanza en la mano.
Y oà una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decÃa: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino. (Apocalipsis, 6, 5-6)
La literatura apocalÃptica, asociada originalmente a la religión, ha estado presente, explÃcita o implÃcitamente, a lo largo de la historia de la literatura, aunque es cierto que se ha desplazado desde el campo religioso, donde tuvo el papel de adelantar el castigo que esperaba a los infieles (recuérdese que, etimológicamente, «Apocalipsis» deriva del vocablo griego que significa «revelación», y las revelaciones, es decir, las anticipaciones del futuro, estaban circunscritas a los profetas, palabra que, por degradación, pasó de significar «el que muestra» a «el que predice») hasta el profano, sobretodo a partir del Renacimiento, abarcando desde las distopÃas románticas, con catástrofes generalmente provocadas por cataclismos naturales, hasta los referentes modernos, en los que la extinción es a menudo fruto de la acción humana. Tal vez entre los referentes más inmediatos de este Atlas se encuentren las diversas obras de J. G. Ballard encuadradas en la llamada dystopian fiction y, por analogÃa, La carretera (The Road, 2006), de Cormac McCarthy.
El Cuarto Sello
Cuando abrió el cuarto sello, oà la voz del cuarto ser viviente, que decÃa: Ven y mira.
Miré, y he aquà un caballo amarillo, y el que lo montaba tenÃa por nombre Muerte, y el Hades le seguÃa; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra. (Apocalipsis, 6, 7-8)Atlas (Del lat. Atlas, y este del gr. «Î‘τλας», nombre del gigante a quien se suponÃa que sostenÃa con sus hombros la bóveda celeste). 1. m. Colección de mapas geográficos, históricos, etc. en un volumen. 2 m. Colección de láminas, la mayor parte de las veces aneja a una obra. […]. (DRAE)
«Imaginaos ninguna parte. Imaginaos nada. Un mundo totalmente inflado y dormido.»
La noción de Atlas, fundamental en la obra de Butler, no es un tÃtulo escogido al azar, pues tiene algunas caracterÃsticas implÃcitas en el concepto que Butler explota en beneficio de su planteamiento narrativo. En primer lugar, la ya mencionada fragmentación; siguiendo la definición [1] del DRAE, el contenido del mundo, es decir, y sobretodo en la época de los primeros Atlas, de todo lo existente, se fracciona en diversas «estampas», las diversas narraciones de El a[A]tlas de ceniza, algunas sin argumento, que tienen el beneficio de la particularidad, pero que no poseen sentido por sà mismas, pues forman parte de un todo, el orbe, y es precisamente esa totalidad su único marco de referencia, ya que no existirÃan por sà mismas. En segundo lugar, la codificación; todo Atlas posee su particular leyenda, un modo de codificación de la realidad mediante sÃmbolos: el objeto representado no posee en realidad el esquematismo de los diferentes colores con que se distinguen los paÃses o las altitudes, no todos los rÃos son azules ni las fronteras poseen una barrera formada por equis y gui0nes (-x-x-x-) sucesivos, del mismo modo que las aportaciones de los diversos narradores del texto, algunos por estar demasiado implicados en el conflicto, otros demasiados alejados, no ofrecen una visión «real» -para ello harÃa falta un narrador omniscente en tercera persona a lo largo del texto- sino modificada por sus códigos narrativos. Y en tercer lugar, last but not least, todo Atlas reduce una realidad tridimensional a una representación en el plano, en dos dimensiones; aplicando esta reducción al texto, se puede observar que la «tridimensionalidad temporal», pasado, presente y futuro, queda reducida, intencionadamente por el autor pero también por el mismo tema, a la bidimensionalidad de pasado y presente: el futuro «no es un paÃs extraño», sencillamente no se contempla.
«Â¿Es que ya estás tan perdido que no te puedes imaginar la gracia de Dios?»
El Quinto Sello
Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habÃan sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenÃan.
Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?
Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavÃa un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habÃan de ser muertos como ellos. (Apocalipsis, 6, 9-11)
En un mundo degradado, personajes insólitamente solitarios -la desgracia activa la solidaridad, ¿no era eso?- y familias amputadas de alguno de sus miembros -que acostumbran a pasar de cuatro a tres, y aquà que cada cual interprete-, con hijos y padres muertos, vÃctimas de un «incendio», de la lluvia de grava o de espeluznantes enfermedades, «el camisón le veÃa prieto y estaba raÃdo en aquellas partes que ella frotaba trazando cÃrculos con los dedos cuando estaba preocupada», enterrados en el jardÃn, viven recluidos en sus casas, a la vez refugio y prisión, o pasean sus desgracias por paisajes dantescos. ¿Cuál ha sido el origen del caos? ¿Ha sido provocado por el ser humano o se trata más bien de un cataclismo natural? En todo caso, parece que, independientemente de cuál haya sido la causa, la degradación del mundo -recuérdese, «todo lo existente»- se ha visto sucedida por la degradación de la humanidad: la catástrofe ambiental ha provocado una degradación genética, ha creado monstruos en lugar de bebés y ha monstruificado a los adultos. El poder se ha disuelto, las relaciones de poder se han subvertido y la anarquÃa ha tomado su lugar: bebés que cuestionan a sus padres, niños que esclavizan a sus madres, muertos que reinan sobre los vivos… La degradación hasta una época pre-tecnológica que ha dejado a los aparatos como testigos muertos de un tiempo pasado, objetos inútiles cuya función sólo algunos adultos invocan, y unos recuerdos del mundo tecnológico que se han convertido en pesadillas.
«La tierra habÃa aprendido a rascarse la espalda. Se formaban columnas gigantescas como las que habÃamos visto por la tele durante nuestras peores tormentas, patrones estirados de cuadradillos, chorros de reverberación. […] Empecé a sentir que todo lo que habÃa dentro de mà estaba zumbando al unÃsono. Sentà que mis órganos susurraban con fuerza: la estática encontraba su réplica en mÃ. […] No conseguà mantener la calma cuando vi a través de las ventanas la amplia maraña que durante años me habÃa arrullado hasta ponerme a dormir: la transmisión gris/blanca/negra de los canales desaparecidos, las longitudes de onda que nadie habÃa decidido frecuentar.»
El Sexto Sello
Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquà hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;
y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento.
Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar.
Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
y decÃan a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;
porque el gran dÃa de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie? (Apocalipsis, 6, 12-17)
Si la situación no fuera tan desesperada, los personajes de Butler podrÃan refugiarse en los recuerdos, pero el autor les niega esa posibilidad, la de erigir el recuerdo como única forma de supervivencia, convirtiendo el pasado y su comparación con el presente en el motivo más eficaz de desesperanza, de aniquilación, de suicidio, de tal modo que la mejor manera de sobrevivir es olvidar.
«Apenas era capaz de pensar en lo que habÃa sido. RepetÃa su nombre una y otra vez con un jadeo ronco para impedir que la forma de su boca lo olvidara, pero pronto incluso aquellas sÃlabas familiares de estropearon».
¿La redención? ¡Vamos, anda! Nadie esperas ser redimido, se vive con la convicción de que todo ha de ir, necesariamente, a peor; por esa razón Butler sumerge a sus personajes en el caos y suma a su propia degradación el camino sin retorno de la destrucción del mundo.
El Séptimo Sello
Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora.
Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas.
Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono.
Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos.
Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto. (Apocalipsis, 8, 1-5)
¿Va en serio, este Atlas de ceniza, o es una parodia de la literatura catastrofista? ¿Es un texto planificado, confeccionado y acabado o solamente un ejercicio de estilo? Esos relatos en primera persona, intercalados entre los episodios subjetivos, ¿refuerzan a los narradores objetivos y se ofrecen como contrapunto que da verosimilitud al relato, o bien forman una narración paralela que deberÃa leerse como la otra cara de los primeros? Este lector no tiene respuesta para ninguna de esas preguntas, se ha quedado atónito ante tanta inventiva cuando creÃa agotada su capacidad de asombro ante la competencia narrativa de Butler en Nada. Y es precisamente porque es un texto desconcertante, un libro cuyo motivo no es evidente, lo que hace recomendable su lectura; abierta, desprejuiciada y atenta, una desafiante vuelta de tuerca a la narratividad.
Joan Flores es librero y editor del blog Je dis ce que j’en sens