Félix de Azúa, el fin y el inicio del Arte

Encuentro con Félix de Azúa. Por mucho tiempo que nos dejen a solas (incluyendo alguna que otra interrupción) siempre se nos hará corto. No nos basta con la lectura de su nueva, asombrosa e imprescindible obra Autobiografía sin vida (Mondadori), destinada a convertirse en un clásico. Necesitamos que nos ofrezca algunas claves que apoyen lo que en ella expone. Y son tantas las que nos suelta durante la conversación, hay tanta frase memorable durante los treinta minutos en los que charlamos, que acabo pensando que si le preguntara sobre el tiempo me diría algo digno de epitafio.

Amable, atento, razonando cualquiera de sus declaraciones con un sentido del humor propio de los buenos y sabios profesores, de Azúa se reafirma en la idea, ya más que aceptada, de la muerte del Arte. Retirado de sus aventuras políticas, vuelve para ofrecernos un poco más de luz con una novela que abarca parte de su vida y de la Humanidad relacionada con los signos que adoptamos (o que se nos imponen) a través de las representaciones artísticas.

Foto - Editorial Mondadori

¿Autobiografía sin vida podría considerarse tu explicación definitiva respecto a la afirmación que hiciste hace un tiempo sobre la muerte del Arte como aglutinadora de todas las disciplinas?

Sin duda. Es un recorrido desde el principio, hace 30.000 años, con los caballos de las cuevas de Chauvet, hasta la muerte del Arte, lo que no quiere decir que no sigan existiendo actividades artísticas. Pero por otro lado, es también la explicación de una vida cualquiera. La mía, desde luego, pero la de cualquiera. Todos, de una manera o de otra, pasamos por las mismas etapas que ha pasado la representación. Todos hemos sido el niño que ha podido tocar a un perro, una carne caliente con pelo, sin que fuera una abstracción. El niño de la cueva que veía los caballos, cuando sale, ve el de verdad y lo toca y está caliente. Son dos elementos totalmente distanciados.  La representación, generalización, universalización en esa abstracción no es el caballo vivo, palpitante. Eso lo hemos vivido todos. Con el Arte en Grecia pasó igual, todos hemos sido en algún momento cuerpos jóvenes, saludables, hemos descubierto la sexualidad, hemos visto que esa sexualidad va unida a la violencia, el crimen, la muerte… a la que todos llegaremos, como llegó la del Arte tal y como explico en el último capítulo. Hay un pasaje en el que digo que, en el Arte, las puertas de entrada son las de salida y las de salida son las de entrada. Entras por la cueva, sales por la muerte del Arte y la salida de la muerte del Arte es volver a empezar. Los jóvenes tienen todo el Arte por inventar, ya murió el otro. ¿Lo que ha empezado es un poco raro? Pues sí.

Está todo por inventar pero hay unas referencias…

No, las viejas referencias se han terminado. Y esta situación es envidiable. La gente de mi generación ha crecido con una tradición hecha de la que es dificilísimo arrancarse, porque no se trata ni siquiera de las vanguardias, que para nosotros es el clasicismo absoluto. En este momento, hacer poesía como Eliot o Mallarmé, o escribir novelas como Joyce, ya es una cosa que no tiene ningún interés, ya está hecho. En pintura ni te cuento. En cambio, lo que empieza a partir de los ’70 con las postvanguardias, es una cosa completamente novedosa. Nos puede parecer una tomadura de pelo lo que hace Carl André, que pone unos ladrillos en línea. Vale, «Â¿esto es una obra de arte?», se pregunta la gente sencilla. Sí, claro que lo es. ¿Por qué? ¡Ah! Estamos en el principio de un proceso, sabemos muy poco sobre él, lo estamos inventando, es extraordinariamente complejo y, al mismo tiempo, de una simplicidad atroz. Puedes estudiarlo dedicándote a la filosofía, que es desde donde se puede entender el arte contemporáneo. La otra opción es tomarlo como lo que es, incluso háztelo en tu casa. El proceso que se ha iniciado es de democratizacion del Arte. Todo es Arte. Cualquiera cosa puede ser Arte y lo puede hacer cualquiera. Te pones en casa unos ladrillos, una iluminación determinada y ya tienes una obra de arte.

Foto © National Archives of U.S.

¿La imagen ha perdido valor? Ahora todo lo es, de lo extraordinario ha pasado a ser lo ordinario.

Claro. La invasión de la imagen es lo que te indica hasta que punto el nuevo proceso ha de ir por otro lado. Presupuestos: El mundo vuelve a empezar a partir de la II Guerra Mundial. Hiroshima es la demostración  de que somos capaces de suicidarnos por completo. Esto se asimila en la conciencia. Mi generación vivió en la guerra fría y en la amenaza nuclear durante decenios. Y el final podía suceder en cualquier momento. La crisis de los misiles no fue una broma. De ahí surge todo el Arte, desde Bergman a la nouvelle vague francesa y ese tipo de cosas… Y en novela, todas esas obras imposibles de leer en la actualidad. Fue un momento de terror. Una vez asimilado empieza una nueva era. Vivimos en un mundo en el que ya ha estallado la bomba atómica. Lo que vivimos fueron las consecuencias de la destrucción. En el libro lo explico diciendo que, cuando se inventó la artillería para derribar las murallas de las ciudades fortificadas, no hizo falta destruir todas las murallas de todas los lugares. Cayeron las primeras, en las otras ciudades vieron que no funcionaba, las tiraron abajo e hicieron los ensanches. Con un Hiroshima era suficiente. Estamos en el mundo postatómico, el mundo de la destrucción absoluta, que, a mi entender es el mundo de la democracia absoluta.

¡!

Sí. Destrucción absoluta en el sentido de «somos conscientes de nuestro propio suicidio. Nos podemos suicidar como especie». Matar a toda la especie humana da mucho trabajo. Hasta ahora no era posible, pero tenemos una herramienta que lo permite. Si los alemanes del Tercer Reich tuvieron problemas enormes para matar a seis millones de judíos, ahora disponemos de algo que puede matar a seis mil millones. Ser conscientes de eso es otro mundo. Y es el que tiene que representar el Arte que se genera ahora. Y lo hace de una manera muy inquietante.

Foto © Jesús Uriarte

Me interesa todo lo referente al mundo de los signos. Te explayas con el Cristo crucificado que es un ejemplo magnífico para desarrollar ideas sobre la trascendencia e influencias  que tuvo, incluso fuera de su contexto original, en diferentes períodos. Quizás ahora ya no esté tan presente en la vida rutinaria, pero en tu generación no había manera de quitárselo de encima.

Era omnipresente. Como lo de los caballos de la cueva, nosotros veíamos cruces. De pequeños no sabíamos lo que era aquello, cuando nos enteramos fue terrorífico. Para nosotros el mundo era cruzado. Como ahora los crucifijos han desaparecido de las escuelas, el signo que determina es la pantalla. Los niños juegan con las consolas y no saben que su mundo, en lugar de cruzado es apantallado. Y lo que no ven en la pantalla, no lo acaban de entender. Esas son las determinaciones de las que te hablo. Nacemos con un conjunto de signos que nos determinan absolutamente, como la lengua que nos enseñan desde el inicio de nuestra vida. Cuando eres adulto la puedes cambiar, de igual manera que puedes cambiar o inventar los signos que te acompañan. Es recomendable hacerlo, que te los inventes. La novela (porque Autobiografía sin vida es una novela) lo que quiere es eso. Si se entiende bien, al terminar el lector debería preguntarse: «Â¿Cuáles son los signos que me han determinado?».

Ahora, en esa nueva concepción del Arte, ya no hay simbologías, ni iconos.

Pero los símbolos son imprescindibles. Es imposible vivir sin ellos -yo los llamo signos, porque «símbolo» no es exactamente el concepto apropiado, tal y como lo concibo en el libro-. Ahora, por ejemplo, hay mucha gente que cree que no cree. Y es la gente que más cree. Da igual que creamos o no en Dios. El que no cree que Dios exista es el Estado y esa es la realidad verdadera. Nuestras leyes no dependen de la existencia de Dios, cosa que no sucede en el islam, cuyas leyes obedecen a su teología. Bien, una vez eliminada la creencia en Dios, el nucleo estalla, se produce una metástasis y empezamos a creer en dos mil cosas. Basta ir a un partido del Barça para darse cuenta de que estamos asistiendo a una ceremonia religiosa de principio a fin y que los apasionados seguidores que gritan, lloran y ondean sus banderas son exactamente igual que los chiítas que se fustigan en las procesiones. Pura religión. Desaparece la religión oficial y aparecen cinco mil subterráneas. Esos son los signos.

«La representación artística intenta controlar nuestra vida emocional». ¿El futbol sustituye también al Arte?

Claro. Y más cosas. Mira, antes los ricos eran los de siempre. Ahora todo el mundo ha de ser rico, todos quieren dinero, lo ambicionan. Eso es pura religión. Cuando ves al pobre Laporta haciendo negocios en Uzbekistán, estas cosas oscurísimas, ¿por qué las hace? Quiere ser inmensamente rico. ¿Codicia? También la tenemos tú y yo, pobres de nosotros, que queremos tener cuatro duros. Cuando lo que quieres son miles y miles de millones es otra cosa. El poder, el dinero, la sexualidad incluso. Los pobres chavales están asustadísimos. O cumplen con la sexualidad o se convierten en unos parias repugnantes y la sociedad les expulsa de su seno. Sí, ahora todo es religión. Y de ahí nacen los agravios. «Mi religión es Cataluña y estoy muy agraviado». «Mi religión son los discapacitados y estoy muy agraviado». «Mi religión son los negros de África y estoy muy agraviado».

Hablas de la música como el último producto religioso que aspira a lo sagrado. Es muy interesante, porque se trata del único arte que no es visual.

Más que eso, es el único arte no visual y no semántico. No es lingüistico. En la música todavía queda un resto de lo que ha sido el Arte y que corresponde a las tres patitas de nuestro conocimiento: Religión, Arte y Ciencia. Esos tres conceptos se han ido combinando (Arte y Religión en Egipto o en el caso del islam; Arte y Ciencia en el Renacimiento…). Cuando, a partir de la Revolución francesa, se separó completamente la religión del Arte, éste se propuso a sí mismo como sustituto de la religión. O sea, el Arte quiso ser una explicación del mundo en términos religiosos. Las explicaciones religiosas son las que atañen a los trascendentales (¿por qué estamos aquí?, ¿por qué me muero?, ¿qué quiere decir morirse?…). El Arte planteó sustituir a la religión en ese tipo de explicaciones y la gente buscó respuestas en la poesía, la novela, la pintura, la música, etc. Eso duró hasta Hiroshima. A partir de ese momento, ningún artista se plantea a sí mismo hacer una obra de arte que explique lo trascendental. Sin embargo sigue el apego de la música con estos temas. Claro, como no es semántica… Aún hay autores que componen a la antigua. En el libro cito a la Escuela rusa. Hay una compositora rusa que me gusta mucho, Sofia Gubaidulina, que ha escrito una «Pasión según San Mateo» maravillosa. Pero ya nadie cree que las artes deban explicar el mundo, ya no son religiosas, ni metafísicas, ni científicas. Son penetraciones efímeras sobre cosas puntuales.

Foto © Lothar Wolleh

Hay en tu novela algunos ejemplos de las tendencias, las vías que marcan y definen el arte contemporáneo.

Recuerdo a Joseph Beuys y su sombrero de fieltro, uno de los grandes inventores de la performance en los años ’70. Una de sus obras más famosas era «Cómo explicar los cuadros a una liebre muerta», aquella en la que salía al escenario con una liebre muerta y la gente pasaba por delante de él. Y esa era la obra de arte. Hay mil cosas de ese tipo. Son alfilerazos, no hay deseo de trascendencia. Lo que piden estas piezas son breves reflexiones sobre la función misma del Arte. Como ha muerto, propone como representación artística su propia muerte. Complicación gigantesca: Las obras de arte representan la muerte del Arte pero, por representar artísticamente la muerte del Arte, es Arte. Te das cuenta de la complejidad del asunto, ¿no?. En el origen, el urinario de Duchamp. El que lo veía y se creía muy moderno preguntaba el motivo por el que se estaba en contra del urinario, siendo una escultura tan preciosa. Lo que representaba Duchamp no era el urinario, sino la reflexión de que un urinario pueda ser una obra de arte. Por eso lo finiquito en Autobiografía sin vida con James Lee Byars, quien representaba su propio entierro, produciéndose algo muy habitual en el arte contemporáneo: La idea era mostrar su muerte con él mismo metido en su tumba, con su traje de oro. Claro, llega el día en que muere de verdad. A partir de entonces, cuando se expone esta obra, el sitio lo tiene que ocupar un señor vivo. ¡Es estupendo!. La obra de Lee Byars, que es la representación de la muerte de Lee Byars con Lee Byars vivo, se representa ahora mediante un señor vivo que se hace pasar por Lee Byars muerto. Ese tipo de complicaciones es lo característico del arte contemporáneo. Como te decía antes, hay personas que lo consideran una tomadura de pelo. Como quieras, pero esa es nuestra representación. Así como los griegos tiene la suya, tú tienes esta. ¿Es ridículo? Bueno, será que somos ridículos. ¿Es una tomadura de pelo? Será que nos están tomando el pelo de muchas maneras. Es nuestra representación, tómatela en serio porque lo es.

Como en el caso de Goya, que la gente se quejaba porque pintaba a gente feísima haciendo barbaridades… Será que, en ese momento, éramos así.

Y piensa que esto es un comienzo. Estamos inventando un mundo. Los jóvenes deben inventar el Arte del mundo futuro. No será como el anterior, no te sirve para nada Velázquez. Hay que inventarse otro. Y nadie sabe lo que saldrá, si alguien dice conocer cómo será, es un estafador.

Respecto a la belleza relacionada con el Arte, ha tenido dos momentos: Grecia y el Renacimiento. El resto del tiempo, miles de años, la representación artística no tiene nada que ver con la belleza. El Arte es significado, explicación, no es belleza.

La literatura, la poesía. «No hay un antes (pienso lo que voy a decir) ni un después (lo digo perfectamente). Lo que las palabras dicen lo estamos diciendo sin querer y sin embargo es el sentido del mundo. (…) A partir de ahí, la poesía es posible si esa relación infantil, admirada y respetuosa, se hace duradera».

Infantil en el buen sentido, no pueril. Volvemos a lo que te decía. Hay poesía cuando tu relación con el perro es caliente, viva y que late. Si tu relación es con la palabra «perro» o con la raza canish, esa no es una relación poética. Se ha de tener una relación palpitante, vital. Ahí está la poesía. Ese es su sentido infantil. Yo recuerdo perfectamente cuando me enfrenté y toque por primera vez a un perro, que en aquel momento ni sabía que lo era (un tiempo más tarde descubrí que era el  fox terrier de mis padres). Ese primer encuentro fue fascinante. Si tu relación con las palabras es así, hablamos de poesía. Si es de representación, olvídate, haz novela, ciencia…

Desvinculas, y estamos de acuerdo, la poesía de la literatura. Escribes que la literatura, en realidad, es poesía literaturizada. ¿No existe la literatura como tal?

Al contrario, es lo que más existe. Es de lo que hay más. Lo difícil de encontrar es poesía. Imagina que estás estudiando en clase, no aquí, en un lugar civilizado, y te dicen «vamos a estudiar la poesía de Mallarmé». Mala entrada. Vas a empezar a leerlo con la pulsión de entenderlo. No se trata de entender. ¡Yo no entendía al perro!. Se trata de una comunicación inmediata, que es el juego de las palabras. Las palabras viven, las palabras suenan, las palabras cantan. Es lo contrario de entender algo. Malo. «Entiendo muy bien la poesía de Eliot». Malo. La poesía no está para ser entendida, esa es tarea de la Universidad, de los académicos. La poesía está para ser vivida.

Foto © Alberto Díaz (Korda)

¿Los hechos acontecen cuando se crea la imagen, no cuando suceden?

Son las dos cosas. Están los caballos de verdad y su representación. Estamos acostumbrados a pensar que la representación de los caballos equivale a los caballos reales. Mentira, no hay la menor relación, nada. Es una abstracción que tiene la misma relación con un caballo verdadero que un mapa de Barcelona con la ciudad. Lo mismo que Ernesto Guevara, como explico en el libro. Él era un señor que vete a saber lo que hacía, si estaba bien o mal, ni lo sé ni me importa, pero en determinado momento lo convierten en el Cristo de la Revolución. Eso es un diseño artístico, como el caballo. Y ya sabemos la historia de esa fotografía, como le retocan el pelo, le ponen la boina, etc. Son las construcciones del arte. Y es lo que nos separa de lo viviente, de lo real.

¿Y llegaremos a tener que explicarle todo a los perros para que mantengan viva la leyenda, como sugieres al final del libro?

Bueno, ese es mi caso (risas). Es una novela sobre mi vida. Yo hablo mucho con mi perro.

Yo con mi gata.

¿Ves? Hay que hablar con los animales, y con los humanos de vez en cuando. Nuestra sociedad apoya mucho la violencia, la negatividad, y todo esto lo expone como modelo. Ahora muchos jovenes se visten como criminales, se ponen la ropa de los presos…

Bueno, perdona, si te vistes de ejecutivo también te estás vistiendo como ciertos criminales…

Sí, de narco. Bueno, son héroes. La violencia tiene multitud de seguidores Las relaciones se han vuelto muy difíciles. Por eso los perros, los gatos, los caballos, tienen mucho predicamento. Son más sensatos.

Me gusta que insistas en que Autobiografía sin vida es una novela y no un ensayo.

Me lo planteé desde un punto de vista extrictamente literario. Está disfrazado de ensayo. Pero es algo muy habitual, tenemos el caso de Martin Amis y su libro sobre Stalin o los de Foster Wallace, buenísimos.

José A. Muñoz

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

7 Comentarios

  1. Como siempre el sr Azua, hablando para » epater», las tonterías que ya dijeron los avanguardistas, actualizadas y que han llevado al» todo vale», actual. Su critica solo es para envanecerse en ella. No da luz.

  2. Hola!
    Félix de Azúa dará una conferencia el 19 de octubre en Santiago de Compostela, bajo el título «En mi final está vuestro principio. Caminos de vida y muerte en Proust», en el marco de Camiño ao Andar, un ciclo de conferencias que, entre el 18 y el 28 de octubre, acercará a Compostela a destacados intelectuales de diversos ámbitos de la cultura. Os dejamos un enlace con más información, por si os interesa compartirlo con vuestros seguidores.
    http://programacion2010.xacobeo.es/es/blog/felix-de-azua-y-los-caminos-de-proust-en-camino-ao-andar
    http://programacion2010.xacobeo.es/es/blog/antonio-gamoneda-rafael-moneo-felix-de-azua-shlomo-ben-ami-y-michel-bauwens-participaran-en-un-
    Gracias de antemano!
    Saludos!

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