Will Self, el desvergonzado e irreverente y autor británico de novelas, artÃculos y ensayos, subtituló el volumen de relatos con vocación de novela —existe un curioso trasvase de personajes secundarios en todos los relatos, a la manera de la balzaquiana La Comedia humana, que comparten ubicación en The Plantation, el pub privado donde se desarrolla la acción del primer relato— HÃgado (Liver, 2008) como «un órgano ficticio con una anatomÃa superficial de cuatro lóbulos», derecho, izquierdo, cuadrado y de Spiegel, e incluyó cuatro relatos relacionados en ese órgano de 1.500 gramos, uno por cada lóbulo, segregador de la bilis pero también metabolizador de ciertas sustancias dañinas, como el alcohol; y es que en bilis y alcohol, además de otras sustancias, Self es un experto.
Foie humano relata los treinta años de la vida alcohólica de los miembros del club privado —y de priva, si se me permite chanza— The Plantation. Es fácil reconocer a algunos de sus miembros tomados de la vida real: The Plantation es la versión ficticia del más que real Colony Room Club del Soho, y algunos de los miembros del abrevadero alcohólico recuerdan a personajes que pasaron por el Colony a lo largo de sus sesenta años de vida: Francis Bacon, Lucien Freud, David Bowie o Dylan Thomas —información procedente de la nota al pie del traductor—. Todo responde a una estratagema a largo plazo orquestada por un gourmet de origen desconocido para conseguir el más exclusivo y codiciado manjar, un excepcional golosina digna de los dioses.
En Leberknödel una mujer inglesa, viuda, afectada de cáncer de hÃgado, viaja a Zürich acompañada por su hija, una inútil y malcriada artista que se ha convertido en cliente asidua del Plantation —y que comparte con otras adicciones—, para que le sea administrada la muerte asistida. El desestimiento a última hora la lleva a un replanteamiento radical de su situación vital  y de su relación con su hija y con el mundo. La aparente remisión espontánea de su enfermedad pretende ser utilizada por un grupo de católicos fanáticos como prueba de un milagro y contra la clÃnica de suicidio asistido que ella finalmente descartó. Pero esta decisión tiene consecuencias que sobrepasan las derivaciones resultantes.
Prometeo moderniza el mito clásico trasladándolo a la actualidad: Prometeo y Epimeteo son dos creativos de la hipermoderna agencia de publicidad Titan. Las cantidades indecentes de dinero que sonsacan a sus clientes, el ritmo frenético, laboral y sexual, la vida acelerada por la cocaÃna y ralentizada por cantidades ingentes de la última bebida de moda —aunque raramente alcohólica—, los bares más exclusivos y los restaurantes más representativos, los lofts vanguardistas y las putas de lujo son la roca del Cáucaso en la que Prometeo se halla encadenado. Uno de los clientes del Plantation ayuda a Epimeteo con una terapia deshabituadora para Pandora, su amante, un lugar que visitan y en el que encuentran, formando parte del decorado de alcohólicos a la hija de la protagonista de Leberknödel. También como en la fábula clásica, un buitre acude puntualmente a su banquete hepático, pero el inesperado desenlace confirma que el mundo de la publicidad, tan mÃtico como el de la teogonÃa, está poblado por seres que n son más que marionetas movidas por los hilos invisibles sostenidos por  la disparatada voluntad de los dioses.
Pajarito nam nam recoge el monólogo del ser vivo más antiguo de la Tierra —no existe narrador más omnisciente que un virus, que asiste a todos los hechos sin contaminarlos por los efectos de su presencia (fÃsica)—, la Causa Primera, el Ser Primigenio, en tono reivindicativo: un virus que afecta al hÃgado. El origen de la propagación es una infravivienda que comparten tres yonquis: un obseso de la pelÃcula El Guateque, admirador y trasunto heroinizado de Peter Sellers; una ex-agente comercial de unos desarrapados traficantes y un ex-RRPP con enfisema; y el variopinto grupo de clientes —en el que figura algún cliente habitual del Plantation— que se dan cita, a la hora de la distribución en ese remedo de la mansión de los señores Clutterbuck hasta parodiar la fiesta de la pelÃcula de Blake Edwards. El virus reivindica su papel evolutivo, menospreciando otras enfermedades más escandalosas, y el componente artÃstico de la infección vÃrica, lenta pero invencible, frágil pero persistente, invisible pero omnipresente.
Actualización al siglo XXI de los miembros más radicales de la generación beat —aunque literariamente superior—, restauración del cabreo más british —con las indispensables dosis de estilo— de los angry young men, o nueva voz irrespetuosa que se incrusta en la tradición ya establecida de los autores británicos de la nueva ola junto a Julian Barnes, Ian McEwan o el más próximo Martin Amis; agrúpese a Self en la congregación —más bien en el comando— que se quiera, que su calidad literaria, pespunteada de sarcasmo y mala leche, lo elevará al podio de la categorÃa.