La obra y figura de Jaime Siles (Valencia, 1951) siempre ha sido de gran relevancia en la lÃrica española. Desde que a finales de la década de los sesenta publicase Génesis de la luz (1969), siendo un muchacho de apenas diecinueve años, hasta este Cántico de disolución (2015), el cual recoge una selección de sus poemas hasta 2011, su obra, coherente y evolutiva, ha ido aquilatándose con el tiempo y alcanzando cotas de verdadera maestrÃa. Muchos son quienes buscan su consejo literario antes de publicar un poemario, su magisterio y cercanÃa propician que a diario lleguen nuevos libros a su despacho, siempre de poesÃa. A pesar de estar afincado en Valencia sus viajes por todo el globo terráqueo son constantes: cursos, conferencias, fallos de concursos. La comunidad poética española e internacional requieren su presencia a menudo, lo que constata su reconocido prestigio, no solo como poeta, sino como ensayista e investigador del campo humanÃstico.
Pocas presentaciones necesita uno de los novÃsimos de la segunda hornada, no apareció en la famosa antologÃa de Castellet, Nueve NovÃsimos, pero sà lo hizo en Nueva poesÃa española, de Enrique MartÃn Pardo, publicada el mismo año, además de figurar también en otras posteriores.
MartÃn RodrÃguez-Gaona, (Lima, 1969) poeta, ensayista y traductor peruano, es el responsable de esta edición que se inscribe en la colección de poesÃa que posee la editorial Verbum, un distinguido foro coordinado por Pedro Shimose. RodrÃguez-Gaona en los más de cien poemas que selecciona para Cántico de disolución ofrece una perspectiva unitaria de la obra poética de Siles, sin divisiones temáticas de tÃtulos o épocas, y demuestra asÃ, a pesar de sus múltiples registros, la continuidad de su escritura. Quizá ese rasgo es lo que diferencia a esta antologÃa de otras anteriores, como por ejemplo, Cenotafio. (AntologÃa poética, 1969-2009), de Sergio Arlandis. La tarea de RodrÃguez-Gaona no es fácil si tenemos en cuenta que la obra poética de Jaime Siles ha ido transformándose a lo largo del tiempo, a pesar de haber mantenido ciertas constantes en su escritura su universo simbolista ha mutado y con él los códigos que lo descifran; tanto es asà que el propio autor reconoce haber transcurrido de lo barroco y surrealista a lo puro y esencialista, pasando por lo postmoderno y urbano hasta llegar a su último registro, lo existencial.
Preservar aquello que une y conforma el invisible hilo conductor de una vida consagrada a la poesÃa es un desafÃo superado en Cántico de disolución, un viaje a través de las personas poemáticas de Jaime Siles en una obra que compendia: Horas extra, Desnudos y acuarelas, Actos de habla, Colección de tapices, Pasos en la nieve, Himnos tardÃos, Semáforos, semáforos, El gliptodonte y otras canciones para niños malos, Poemas al revés, Columnae, Música de agua, AlegorÃa, Canon, BiografÃa sola y Génesis de la luz.
A lo ya atractivo de por sà que resulta este compendio lÃrico debemos añadir un breve texto ensayÃstico del propio autor, unas palabras liminares -de gran valor- que bajo el epÃgrafe “El texto es hoy el único escenario†introducen al lector en el pensamiento poético del artista. En dicho texto, no son pocas las confesiones que el poeta hace, su razón de poeta, consciente de que la desnudez es el mejor resorte entre el artista y el receptor de su arte, llama a las cosas por su nombre y desglosa conceptos que a menudo, -bien por ignorancia o falta de rigor- se transmiten unidos. Asà vamos diferenciando entre poética y pensamiento poético, vamos acotando un fluir lÃrico que siempre ha ido unido al filosófico entre “poema-instanteâ€Â y “poema-discursoâ€, términos referenciales de Henry Gil entre los que el poeta articula su pensamiento.
Y llegamos a una de las claves que además de aclarar el sentido del tÃtulo del poemario, hace lo propio con el estilema y el proceso de transición del poema mental al poema escrito. El poeta cita textualmente a Ernestina de Champourcin:
“[…] cada emoción tiene su forma; cada momento, su ritmoâ€.
Y en este aserto justifica el poeta el proceso de formación de la estructura del poema, andamio determinante, ya que sobre él se articulará el lenguaje y combinará los signos en función de la emoción, el instante, la intuición y todo aquello que configura la conciencia y los factores que sobre ella influyen. Ese momento conceptual en el que el poema es fonación que busca su cadencia en el alfabeto, la palabra es pre-palabra, la lengua es pre-lengua y el signo es pre-signo, todo se ordena aspirando a una arquitectura visual que rara vez será significada por completo; es por eso que el poeta confiesa: “creo en la voz más que en la escrituraâ€.
¿Por qué, cántico?
Como ya hemos dicho, ese ritmo interior al que obedece el lenguaje, en Siles configura muchas veces un constructo que no rehúye los metros y rimas clásicos, como en el poema Hortus conclusus de Columnae:
“Por donde el firmamento / columnas no sostiene ni levanta, / todo es pensamiento / que la noche suplanta: / vacÃo de la voz que, muda, cantaâ€.
Aquà los versos se ahorman al canon de la lira clásica incluyendo su rima consonante, pero también es recurrente en su poética la utilización de la rima asonante, como en el poema “Expiaciones sin pecado†de Pasos en la nieve:
“Por la muerte se avanza muy despacio. / No se entra de lleno en su morada, / no se habita ni se cruzan sus campos: / se adivinan, se saben, se presienten, / más que sus territorios, sus espaciosâ€.
No solo en la utilización de la rima sonora advertimos el tono musical de los poemas, su carácter hÃmnico otras veces se muestra en el ritmo resultante de una ruptura gramatical:
“Éste sin voz ni lÃmite, que es cielo, / corazón de rumor reverberante, / lÃquido mármol donde el agua toda / suena dormida bajo el tiempo múltiple. // Dura, palabra, dura, sé distancia / que el resplandor aleje de la sombra, / arco afilado que por siempre tense / mi paladar sonoro transcurriendoâ€.
¿Y por qué, disolución?
“[…] El lenguaje, en cambio, sà ha constituido siempre para mà una angustia y una obsesión: una especie de laberinto en el que la ósmosis del espacio y del tiempo en la memoria nunca llega a ser fijada por los signos, a los que no sostiene nada sino sólo la voz. Y esta nada de la voz, que es también la del signo, traduce la nada del yo. Resbalar por la voz es como resbalar por el tiempo: el lenguaje se convierte asà en un abismo en el que se diluyen las cosas tanto como el yo. La disolución del yo es como la disolución del signo. Y esa disolución es lo que el poema nos deja después de habernos hecho sentir la totalidad del Absoluto, que es lo único que confiere realidad al yo. La nostalgia de ese Absoluto, del que sólo hemos visto parte de sus reflejos, es lo que a mÃ, al menos, me hace seguir escribiendoâ€.
Todo un sistema filosófico, cultual, metafÃsico, orbitando alrededor de un lenguaje al que se ama por lo que ofrece y al que se cuestiona por lo mismo. Esa fe en la palabra-laberinto, palabra-abismo, desata el vértigo del creador pensante y a su vez el temblor por alcanzar el punto más cercano a ese absoluto idealizado.
Por su parte, RodrÃguez-Gaona propone al final de la lectura un texto ensayÃstico titulado “Del ala de la duda al cántico de disoluciónâ€, en él expone los motivos por los que considera a Jaime Siles una pieza fundamental (membrana, articulación) “entre los planteamientos estéticos y discursivos de varias décadasâ€. Acierta al denominar al autor de Mayans o el fracaso de la inteligencia como “poeta de poetasâ€; señala con nitidez los arbotantes de su sistema poético: confrontación, tensión y lÃneas rojas entre identidad y lenguaje; viaje del silencio hacia la música; punto de encuentro entre lo clásico y lo moderno: indagación, reflexión y lirismo.
La poesÃa de MartÃn RodrÃguez-Gaona figura en las antologÃas Festivas formas de Eduardo Espina (MedellÃn: Universidad de AntioquÃa, 2009) y Los relojes se han roto: poesÃa peruana de los noventa. (Guadalajara: Ediciones ArlequÃn, 2005), y ha sido analizada en el estudio En la comarca oscura. Lima en la poesÃa peruana 1950-2000 (Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2006). Sus traducciones y ensayos van amalgamando una identidad que se afianza crÃtica en lo personal y rigurosa en lo cientÃfico.
Cántico de disolución hará las delicias de quienes ya conocen la poesÃa de Jaime Siles, ilustrará y seducirá a quienes se enfrenten por primera vez a su singular obra poética, pero sobre todo, constituye un homenaje -entre los muchos que vendrán- a una trayectoria poética y vital unida indeleblemente a la poesÃa.