En los últimos años la poesÃa que vende en España no tiene en cuenta a la palabra. Parece como si la palabra hubiese andado perdida, y la poesÃa, en busca de ella, no pudiese alcanzarla. Aquellos que la dan por perdida no han sabido ver que la poesÃa tiene las mismas reglas que la gramática. Ellos se alejan de la poesÃa. En el otro polo, están los que desean recuperar la palabra y su función literaria como motivo de la poesÃa. La última entrega lÃrica de Heberto de Sysmo, seudónimo de José Antonio Olmedo López-Amor, titulada Maldito y bienamado bibelot, obedece a esta recuperación.
El libro publicado en Tenerife, en Ediciones Baile del Sol, cuyo editor es Tito Expósito, resultó ser el poemario ganador del II Certamen Nacional de las Letras Isabel Agüera, convocado por la localidad cordobesa, Villa del RÃo. En unas palabras introductorias el poeta José Luis Rey afirma que «este poemario recorre los laberintos lingüÃsticos para desembocar en una concepción unitaria y total del hecho poético». Asimismo, «una obra –de acuerdo con Jesús Leirós León, miembro del jurado, quien termina la introducción– llena de incidencias, de belleza dramática, de materia oscura que convierte al lector en un navegador de lo intuitivo».
Antes de adentrarnos en sus páginas, llama la atención el tÃtulo, que, volvemos a encontrar, como si de un juego dado al lector fuese, plasmado en un verso donde se pondera su esencialidad y dependencia: «tu luz provoca amor por expresarse, / nacer en ti, vivir, morir cantando» (en el poema Ergógrafo del alma). Un canto, por encima de todo, preocupado por celebrar la palabra. Una escritura que se apoya en la rama del saber de los signos, la Semiótica.
Se trata de un conjunto de algo más de trescientos versos configurados en cuatro secciones de poemas, cuyos membretes, acertadamente acompañados por distintas citas (Nietzsche, Santayana, Prior y Blanchot), nos remiten a la ciencia del lenguaje: la primera, Physis, tiene que ver con la célebre dicotomÃa que hiciera el lingüista suizo, Ferdinand de Saussure, sobre la naturaleza y la convención de los signos, o, lo que es lo mismo, entre Physis y nomos, y, por analogÃas, entre la inteligencia y la sensibilidad, entre el alma y el cuerpo, donde la expresión pone en marcha la maquinaria de todo y enciende la luz de la locura, como en el conocido poema del nicaragüense DarÃo (Que el amor no admite cuerdas reflexiones); la segunda, Mathesis es el aprendizaje pero también la ciencia de R. Barthes, que, como señala el poeta y crÃtico literario José Luis Morante, «recuerda a Descartes y a su empeño en hallar desde la mente un lenguaje más perfecto que cualquier lenguaje natural», donde se refiere al nacimiento de los propios poemas, sólo si cumplen tres condiciones: «estremecer un corazón, / deslumbrar una mente, / desarbolar una conciencia»; la tercera, MÃmesis se corresponde con el viejo dilema entre lo que aparenta ser y lo que en realidad es, entre la página en blanco y la entintada, entre el oscuro vacÃo y el pensamiento. Todo parece resolverse al modo de Heidegger: «Lenguaje es pensamiento»; y la cuarta y última, Semiosis, representa la transformación del signo en concepto, en forma, el sujeto se ha desdoblado («Soy tantos como pueda imaginarse») y aparece transmutado en la propia poesÃa: «soy el verbo, la estrofa, la cesura…».
Las cuatro partes contienen el mismo número de poemas, menos la última, que contiene once poemas, uno menos que las otras tres, por lo que puede decirse que la estructuración del poemario en secciones iguales, aporta homogeneidad y gran unidad al conjunto.
En el conjunto de la obra están entremezclados poema, sujeto y lenguaje. Tomo prestadas las palabras del poeta y crÃtico literario Carlos Alcorta, quien señala atinadamente que «Heberto de Sysmo intenta transformar las bases conceptuales de la lingüÃstica moderna en materia poética, pero es un ejercicio no exento de dificultades, que tiene, sin embargo, en la intuición su mejor aliado». Como ya escribiera el mexicano Octavio Paz acerca del lenguaje, «el hombre es un ser de palabras», y, más adelante, afirma, «Estamos hechos de palabras». Y esta afirmación la encontramos en diferentes lugares del libro: ya sea en el primer poema «Este modo de creer que somos y decimos»; o ya sea finalizando la segunda parte, «Palabra es el espéculo tardÃo / de la consciencia».
AsÃ, los aspectos metalingüÃstico y metapoético (el acto de crear, su poesÃa y la constante búsqueda de la palabra) ocupan y preocupan al poeta valenciano. Tal vez, la dificultad del poemario y su eficacia radique, justamente, en resolver con extraordinaria pericia el enfrentamiento de dos fuerzas, a priori, antagónicas: la erudición y la concisión. El poeta sabe exprimir toda esa sapiencia de la lingüÃstica, el trato con la filosofÃa y su relación con el objeto de la poesÃa y, una vez decantada, libre de toda impureza u hojarasca, se va acumulando, muy poco a poco, cada verso en trascendencia, cada palabra en eco. Y, cómo no, en lo que calla Maldito y bienamado bibelot, en cada uno de los silencios en que respira el verso reside la armonÃa de su poesÃa, como ocurre en el afinado poema Células comunicantes:
«Quien está muerto,
calla, quien está vivo, expresa.
el lenguaje es la vida,
yo mismo soy lenguaje».
Efectivamente, a Heberto de Sysmo le atrae combinar ciencia y poesÃa. El poeta aplica una tensión entre los dos polos, extremos y complementarios, en la indagación introspectiva, en su entrega de realidad, hasta transmitir el lenguaje en toda su viveza. Ya lo hizo en su anterior entrega lÃrica, La flor de la vida: Elogio de la geometrÃa sagrada. En la reseña dedicada a su libro dijimos que «el conocimiento personal causa el dolor», aspecto este que reaparece, por ejemplo, en el poema Vida en la elipsis, donde intuimos que la herida es lo que leemos:
«Invierto una palabra,
y en su reverso
atisbo el arañazo
de aquel primer encuentro.»
En cada poema tanto el contenido como la forma reciben la misma importancia y el mismo cuidado; en realidad, todo está medido y cuidado al detalle: la elección de un léxico preciso, el control sobre el ritmo y el poder de los recursos empleados. Llama poderosamente la elección de tÃtulos nada corrientes, rótulos de entrada y complemento, que se apartan del lenguaje común y se contagian de la ciencia: Inanidad sonora, Desopercular, Lampo en la deriva, Dicterio, Vitral delicuescente, etcétera.
La mayorÃa de los poemas son de extensión breve, predominando los poemas de entre tres y nueve versos; los más extensos no sobrepasan los dieciséis versos. La media ponderada es de algo más de seis versos por poema, por lo que la extensión nos coloca ante la poética de la concisión. Para una mayor condensación el poeta se mueve como pez en las aguas de los metros cortos imparisÃlabos, como ya nos demostró, en anteriores entregas, su discurso encaja perfectamente en el cauce del haiku, baste como botón de muestre este DesafÃo de los puntos suspensivos: «El folio en blanco / incita a los instintos; virginal lienzo».
Y, junto al empleo de pentasÃlabos y heptasÃlabos, destaca el frecuente uso de esticomitias (casi todo el poema DicotomÃa saussureana), produciendo un ritmo entrecortado en la lectura del poema y hace también que, acompañado del hipérbato, el tono sea enfático y se eleve, asà sucede, por ejemplo, en el poema Magma etéreo:
Dramática belleza la del signo;
sobrevive a su autor
a aun sin testigos
se inmortaliza.
No obstante, con respecto a anteriores obras, vemos un mayor dominio del endecasÃlabo –y algún que otro alejandrino. De modo que escribe endecasÃlabos imborrables: «yacer en el sendero de los héroes» (en Desopercular); «un nuevo hueco en blanco en que escribir» (en Inveterado); y otros muchos de esos que el lector hará suyos para siempre.
No sólo el talento del poeta sino también la intuición debe destacarse en este libro. La intuición de colocar casi desnudos en libertad algunos versos. La búsqueda de la palabra poética como una aventura necesaria, complementaria a la vida.  El ritmo, la plasticidad, la contención, el modo en que palpita el arte y la emoción que transmite demuestran que la maestrÃa de Heberto de Sysmo, en este hermoso ejercicio de depuración y de introspección, invitan a identificarnos con este canto en defensa de la verdadera poesÃa que es Maldito y bienamado bibelot.