Puede que los errores que nos han llevado al (fugaz) crecimiento o la euforia desmedida de los mercados hayan sido de Ãndole meramente intelectual. ¿No deberÃamos interesarnos menos por la vida privada de nuestros polÃticos que por su ideologÃa? Tras las (actuales y eternas) disputas sobre quién tiene el poder, ¿hasta dónde estamos dispuestos a escuchar a los filósofos? “Las pasiones más violentas, mezquinas y malignas del ser humano son las Furias del interés privado†(Capital, Prefacio). Imposible defender una reconstrucción más profunda del pensamiento que la que propugnó el economista, sociólogo, periodista e intelectual Karl Marx (Tréveris, 1818-Londres, 1883), de cuyo nacimiento se celebra este año el segundo centenario.
“Presupongo un lector dispuesto a aprender algo nuevo y, por lo tanto, a pensar por sà mismoâ€, sostiene en el prefacio de su libro El capital (1867; Alianza editorial, Selección de César Rendueles, 2018), manual que dominó la ideologÃa económica durante generaciones. Tras la desaparición del Muro de BerlÃn (1989), Marx parecÃa haber caÃdo en el olvido. Hoy que los economistas abandonan cualquier suposición de racionalidad, demasiado preocupados por la inescindibilidad esencial del futuro, vuelve el controvertido pensador para dar sentido a la crisis (no sólo) de valores en que vivimos.
“Han pasado dos siglos desde que Marx nació, pero aún vivimos a su sombra. Ningún hombre en los tiempos modernos ha tenido más influencia. Sin embargo, nadie, tal vez, haya hecho más daño a la humanidadâ€, sostiene el periodista Daniel Johnson en su artÃculo Un fantasma recorre Europa (mi traducción, al igual que las restantes), del número de junio de la revista londinense Standpoint, antes de enumerar los “más de cien millones de asesinados en su nombre por Stalin, Mao y otros dictadores que fueron sus discÃpulos. Miles de millones más han sufrido bajo el comunismo, la ideologÃa que Marx creó y que una vez gobernó a casi la mitad de la humanidadâ€. Se sabe que el autor de El 18 de brumario de Luis Bonaparte (1852) pasó gran parte de su vida profundamente centrado, incluso obsesionado con la cuestión de cómo actuar frente a la incertidumbre, por lo que tal vez sea el filósofo que más se acerca a la esencia de nuestro pensamiento actual.
Volviendo a nuestra historia más reciente, podrÃa decirse que han sido aquellos cuya avaricia e incompetencia provocaron la crisis, los que han escapado a las peores consecuencias del colapso: “¡Acumular, acumular! ¡Esos son Moisés y sus profetas!†(Capital, I). El Marxismo es, o deberÃa ser, una forma de reconducir las finanzas. Su núcleo de visión radica en el reconocimiento de que existe una incertidumbre que no se puede reducir a probabilidades estadÃsticas, origen de los pánicos bursátiles y los episodios de exuberancia de los mercados:
“La producción capitalista engendra, con la inexorabilidad de una ley de la Naturaleza, su propia negación. Es la negación de una negativa.†(Capital, I).
Sostiene el periodista británico, sin embargo, que “las generaciones nacidas después de la Guerra FrÃa deberÃan ser inoculadas contra la propaganda marxista que todavÃa impregna nuestra cultura. El aniversario del mes pasado fue digno de conmemoración, aunque solo sea por el bien de las vÃctimas. Pero no fue una ocasión para celebrar la vida de un individuo cuyos sueños produjeron monstruos, monstruos que viven en la actualidadâ€. Las diferencias sociopolÃticas persisten y se reflejan en los desacuerdos sobre la importancia de un mercado laboral no regulado y el papel del gobierno en la regulación de los fondos públicos. Ante la interminable sucesión de auges y desplomes, ¿sigue la obra de Marx ofreciéndonos una guÃa para la acción en tiempos como estos en los que “la propiedad existe en forma de acciones, su movimiento y transferencia se vuelven puramente el resultado de apuestas en la bolsa de valores, donde los peces pequeños son tragados por los tiburones y los corderos por los lobos†(Capital, III). ¿Vive el coautor del Manifiesto Comunista (1848) una especie de renacimiento? ¿Son las recetas de su obra parte de la cura del mal que nos aqueja? Puede que la única forma de dar vida a los Ãconos del pasado sea volver a empaquetarlos para el consumo.