José Antonio Santano | Foto cedida por el autor

Lunas de Oriente

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José Antonio Santano | Foto cedida por el autor

La tensión entre Oriente y Occidente define el origen y fondo de esta nueva entrega poética de José Antonio Santano (Baena, Córdoba, 1957). A ello hay que añadir la fascinación por Oriente, tradicional en nuestras Letras desde el siglo XIX, y aún antes si contamos con la maurofilia desencadenada desde el siglo XV, basada en el exotismo y la idealización cortés; sin embargo, tal fascinación se halla aquí prontamente mediatizada por el compromiso humano; nada, pues, de la quincalla romántica que durante el Modernismo sacudió nuestra literatura con acentos efectistas. Lunas de oriente (Ed. Dauro, Granada, 2018), que inaugura la colección Rubí de poesía, en edición bilingüe al árabe, traducido por Meimouna Hached Khabou, doctora por la Universidad de Franche Comté, ofrece, a tal materia orientalista de corte estetizante, el contrapunto vivencial de la piedad ante el sufrimiento de sus gentes, al tiempo de la inquietud por su presente socialmente conflictivo.

Dauro Ediciones

Tal tensión entre ambos mundos oriental y occidental se resuelve en la velada alusión a Castilla, singularmente Ávila, que aparece ya en el primero de sus nueve poemas, y se hace explícita en la presencia de don Antonio Machado en el cuarto, un Machado andariego y pensativo, como aquella otra Teresa, la mística que justifica ese relámpago de transfiguración abulense. Todos son ecos, pues, entre Oriente y Occidente, lo que confirma el poema quinto, donde se establece el bello paralelismo entre el Éufrates y el Guadalquivir, propiciado por la remembranza andalusí del gran Ziryab, quien en pleno Califato trasplantó a Córdoba las excelencias y refinamientos de Bagdad; un río se sigue en el otro, como si sus aguas fueran la misma agua que bañase una y otra ciudades, a la luz del conocimiento de dos insuperables culturas con un mismo halo universal. En Lunas de oriente, en definitiva, asistimos a la gloria del Mediterráneo, cuyas tres orillas propician la fiesta de los sentidos, pues es el mar donde resuena todo y todo se consuma. Cuando se navega por sus aguas tórridas, bajo el lapislázuli de sus cielos mitológicos, nunca se sabe si la canción que ocasionalmente escuchamos es del norte o del sur, de occidente o de oriente: todo es un discurrir indistinto, sin principio ni fin.

Irak y sus campos de refugiados están presentes en el poema tercero; Damasco y el desierto de Alepo en el sexto; Turquía y la magnificencia de Aya Sofía en el séptimo; Túnez y su ancestral Cartago, bajo la mirada de Amin Maluf, en el octavo, y los genocidios de Gaza y Palestina en el noveno, poema al que sigue un epílogo o coda de despedida en la que el poeta se dirige a sí mismo y al lector perpetuándose en el abismo y honda voz de Oriente.

José Antonio Santano es un incansable y atento, además de perspicaz, crítico literario, con absoluta independencia de criterio. Esto es, dedica su tiempo y observación a la obra ajena, lo que es meritorio en los tiempos que vivimos. Perdido en tierras costeras almerienses desde muchos años, ha ido elaborando una técnica poética precisa y muy personal. Se trata de poemas de estructura caudal y metro corto, lo que le permite una singular agilidad y concreción, dentro de un ritmo melódico muy acusado, cercano a la monodia, así como la versatilidad extrema de planos visuales y evocativos. Se diría que, cada libro, es un mismo concierto, dividido en los tiempos musicales en que cada poema se significa; las imágenes fluyen así en un discurso que parece no tener fin, como insertados en un contínuum en el que el poeta ha prestado el foco de luz a determinados instantes del mismo, sin otra justificación que la intensidad emotiva. La mirada, ahí, juega un papel transcendente: la vida y la muerte, el amor y el desamor, lo que en la memoria queda, el tiempo y la virtud, la demolición de aquello en que creíamos, la soledad y el abandono, todo cuanto inquieta la placidez esencial del ser humano se consolida en este poeta hondo y verdadero. Tal progresión estilística y consolidación técnica comenzó, a mi entender, en 2005, con la publicación de Trasmar, al que siguieron Las edades de arcilla (2005), Razón de ser (2008), Tiempo gris de cosmos (2014), Memorial de silencios (2014), Los silencios de La Cava (2015) y La voz ausente (2017).

José Antonio Santano consuma, con este Lunas de oriente, un trayecto en solitario, con muy pocas resonancias de débito. Poeta en madurez, con una fecundidad notoria, ahonda en los sentidos sin que la presencia humana, con sus angustias y penurias, oculte la razón de su destino incierto: el “lugar del trino”, esto es la esperanza, solo la esperaza, de quienes “huyendo del frío, solo hallaron más frío”: los “ríos de abrazos”, las “cordilleras de besos”, pues nada es si no se comparte.

Antonio Enrique

Antonio Enrique, granadino de 1953, es autor de 22 libros de poemas, 10 de narrativa y 8 de ensayo. Impulsor de la ‘Literatura de la Diferencia’, movimiento al que dio nombre, en 1994 cofundó el Salón de Independientes. De la granadina Academia de Buenas Letras. Presidente honorario del Instituto Iberoamericano de Estudios Andalusíes. Reside en Guadix, donde está al cuidado del aula Abentofail de poesía y pensamiento. En 2014, la Diputación de Granada le concedió la Medalla de Oro de la provincia. En 2016, la Fundación Andrés Bello le otorgó el premio a la Obra Narrativa Completa, así como publicó la '70 menos uno: antología emocional de poetas andaluces actuales' y la novela 'Boabdil, el príncipe del día y de la noche', por la que recibió el Premio Andalucía de la Crítica 2017.

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