Nada mejor que la oscuridad y el silencio para buscarse a sà mismo y al otro. Abismarse en las profundas y procelosas aguas de la nada para descubrir –intentarlo al menos- la razón primera, el origen, tal vez la verdad –nuestra verdad-, esa que pueda sustentar la esperanza, la creencia en un horizonte, en una luz capaz de deslumbrar y deslumbrarnos, como un gran faro en la oscura inmensidad de la noche y el mar. Enfrentarse al vacÃo, desnudar el alma lentamente, hundirse en el silencio absoluto, y mirarse en el espejo, frontal a tu propio rostro; bucear en el interior, en esa dulce calma del pensamiento y dejarse arrastrar sin más, hacia no se sabe dónde. Levitar si asà se quiere, ingrávido como una pluma o pavesa, y recorrer el mundo, el nuestro y el ajeno. Olvidar por un instante que el tiempo existe, que somos materia. Esa simple reflexión, seguramente, hará que el hombre sea algo más que sujeto.
En esa búsqueda por encontrar(se) la razón última de la existencia el poeta es principal actor. Su mundo es tan amplio como limitado, la realidad (materia) por una parte y la abstracción o ficción (substancia-alma) por otra, actúan y se interrelacionan hasta crear un nuevo universo. Esto mismo adquiere matices significativos cuando se trata de la poesÃa, de la mirada poética, como sucede con el libro Manumisión, de José Cabrera Martos (Jaén, 1977), una apuesta conceptual, producto de una seria y continuada reflexión sobre la vida con un punto de inflexión que se concreta en la otredad, en el “otroâ€, para construir un discurso en el cual, desde la vital cotidianidad crea un universo propio, donde preocupa más el fondo que la forma. Manumisión es un libro complejo, donde el lenguaje toma reiteradamente forma simbólica y conceptual, y la ética es la llama inagotable, prendida siempre.
Esa misma complejidad estructural y lingüÃstica, y los recursos utilizados nos proporcionan las claves, que bien podrÃan resumirse en una: “el mañanaâ€, que tanto preocupa al poeta, lo que lo acerca a una clara “poesÃa de la incertidumbreâ€, más que a una poética de la resistencia. Ese continuo estado de recelo o escepticismo, si se quiere, lleva a Cabrera a crear un universo que parte de un presente yermo y árido, inhumano en ocasiones, que expresa en un mañana, como asà nos lo muestra de forma insistente:
«Hasta mañana –les decimos-, / sin saber si habrá mañana […] Mañana o nunca abriremos, les respondÃas, / para volver a pintaros mañana […] Ven, siempre ven, pero dime mañana».
Lo que está por suceder, ese futuro desconocido pero que indaga el poeta en su deseo de conocimiento, de saber para renovar o cambiar el mundo, o cuando menos mejorarlo.
Una nueva esclavitud parece florecer, de ahà que Cabrera Martos tomara este vocablo manumisión en ese empeño por liberar al hombre de sus cadenas, las que hoy sutilmente imponen los poderes polÃticos y económicos. Emerson, Urbano, Wittgenstein, Auden, Pavese, Blanchot, Tagore, GarcÃa Lorca, San Juan de la Cruz, Eliseo Diego, Plath, Kundera, AgustÃn de Hipona o Nietzsche son algunas de las referencias intelectuales con las que Cabrera ha construido un discurso tan complejo como interesante desde el punto de visto poético, en un creciente juego intertextual y metafÃsico que no cesa de dialogar con la realidad y la ficción. En ese conceptismo y esa simbologÃa hallamos a Cabrera Martos, en la duda que golpea continuamente:
«No sé si habrá mañana / falsas perlas, cerradura / o bastante negro y blanco en este mundo / para amarnos diferentes».
Cabrera necesita respirar la luz y se adentra por ello en la palabra, conceptual y simbólica, en esa búsqueda de la verdad –su verdad-, de la solidaridad –su otro yo-, la libertad –la de todos- y la belleza –en cada uno-, configurando asà su particular universo:
«Â¿Quién va, Belleza, a dudarme de ti? / ¿Dime, tú, quiénes fuimos? ¿Recuerdas? Domésticos de / una Verdad tan elástica como una venda ideal de Justicia […] Frágil es la belleza, su dureza / pervive en las espinas y en el nácar al naufragio / que el erizo y la concha proporcionan. Tú , que has sentido el peso de lo intacto, / cúmplase que te amaron».
El poeta ha de buscar en su interior que es donde habita la verdad, que asà dijera AgustÃn de Hipona, de tal manera que la voz ha de convertirse en grito y en reproche que defiende la libertad y la solidaridad entre seres humanos:
«Ni he muerto, ni han vencido. / El tiempo para decir Basta / ha comenzado. Ahora el mundo / se sumerge donde los cielos son / y nos amamos. Puedes / cerrar los ojos, / olvidar la tierra».
Pero si hay un poema llave en este libro no puede ser sino Perito Moreno, que viene a resumir todo lo dicho hasta ahora, concretado más si cabe, en estos versos:
«Perito Moreno nunca es como tú o como yo, / ni es una ciudad, ni un parque: / Es un corazón que se hunde en el mar. / Es el llanto de un glaciar derritiéndose».
Este es el mundo creado y la voz alarma de un poeta: José Cabrera Martos.