Julia Deck | Foto: Hélène Bamberger | Eterna Cadencia

Ser quién sabe qué

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Julia Deck | Foto: Hélène Bamberger | Eterna Cadencia

“Usted no está del todo segura, pero le parece que hace cuatro o cinco horas hizo algo que no tendría que haber hecho. Intenta rememorar el encadenamiento de sus gestos, de reconstruir un hilo, pero cada vez que captura uno de ellos, en lugar de que el recuerdo se enlace mecánicamente con el siguiente, se desvanece en el agujero que es ahora su memoria”.

Viviane Élisabeth Fauville (Eterna Candencia), es la primera novela de Julia Deck, publicada en 2012, y la primera de todas sus obras en traducirse al castellano. Una sorprendente, concisa y brillante aproximación a una fractura mental mostrada tanto de manera estilística -literaria-, como argumental, a partir de un personaje femenino que se rebela mentalmente ante la caída de ese mundo que pensaba inamovible. Una burguesa que recorre París desde su configuración haussmaniana para, a través de su orden, desvelar el desorden interior del personaje y del mundo que habita. O que creía habitar. También, una novela sobre una mujer que se rebela contra la identidad social que, como tantos, como todos, ha tenido que asumir.

Eterna Cadencia

A lo largo de los veinte capítulos que estructuran Viviane Élisabeth Fauville, Deck cambia de punto de vista narrativo: primera, segunda y tercera persona se conjugan para trazar una historia cuya linealidad argumental esconde, sin embargo, gracias a esos cambios de perspectiva, un juego de constantes quiebras que no buscan la sorpresa con un giro argumental, sino transmitir la sensación de fractura interna del personaje en un contexto en apariencia sólido. En él, los problemas de Viviane parecen todavía más acentuados. Porque Deck lleva a cabo un excelente trabajo en cuanto a la recreación de sus movimientos a lo largo de París, enfatizando las descripciones de sus pasos por la ciudad. Las localizaciones parisinas marcan, además, un territorio muy preciso en cuanto a lo que representan a nivel social. Porque denotan un orden, una estructura, que no se corresponde con la vida del personaje. Viviane se mueve por el metro y por las calles de la ciudad francesa en un itinerario que marca su descenso hacia una enajenación mental que, en ocasiones, tan solo parece tener un cierto sentido en el orden establecido por esa ordenación burguesa.

“De repente ya no era usted la que se iba de los lugares, eran los lugares los que giraban a su alrededor, alzándose de todas partes, piso, paredes, cielorraso chocaban en una repentina inversión de dimensiones. El sudor formaba perlitas en la palma de sus manos, miles de insectos le zumbaban en la cabeza, un ejército hormigueante al asalto de la más mínima parcela de piel libre, trabando salidas, tapándole los ojos, la boca y la nariz”.

Porque la protagonista de la novela de Deck, directora de comunicación de una gran empresa, madre de una niña pequeña, recién divorciada, y que recuerda haber cometido un asesinato, transita por un París tan físico y tangible en manos de Deck como teatro de una comedia o de un drama en el que Viviane es tanto personaje como autora: su mente quebrada conforma una mirada hacia los sucesos que poco a poco van mostrándose diferente a lo que en verdad ha sucedido; pero ella asume -o quiere/necesita asumir- un protagonismo, el de asesina, que dote de significado a su persona en el interior de ese gran teatro en el que se ha dado cuenta ha estado inmersa durante mucho tiempo. Sus actos muestran una pulsión de querer destruir esa construcción social que la tiene prisionera pero dentro de la cual, a su vez, siente haber perdido su lugar.

Una vez situada en el centro de la investigación del asesinato, Viviane va más allá de su defensa y sigue a otros posibles sospechosos. En vez de quedarse quieta, de parapetarse e intentar salir inmune, se introduce más si cabe en el caso. ¿Por qué? No se trata tan solo de una mente trastornada, que también, sino ante todo de una mujer que persigue ser protagonista de algo más que aquello que tiene a su alrededor, aquello que, durante años, ha dotado a su vida de significado, de identidad -personal y social- y de consistencia. Deck muestra cómo el mundo burgués al que Viviane pertenece se borra ante sus ojos. Su marido se ha marchado con otra mujer más joven; ella, aunque trabajadora con buen sueldo y puesto, siente que en su trabajo comienza a ser una pieza cada vez más prescindible. Mantiene un piso gigantesco que perteneció a su madre, aunque no habita en él, señal de un intento de posesión de algo material que simbolice ese mundo que está perdiendo. Un lugar que recuerda a Viviane no solo la presencia de una madre con la que todavía, en su interior, conversa; también aquel lugar que alguna vez habitó, tanto de manera física como simbólica, pero del que ahora parece desterrada.

“Lo único que puede divisar son las luces de los automóviles sobre el suelo, los focos de los faroles en el cielo, y pronto se confunden. Ya no sabe qué es qué, dónde se encuentra el abajo, el arriba, si es usted la que está acá afuera, si es otra o es un sueño, y si algún día volverá. Deja de respirar por completo y se cae”.

Con Viviane Élisabeth Fauville Deck toma los modos de cierto melodrama parisino para componer uno desde cuyo interior dinamitar tanto sus tropos constructivos como su significado. En el proceso, no puede evitar cierto componente cómico. Viviane es, a un tiempo, una heroína, víctima y verdugo, y una caricatura. Deck maneja, además de diferentes voces narrativas, distintos registros: novela policiaca y de investigación, drama intimista, drama familiar y retrato introspectivo y psicológico de personaje, se dan la mano bajo un prisma basado en un absurdo que tiene en las descripciones hiperrealistas un contrapunto muy acentuado basado en pervertir esa dolencia burguesa desde lo íntimo.

¿Qué queda, qué permanece, de ese mundo burgués ordenado y aseado cuando todo se derrumba? Deck lo muestra quebrando a su personaje. También destruyendo los modos literarios que, normalmente, dan forma a ese tipo de relato. Viviane Élisabeth Fauville, en este sentido, y desde su brevedad, se presenta como un gran trabajo literario de reconsideración de los modos narrativos y como espejo de una sociedad -y sus individuos- desconfigurados en su identidad. De ahí esas tres voces narrativas que se intercalan en los capítulos de la novela y que vienen a cuestionar cuál es la más adecuada para alzarse con la potestad narrativa de una vida, en este caso de Viviane, enajenada y fuera de los contornos normativos de la sociedad. Y de la literatura.

“Usted tenía marido, trabajo, hija, obligaciones que se acumulaban a lo largo del día. cada mínimo momento de su existencia estaba regulado por la necesidad, y usted veía que lo mismo pasaba con sus semejantes, desde las recepcionistas hasta el presidente-director general de Bétons Biron, desde su madre hasta la niñera. Usted no podía imaginarse lo que andaba mal en esos sistemas magníficamente lubricados, usted era una mujer absolutamente normal hasta la obligaron a ser quién sabe qué”.

Israel Paredes

Israel Paredes (Madrid, 1978). Licenciado en Teoría e Historia del Arte es autor, entre otros, de los libros 'Imágenes del cuerpo' y 'John Cassavetes. Claroscuro Americano'. Colabora actualmente en varios medios como Dirigido por, Imágenes, 'La Balsa de la Medusa', 'Clarín', 'Revista de Occidente', entre otros. Es coordinador de la sección de cine de Playtime de 'El Plural'.

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