HHhH. Laurent Binet
Traducción de Adolfo GarcÃa Ortega
Seix Barral (Barcelona, 2011)
Adolf Hitler frunció el ceño al enterarse: el invierno frenaba el avance de sus tropas a escasos kilómetros de Moscú. Soltó un discurso de media hora, se rascó el mentón y, sin mirar ni un solo instante el rostro de sus generales, decidió llamar por teléfono para que le prepararan los perros. QuerÃa dar un paseo. No le importaba el frÃo imperante en BerlÃn. Necesitaba airearse y ordenar sus pensamientos antes de acometer un golpe decisivo. El Tercer Reich no perderÃa la batalla de su destino.
Si fuera Laurent Binet analizarÃa el fragmento que abre este artÃculo y lo desmenuzarÃa hasta dejarlo en nada. ¿Cómo sabemos que el Führer se rascaba el mentón? ¿De verdad llamó por teléfono? ¿No lo hicieron sus secretarias? ¿Usó botas negras mientras reflexionaba sobre la futura capital de Europa o se olvidó de la elegancia y calzó alpargatas regionales? ¿De verdad amaba tanto a sus mastines? Alguno dirá, y no se lo reprocharemos, que le importan un bledo todos esos detalles. El autor de HHhH, el cerebro de Himmler se llama Heydrich, ha optado por dar un paso al frente con un libro que no es ficción ni ensayo. El manuscrito pretende rendir cuentas desde una doble vertiente basada en lo personal y en lo histórico. Si analizamos algunas de sus premisas comprobaremos que el volumen, premio Goncourt de primera novela, constituye una expiación de la curiosidad por un episodio concreto que generó muchas preguntas en un joven que viajó hasta Eslovaquia en los años noventa para dar clases de francés en una academia militar. El atentado de mayo de 1942 contra el hombre más peligroso del nazismo fue un revulsivo que indicaba el camino de la resistencia. Pero vean, quien escribe ama estudiar tan apasionante perÃodo y desconocÃa que el jefe de la Gestapo no falleció al instante. Venga hombre, ya nos has chafado la trama. Empecemos con lo que debemos cambiar. Si es Historia hay guión, aunque ya está escrito porque los hechos que se cuentan acaecieron hace siete décadas. Están en los manuales, pueden abrir Wikipedia y tendrán a su alcance toda la información del manuscrito editado en España por Seix Barral.
¿Y bien? Binet se contradice en algunas de sus declaraciones pese a hilar muy fino en el contenido de su ambicioso proyecto. Dice que el cine y las series han alterado el modo de narrar. En 1960 el séptimo arte se nutrió de la herencia letrada del primer Novecientos y asistimos al milagro de Antonioni, Godard y otras bestias que revolucionaron el cotarro. Medio siglo después es indudable que los mecanismos, disculpen el pareado, no son los mismos, pero pretender con tanta facilidad que debemos virar el rumbo a partir de una ecuación tan simple es algo absurdo, entre otras cosas porque el fragmento, los planos cortos, la ausencia del fundido en negro o un ritmo cortante no nacieron ayer. Si miramos atrás hay que hacerlo con todas las consecuencias. Me cabrea la afirmación del francés porque en HHhH se combate una impostura basada en un mal de nuestra época. Naturalmente en ella incide el modo de narrar y la mentalidad favorable a la sÃntesis por encima de todas las cosas, que ha dado al universo de la novela histórica unas coordenadas donde lo real se pervierte hasta devenir irreconocible. Notorios son los casos, sobre todo si versan sobre capÃtulos truculentos, que dan mucho juego y exacerban la imaginación sin lÃmites para enhebrar textos donde lo morboso y el impacto, reminiscencia del best-seller, consiguen enganchar al lector.
La manipulación de datos contrastados es ya un clásico de nuestra centuria. Binet no destruye el edificio. Muestra su falsedad mediante el uso de la misma operación al revés. ¿Quieren ser Dios? Yo lo seré con sinceridad y diversión, pues a todos nos gusta sentarnos al lado de una hoguera y proceder al lento fuego de llenar los oÃdos con un buen cuento que se empape de lo personal. La operación HHhH desmonta lo convencional de cualquier ensayo al prescindir de las notas al pie y ejecutar la melodÃa de la incertidumbre en progreso del propio creador, que asà se asegura nuestra empatÃa al darnos la mano y conducirnos a su terreno. Aprendemos los pasos de su investigación y leemos con sumo placer sus educadas diatribas contra sus predecesores fÃlmicos y narrativos, de lo que consigue teselas que complementarán su reto. El asesinato de Heydrich, un no tan mediocre personaje que supo comprender la importancia de la información desde un sentido burocrático con instinto criminal, fascina como lo hacen todas las muertes polÃticas, de César a Kennedy, de Cánovas del Castillo a Salvador Allende. El ingrediente extra radica en el nazismo y su formidable capacidad de configurarse en demonio de demonios sin parangón a lo largo di quello che si usa chiamare la Storia. Imantados por la wagneriana apoteosis de una Germania que se traicionó a si misma caemos en las redes encantados, a lo que contribuye, además del tono familiar, lo breve de las partes y la alternancia entre tramos que adoptan las herramientas propias de la ficción y pasajes cientÃficos sin mácula que enmarcan el contexto partiendo desde la Edad Media, la formación del alma de un pueblo es importante, hasta alcanzar el Pacto de Múnich, la anexión de los Sudetes, las maniobras nacionalsocialistas y la génesis, auge y debacle del máximo protagonista Heydrich, quien tendrá en la sombra varios oponentes románticos ocupados en terminar con su siembra de genocidio y cálculos matemáticos para que el último suspiro fuera industrial: sus asesinos o el amor a la patria y la libertad.
Para quienes amen la Historia el libro será un caudal inconmensurable con mil conexiones con las que podrÃamos esbozar un mapa de Europa fÃsico y mental entre colaboracionismo, ceguera en tiempos de crisis y perdones interesados. Binet es profesor de esta materia en ParÃs y sabe muy bien de lo que habla. Puede que este cansancio académico haya repercutido muy directamente en la forma dada a su obra. Lo repetiré una y mil veces. La Historia no es aburrida, pero ello no implica que debamos prostituirla con narraciones donde si apartas lo auténtico a un lado y lo fantástico en otro percibes que lo segundo prevalece. HHhH es un aviso más que un monumento, una advertencia más que un pilar indestructible. Su enseñanza, su mensaje, es un grito a ser coherentes y frescos, a no anquilosar lo ensayÃstico con petulancia y a evitar el viva la virgen cuando se trata de novelar lo pretérito. Quizá sea atrevido afirmarlo porque falta perspectiva: sobrevivirá porque propugna una ética que aparque la frivolidad que nos condujo al lamentable estado en que nos hallamos, y lo hace hablándonos de otra era con ciertos parecidos a la que padecemos. Y eso es ser inteligente.
Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com
Leo con sorpresa que escriben kilómetros de la siguiente manera: quilómetros.
¿Me podrÃan aclarar si esto esta escrito correctamente o fue un error de dedos?
Gracias pr su amable respuesta.
Un saludo desde México.
Andrés Cabrera
Más que error de dedos, amigo Andrés, es de idioma. A quienes hablamos y escribimos en catalán a veces se nos cuelan estas erratas (kilómetro en catalán es «quilòmetre», de ahà el fallo).
¡Lo corregimos y gracias por el aviso!
Josep Anton lo ha explicado de maravilla, gracias Andrés