En el fondo de algunos estanques, entre el lodo y las piedras, se esconde una clase de artrópodo que, a falta de un nombre más artÃstico, se conoce como chinche acuática gigante. Es silenciosa y hace sus tramas entre las sombras. Se alimenta de caracoles, peces y anfibios, algunos incluso de mayor tamaño que ella. Se escabulle por las espaldas de sus vÃctimas y, cuando es el momento, las aprisiona entre sus patas. Luego las paralizan por medio de una enzima que les inyecta junto con un veneno, y es entonces cuando comienza la depredación. Se licúan los músculos, órganos y huesos que, vueltos un jugo, son succionados hasta que solo queda una carcasa externa, un saco orgánico, como un recuerdo grotesco de lo que alguna vez existió. Los monstruos se encuentran en todos los tamaños.
Juicios morales como este no deberÃan aplicarse a un mundo tan ajeno al nuestro, aunque jamás ha sido un impedimento para que escritores y fabulistas utilicen abejas y hormigas para contar historias más propias de lo humano. Son muy sencillas de antropomorfizar, junto con las mariposas y los grillos. Pero también están las mantis y los escarabajos, las moscas y las luciérnagas. También está la chinche gigante acuática.
En Tainaron, (Nórdica libros, 2017) una ciudad habitada por insectos, una mujer descubre que lo otro puede ser de aspecto extraño y grotesco, pero que, a pesar de las diferencias culturales, termina por recordarle la vida que ha dejado atrás. Quién es ella y por qué ha tomado un barco a ese continente lejano, nunca se sabe, y es asÃ, por medio de misterios sencillos pero irresolubles, como Leena Krohn (Helsinki, 1947) muestra las impresiones que su narradora va dejando a lo largo de treinta cartas, que, enviadas a casa de verano a invierno, quedarán sin responder.
No hay una trama que seguir, tampoco un objetivo, solo observaciones urbanas y sociales que terminan por desembocar en lo filosófico e incluso en lo mÃstico, y recuerdan a la introspección de Rebecca Solnit con su GuÃa de campo para perderse. La ficción de Krohn es más bien reflexiva, como si destilara lo más esencial del pensamiento de sus personajes o nos dejara mirar algunas páginas de sus diarios. Es una constante en sus novelas y cuentos, la mayorÃa preocupadas por la percepción de la realidad y aún preservadas en su lengua finesa, salvo por algunas traducciones escasas al inglés, húngaro y sueco. Luisa Gutiérrez Ruiz se ha encargado de esta primera traducción al castellano.
No es una novela, pero tampoco un libro de cuentos y puede leerse en cualquier orden, como se harÃa con Las ciudades invisibles, de Calvino o Magnitud imaginaria de Lem. Aun asÃ, existe un principio y un final claros; el verano que se vuelve otoño mientras la narradora espera al invierno que siempre trae sueño y muerte, pero también la certidumbre del renacimiento y el cambio. No por nada, el emblema en las banderas de Tainaron es una espiral.
Más que un compendio de hechos, son reflexiones de una extranjera solitaria que vaga por las calles de un sitio que no es suyo, pero al que le es imposible no querer pertenecer. Tainaron, entonces, es el lugar dónde los extranjeros encuentran su hogar lejos del propio, como en BerlÃn, Nueva York o Barcelona. Un lugar dónde, igual a cualquiera de estas ciudades de migrantes, uno siempre recuerda su origen en otro lado, aunque las causas detrás de la fuga hayan desaparecido a lo largo del viaje. Tuve mis razones para venir a Tainaron, escribe la mujer en una de sus cartas, seguramente eran motivos de peso, pero he olvidado, sin embargo, cuáles eran.
De ser quisquillosos, se podrÃa encontrar una carencia con esta edición, y es la ausencia de imágenes. Nórdica libros tiene experiencia en la creación de textos ilustrados de mucha calidad, asà que el detalle podrÃa considerarse para futuras ediciones y serÃa una gran oportunidad para algunos artistas. Es solo un capricho, pues ahà dentro está todo el lenguaje necesario para visualizar a la ciudad y sus habitantes. El conocimiento de entomologÃa y botánica de Krohn es notable, pero no abrumador, y con él ha logrado algo que es difÃcil de obtener: mezclar ciencia y literatura sin escribir ciencia ficción. Más bien ficción cientÃfica, subordinada a los registros de lo fantástico.