María Emilia Chávez | FUL 2016 | Portal Político

Hacia una teoría del asombro

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María Emilia Chávez | FUL 2016 | Portal Político

“Muchos son los portentos,
pero nada más portentoso que el hombre”, exclama el coro en la Antígona de Sófocles.

Estética del prodigio, el más reciente libro de María Emilia Chávez Lara, afirma precisamente esto: que el hombre –más que el monstruo– es un ser singular, impredecible, afanado en hallar explicaciones a los fenómenos que sobrepasan su entendimiento. Por ello, más que un tratado sobre teratología mexicana del XIX –la ciencia que estudia las anomalías y malformaciones del organismo animal o vegetal–, el libro es un recuento de los monstruos y prodigios, rarezas y deformidades, que asombraron a los hombres en dicha época.

Ediciones Cal y Arena

Por su propia naturaleza, Estética del prodigio podría sumarse a la colección de libros “clásicos” de maravillas humanas, de entre los que destacan el Gabinete de curiosidades médicas y La sirena de Fiji y otros ensayos sobre historia natural y no natural, de Jan Bondesson; Mutantes. De la variedad genética y el cuerpo humano, de Armand Marie Leroi; La verdadera historia de El hombre elefante, de Howell y Ford, entre otros. Podríamos además situarlo, dado que se centra en las monstruosidades mexicanas del XIX, junto a El monstruo, objeto imposible de Frida Gorbach, un libro que, si bien es de corte académico, busca explicar “la condición subversiva del monstruo” desde los puntos de vista científico, social y legal. No obstante, pese a formar parte de esta “familia teratológica”, por llamarla de alguna manera, Estética del prodigio no termina por ser un libro bien logrado: el lector entusiasta de las anomalías, los portentos y los seres extraordinarios no dejará de interesarse por el tema, pero su atención decaerá al encontrarse con la prosa afectada, plagada de adjetivos innecesarios, que prevalece en buena parte de la obra. Así, aunque Estética del prodigio logra articular algunas anécdotas, teorías y datos interesantes en torno a un eje central –la naturaleza del monstruo–, el libro se desmorona ante la escritura ampulosa y repetitiva de la autora. Baste poner de relieve los siguientes fragmentos para dar con el tono general del texto:

“Espíritus alcanforados, imaginaciones fragantes, agua de maravillas, un absintetizador que destila ajenjo contra la crueldad del mundo…curas para la melancolía y los dolores del corazón”; “la maravilla se compone de contrarios, de choques, de fricciones que generan chispas parecidas a las estrellas, al polvo que desprenden las hadas, a fuegos artificiales, a auroras boreales”.

Y es que las ideas más lúcidas del libro parecieran ser sistemáticamente asfixiadas por las frases trilladas y los juicios aventurados. Por ejemplo, al abordar el carácter científico de la teratología, la autora, en lugar de centrarse en el estrecho vínculo de ésta con la fisiología, prefiere limitarse a mencionar que “la ciencia nos sorprende y mientras exista el asombro, existirá la ilusión, existirá la esperanza”; al intentar enfatizar la relación entre la fotografía, el cinematógrafo y los tratados teratológicos, en lugar de señalar el papel que los primeros tuvieron en la propagación de la imagen del monstruo (y, sobre todo, en el impacto que pudieron haber tenido en el discurso nacional progresista), prefiere afirmar que:

“Me gusta la palabra ‘dispositivo’. Me gusta todavía más si le añado la palabra ‘mágico’. Me gustan los dispositivos mágicos”.

De esta manera, los comentarios agudos y las observaciones inteligentes (“todo cuerpo es una anomalía. Mediante un acto violento que incluye dolor, hambre, cansancio y fragilidad, somos expulsados hacia la materia que se degrada”) pasan a un segundo plano, dejando tras de sí un tono irregular, plagado de intervenciones personales que quizá pretenden ser humorísticas, pero que no contribuyen en modo alguno al desarrollo del ensayo.

Sin embargo, más allá de sus defectos, algo es innegable: María Emilia Chávez Lara es una autora con una aguda conciencia de la originalidad que desea alcanzar. Y esto, en el panorama de la literatura mexicana contemporánea, no debe ser considerado un mérito menor: frente a algunos novelistas cada vez más anquilosados en sus formas, los ensayistas parecieran estar tomando las riendas de una escritura imprevista y subversiva, con temas que se alejan de lo cotidiano al tiempo que exploran aspectos de nuestra identidad que normalmente pasan desapercibidos. En este sentido, el núcleo central de Estética del prodigio no es el monstruo, sino nosotros mismos: Chang y Eng, los hermanos siameses nacidos en Tailandia; Julia Pastrana, la dama peluda que cantaba y tocaba la guitarra; Máximo y Bartola, los “niños salvajes de Yucatán”; Jorge Cuesta, el escritor que experimentó consigo mismo y apuñaló sus genitales; Juan María Rodríguez, el médico que consagró su vida al estudio de las anomalías; Martín Salmerón, el gigante con el que se inauguró en 1895 la sala teratológica del Museo Nacional. En el libro, no hay distinción entre unos y otro: todos son, a la vez, nuestro espejo y nuestro reverso. Tanto el monstruo como el prodigio revelan, sí, una alteración en el curso ordinario de la naturaleza, ¿pero qué en la naturaleza podría tildarse de ordinario? No es posible juzgar la anomalía atendiendo a las particularidades fisiológicas del monstruo, pues, como hemos visto, hay seres monstruosos que escapan a dicha clasificación. Afirma Frida Gorbach:

“Frente al ‘otro’ radical hay dos actitudes posibles: la libertaria del carnaval y la represiva del exorcismo”.

El camino que elige María Emilia Chávez Lara me parece aún más acertado: frente al monstruo, la única actitud posible es el asombro.

Liliana Muñoz

Liliana Muñoz (Mérida, 1989) es crítica literaria y coeditora de la revista electrónica Criticismo. Estudió la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en el Tecnológico de Monterrey. Ha colaborado en diversas revistas y suplementos, como Confabulario, Letras Libres, La Palabra y el Hombre, Oculta Lit y Criticismo.

2 Comentarios

  1. No conocía a esta autora, y es la primera vez que me fijo en esta revista electrónica.

    Es un placer encontrar portales como este en la web.

    Con respecto al libro reseñado, me parece interesante ahondar en esos aspectos, semi-ocultos de la realidad, pues muchas veces son cofundadores de nuestra percepción y conocimiento sobre las cosas que nos rodean.

  2. Lo monstruoso siempre ha llamado la atención de nuestros ojos, acostumbrados a lo normal. Aunque claro, monstruoso, normal.. todo ello son categorías rigurosamente subjetivas. El ver lo monstruoso fuera de nosotros, materializado en un otro, tiene esa capa subyacente de goce que atrae todavía más a la mirada. La escritora, suscribo, se pasa un poco con sus comentarios de corte humorístico. Pero se agradece el intento (el libro debería haber sido más corto, opino)

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