Hermana. (Placer) comienza con un sueño. Su narradora, que iremos identificando con la autora, MarÃa Folguera, aunque nunca se presente como tal, se enfrenta a una chica joven, la encargada de un bar, en presencia de su hija y de su madre. Este breve pasaje sirve a Folguera para perfilar de manera sucinta y bastante elocuente algunos elementos alrededor de los cuales girará una novela confesional que la narradora dirige a una segunda persona cuyo nombre tampoco se concreta en ningún momento. Sin embargo, si el lector ha identificado a esa narradora como Folguera, también podrá concluir que la persona receptora de sus palabras y, en gran medida, tan protagonista como ella de la novela es Julia de Castro. De hecho, a modo de presentación de la novela, ambas llevaron a cabo una breve intervención/performance alrededor del libro en el Teatro del Barrio de Madrid y, sobre todo, como respuesta lúdica sobre qué es mentira y qué es verdad de aquello que narra Folguera en el libro, una forma de contestar a las que habrán sido no pocas preguntas sobre la veracidad o ausencia de ella de algunos pasajes. Aunque, en verdad, no deberÃa importar qué es real o no de aquello que narra Folguera, sino cómo (re)elabora lo real para componer una ficción que hable de ella, y de su hermana, de la manera más cercana no tanto a aquello que sucedió en realidad como a una cierta esencia de lo acontecido (y, entendemos, sentido).
Sin embargo, el juego que establecieron sobre el escenario del Teatro del Barrio a la hora de reescribir en escena algunos pasajes del libro, recuperar performances de Julia de Castro a modo de bonus o de extensión y, sobre todo, el intento por establecer algunas cuestiones sobre el carácter fidedigno o no de lo narrado, resultaba muy interesante en cuanto a que lo lúdico y desinhibido de la propuesta devenÃa en una ejemplificación práctica, pero hondamente teórica, de la obsesión actual por averiguar la verdad bajo la ficción. Como si esta no fuese más que suficiente como para plantear cuestiones relevantes que apelen a la realidad, asà como la neurosis actual deriva de una hiperrealidad que ha convertido todo, paradójicamente, en un gran simulacro social. Sobre el escenario, como extensión de lo planteado literariamente, se debatÃa, en el fondo, qué es representación y qué es realidad, y, por tanto, qué es verdad y qué es mentira, como fondo de una historia que tiene más que ver, en última instancia, sobre la construcción individual en un momento de cambio y, por momentos, de zozobra.
De este modo, Folguera plantea en Hermana. (Placer), en realidad, una ficción en la que seguimos a una narradora que se mueve en el tiempo hablando de su relación con esa receptora de sus palabras cuya vida personal y profesional se interconecta con la de la narradora como su antÃtesis, dado que su forma de ser y de estar en el mundo se contrapone con sus elecciones vitales y su carácter. Por otro lado, la narradora escribe algunas entradas para una Enciclopedia de los Buenos Ratos de las Escritoras para conseguir hablar de un conjunto de escritoras españolas, alejándose -en la medida de lo posible- de la imagen de sufridoras, incapaces de conocer el disfrute, y buscar en sus biografÃas qué hacÃan para obtener placer concebido este desde una amplia mirada vital. De este modo, el relato en primera persona sobre las vivencias de la narradora se combina con el correlato de esas vidas. La mirada de Folguera se amplÃa en tanto a que su narradora, ella misma si se quiere, busca más espejos donde mirarse, donde intentar (re)conocerse, mientras recuerda su pasado y aborda su presente como madre que vive a su vez en casa de la suya a la par que pone en marcha sus proyectos personales y profesionales.
Más allá de adivinar si lo que se cuenta es verdad o no, lo interesante en Hermana. (Placer) es la capacidad de Folguera para reflejar la cotidianidad desde su base más realista para conseguir que surja de ella lo absurdo, y, a su vez, lo maravilloso que anida en su interior. El placer de la vida incluso en momentos de duda y de dolor; el recuerdo de un pasado no muy lejano que parece no haberse vivido, por irreal: Folguerra ficcionaliza la realidad para que esta pierda sus contornos y lograr con ello alcanzar algo de la esencia de lo vivido. Folguera, como muestra en su enciclopedia, busca el placer de la vida, la felicidad de la existencia, y para ello se contrapone a una amiga que es en apariencia todo lo que ella querrÃa, quizá, ser de alguna manera. Sin embargo, lucha contra ello, y en esa intersección la narradora comienza a (re)situarse en la realidad, si bien, llegado el final del libro, aparece la pandemia y las dos amigas deberán enfrentarse a una disyuntiva que, sin ser real del todo, expone una posible conclusión: ambas se complementan tanto como se enfrentan, y ahà reside gran parte de la potencia de su amistad: en una dialéctica vital a través de la cual, cada una a su modo, como las escritoras que aparecen puntualmente en la enciclopedia, buscan el placer y, sobre todo, su lugar en el mundo en esa representación que es la vida, tanto en la realidad como en la ficción.