Lo tendrÃa que haber hecho antes. Hasta ahora no habÃa leÃdo Cartas a un joven novelista, un excelente libro —breve y preciso— de Mario Vargas Llosa en el que, mediante la parodia del género epistolar, el Premio Nobel de Literatura explica los entresijos de la ficción, cómo los novelistas escogen sus temas (o cómo son escogidos por ellos), de qué manera se relacionan con su vocación, y cuáles son los artefactos narrativos que utilizan para dotar de verosimilitud historias que, aunque a veces nacen de la experiencia personal, acaban mutando siempre en fábula o imaginación.
Esa lectura luminosa, que seguro que ha servido y servirá como fuente de inspiración a muchos escritores, ya que contiene multitud de ejemplos clarificadores, ha coincidido con una tribuna periodÃstica que el marqués ha publicado en El PaÃs, titulada La lengua oculta. En el texto aparentemente periodÃstico, el escritor celebra que los españoles llegaran a Hispanoamérica para reemplazar “las mil quinientas lenguas, dialectos y vocabularios†que allà hablaban “las tribus, pueblos e imperiosâ€. Y es que, según afirma, esa homogenización del idioma, y por lo tanto de la vida, consiguió acabar con una lacra, la violencia de los nativos. “Como no se entendÃan, vivieron muchos siglos entregados al pasatiempo de entrematarseâ€, llega a escribir.
Todo ese disparate —como si la auténtica misión de los españoles que violaban mujeres y saqueaban pueblos fuera la de enseñar los recursos estilÃsticos que los indÃgenas parecÃan desconocer— lo escribe Jorge Mario Pedro Vargas Llosa para denunciar que en Cataluña el español ha pasado a ser, gracias a la nueva ley de Educación, “una lengua oculta o clandestinaâ€.
No vamos a intentar aquà rebatir algunas de las afirmaciones más ridÃculas o impúdicas del marqués (“El mandarÃn y el hindi son demasiado complicados y locales para ser idiomas verdaderamente internacionalesâ€, “La implantación del español nos trajo a los hispanoamericanos… la filosofÃa que permitió acabar con la esclavitud, que determinó la igualdad entre las razas y las clasesâ€). Y no lo vamos a hacer porque, en realidad, son verdad.
Todo lo que dice Mario Vargas Llosa es verdad.
Es verdad si uno no olvida que está ante uno de los mejores escritores de ficción. Y es que el marqués, antes de ser marqués, ya habÃa demostrado una impresionante habilidad en la utilización de los diversos tipos de narradores a los que un novelista puede acudir para hacer coherente y necesario lo inverosÃmil de su trama. En Cartas a un joven novelista, Vargas Llosa llama “punto de vista espacial†a la relación que existe en toda novela “entre el espacio que ocupa el narrador en relación con el espacio narrado†y, asÃ, distingue al narrador-personaje (donde el narrador, en primera persona, narra desde dentro de la historia) del narrador-omnisciente (que, desde la tercera persona, ocupa un espacio independiente de aquello que está narrando), y del narrador-ambiguo (escondido en un tú que no sabemos con exactitud si pertenece al primer o al segundo caso).
Vargas Llosa, cuando escribe en los periódicos, es las tres cosas. Disfrazado tras su nombre, su voz y su retórica, se comporta, al mismo tiempo, como un narrador personaje, omnisciente, y ambiguo.
El articulista que interpreta es un personaje —y, por lo tanto, muy poco fiable— porque él mismo se convierte en encarnación y propaganda de unos intereses polÃticos muy determinados. Pero, como en las obras de teatro de Havel, el protagonista ya no usa sus propias palabras, simplemente repite una y otra vez eslóganes que alguien ha pensado por él. Eso lo hace, además de manipulador, insufriblemente previsible. Pero también adopta, como el maestro del transformismo que es, un narrador omnisciente que supuestamente todo lo ve y todo lo sabe. Como dice en su ensayo, lo importante entonces es “pontificar sobre filosofÃa, historia, moral y religiónâ€. Por último, encuentra la manera de servirse del narrador ambiguo para ejecutar, a la vez, las dos funciones que este tipo de narrador puede desarrollar: dar órdenes (nos dice a los catalanes qué debemos hacer con el catalán) y desdoblar su conciencia (“se habla a sà mismo mediante el subterfugio del tú… transformándose en un narrador-personaje algo esquizofrénicoâ€).
Parece, pues, que Vargas Llosa nos habla primero desde un lugar aparentemente aséptico (como si él se lo mirara todo desde la barrera, como un historiador riguroso), para después lanzarnos las monsergas más inimaginables (si no hubiera sido por los españoles… hoy en dÃa habrÃa racismo en América Latina) para, finalmente, reclamar su protagonismo como el hombre de acción que siempre ha sido (“Firmemos los manifiestos que haga falta y salgamos a las calles cuantas veces sea necesarioâ€).
Uno de los capÃtulos más interesantes de Cartas a un joven novelista es el que el autor dedica a “El dato escondidoâ€. Siguiendo la estela de Hemingway, y su teorÃa del iceberg, Vargas Llosa nos dice que se puede “narrar callandoâ€, ocultando información al lector, sea a través de la elipsis (supresión de algún acontecimiento que el lector tendrá que completar con su imaginación) o sea a través del hipérbaton (una alteración cronológica de un acontecimiento que el lector conocerá sólo después de que ocurra).
Vargas Llosa prefiere la elipsis. Utiliza en su tribuna periodÃstica el “dato escondido†como el magnÃfico novelista que es. Narra callando cuando afirma que el castellano, en Cataluña, es “una lengua disminuida, silenciada, preterida ante lenguas locales que son habladas por minorÃas†porque está dejando de explicar que la industria editorial en castellano más importante del mundo tiene su epicentro en Barcelona. Narra callando cuando está dejando de explicar, también, que los alumnos catalanes tienen el mismo nivel de castellano —y en algunos casos, superior— que los alumnos del resto de España (aquÃ, incluso, la ocultación del dato le obliga a ocultar lo que su propio diario ya ha publicado), o narra callando cuando está dejando de explicar que lo que busca recuperar la nueva ley de Educación, simplemente, es lo que ya existÃa antes del sabio José Ignacio Wert, y su interés, literal, por “españolizar a los niños catalanesâ€.
Incluso Mario Vargas Llosa oculta, en su estrategia narratológica, que José MarÃa Aznar era un peligroso separatista cuando la inmersión lingüÃstica funcionaba en Cataluña durante sus mandatos. Eso es lo que la nueva ley quiere restablecer, no otra cosa.
Claro que se puede hacer una crÃtica a la polÃtica lingüÃstica en Cataluña. Se podrÃa empezar reclamando un nuevo nombre para lo que conocemos como “lengua propia†—como si el castellano fuera “impropio†para muchos de los catalanes—, y se podrÃa, por qué no, pedir más espacio para el castellano en la televisión y radios públicas. Pero entonces nos deberÃamos escandalizar, a la vez, por la prohibición del uso del catalán, el gallego o el euskera en el Congreso de los Diputados, y la escasa atención, por poner sólo un ejemplo, que sus literaturas ocupan en los medios de comunicación estatales que pagamos entre todos.
Eso implicarÃa una mÃnima honestidad por parte de alguien que, sirviéndose del periodismo como coartada, ha confundido —deliberadamente— la ficción con la mentira, y el narrador con el autor. El mismo Mario Vargas Llosa, en ese espléndido ensayo que es Cartas a un joven novelista, nos lo advierte: “Muchos escribidores de historias, si tomaran conciencia de la entraña sediciosa de su vocación fantaseadora, se sentirÃan sorprendidos y asustadosâ€.
“La ficción es una mentira que encubre una profunda verdadâ€, dice Vargas Llosa. Es exactamente asÃ. No dejemos de leerle. Para saber qué profunda verdad hay tras sus discursos aparentemente comprometidos con la cultura española. No dejemos de ser conscientes de quién nos está narrando la historia, y desde dónde la narra. Es la primera clave para discernir la literatura lúcida de la más mediocre de todas.
Albert, y para muestra un botón, hay que ver lo bien que dominas la lengua castellana para ser catalán! jajaja
Gran artÃculo 😉
Un article molt interessant per a qui es vulgui dedicar a escriure Albert, grà cies i endavant amb el nou format!!! Salut i lletres!
MagnÃfic comentari. Moltes grà cies.
Aquest article és una mostra que el seu autor és molt «veraç objectiu i independent,» no un «inquisidor» com altres.