La enfermedad no es sólo un estado del ánimo, sino también del cuerpo:
“Con la persistencia de la cicatriz en el rostro ofreces
una flechaâ€.
La afección ocupa el centro de un discurso donde lo demás (si es que hay algo más) resulta casi incidental. Todo consiste en “buscar la sangre como quien descubre un dÃa las propiedades anfibias del cristalâ€. La enunciación puede ser profunda o alusiva, pero lo que nos atrapa, sobre todo en la primera lectura, es esa forma elegante de absorber una idea controvertida, lo inteligente de la emoción, cómo se crea todo un mundo (“de los otros/ no de la memoriaâ€) a partir de algo a la vez universal y culturalmente especÃfico.
Los versos de la doctora en FilologÃa, crÃtica y traductora Marta Agudo (Madrid, 1971) pueden ser extensos y comprimidos, ásperos y refinados, metafÃsicos y crudos, coloquiales y grandilocuentes, sutiles y deslenguados. Huecos de conocimiento esotérico conducen a composiciones impregnadas de cultura pop, destellos filosóficos, polÃtica, teologÃa, economÃa:
“Nacer y fin arrancan
de este hÃgado corrupto, del cerebelo dañado
y de unos pies que se yerguen con la sangre
de todo cuanto fuiâ€.
En sus manos, delicados poemas de desamor suenan tan vagamente contemporáneos como extrañamente isabelinos, en su compresión maniaca:
“La traición o esa última nadaâ€.
Recrea Historial (Calambur, 2017) el mundo de los rituales, las fetichizadas curas de reposo, las metáforas de una pasión sin cura; rivalidades y coqueteos con la salud; la muerte de fondo, su presentimiento sublime y a la vez siniestro. A partir del mundo natural, la poeta de 28010 (2011) nos traslada al reino de lo sobrenatural:
“Cuchillo, memoria o cadáver … BiologÃa del golpeâ€.
Se complace en tratar lo cotidiano con sospechoso asombro (“¿Cómo olvidarte enfermedad, / anfitriona heredada de tantas cicatricesâ€); expediciones al hospital culminan en alucinaciones que parecen salidas de las páginas de HP Lovecraft.
Asistimos al poderoso diario poético de una aflicción, que avanza, inexorable. Y, sin embargo, el libro se ocupa sobre todo de la vida, del olvido del tiempo que experimenta el que ama (“el cero matemático que elevado a n voluntades persiste en su cintura de nadaâ€), la aparente insensibilidad hacia todo lo que no sea el dolor de existir, “estar presente sin estar alertaâ€. Pese a un tema tan sombrÃo, Historial es un poemario de espÃritu cómico. Toda la obra está impregnada de un humor astuto:
“El cuerpo, ventrÃlocuo
de la desaparición, encefalograma raÃdo, escáner que
bordea un epÃlogo sin sangre ni suturaâ€.
Es una poesÃa visionaria, dolorosa, enojada, pero sobre todo divertida, en movimiento, salvajemente irónica.
“Se derramaba la vida por los lados y cinco meteoritos
festejaron al llegar la mañana el Ãmpetu irreverente de la espinaâ€.
Una dolencia no es un raro designio, concluye la poeta, ni una terrible ley de la naturaleza o un mal innombrable. Los sÃntomas no son sólo corporales, sino atributos espirituales y morales: promulgan la nobleza del alma, el fuego creador, la melancolÃa del deseo, su exceso. La vÃctima no es un ser emocionalmente inerte, el asolado no reprime sus sentimientos. Radicales y herejes, los poemas de Historial denuncian la persecución a la que nos somete el silencio.