Es posible que tras la lectura del relato de Patricia Highsmith, El talento de Mr. Ripley, el lector se atreva a pensar que los tipos como Ripley no son una excepción en nuestra sociedad actual, tal vez porque gozan de atributos tan deslumbrantes tales como el hedonismo y el éxito fácil, aquel que se consigue sin esfuerzo. Seamos realistas, la vida regalada de Dickie Greenleaf no está al alcance de todos ni ahora ni en los años cincuenta cuando salió a la luz la novela de la escritora norteamericana. Ahora bien, tampoco puede pensarse que todos los personajes similares a Ripley, anhelantes de una vida placentera lleguen a ser psicópatas, entre otras motivos también porque los afectados por este trastorno de la personalidad no tienen por qué ser delincuentes. No resulta difÃcil imaginar que la sociedad de nuestros dÃas, tan orientada a la inmediatez del éxito personal a través de la impostura y a la gradual pérdida de los valores del esfuerzo y el trabajo concienzudo, constituya una fábrica de envidias y deseos incontrolados por alcanzar el paraÃso de Dickie Greenleaf.
La baja autoestima del héroe de Highsmith marcado por una infancia solitaria e infeliz debido a la pérdida de sus padres, además de las constantes humillaciones de su tÃa Dottie, se convierten en una excelente palanca para desear una plácida existencia. Hasta aquà un sentimiento loable y legÃtimo por escapar de una penosa existencia. Tal es el sufrimiento acumulado por Tom Ripley que ante una muestra de afecto, como el obsequio de la cesta de frutas y licores de los padres de su idolatrado amigo, el joven taciturno reacciona estallando en sollozos. No obstante, el punto de inflexión se produce cuando maquina un plan para conseguirlo. El camino más corto elegido por Tom era adquirir una nueva identidad con el fin de adueñarse de la dolce vita practicada por Dickie y Marge.
Aniquilado ya Dickie Greenleaf, Ripley asume su ansiada identidad en un acto victorioso que supone el entierro de su mediocre pasado. Acababa de lograr su propia estimación parásita, fundirse en la personalidad de su admirado amigo y contemplar el azul del Mediterráneo navegando junto a él, o más bien junto a su espÃritu. El nuevo y flamante Tom urdirá una astuta e inteligente madeja mediante un complicado juego de espejos saltando hacia una y otra identidad con tal de evadirse de la justicia, de ahà su talento para burlarla. Pero no olvidemos tampoco la habilidad de Highsmith para construir una historia que no desciende a una exploración freudiana porque su objetivo era mostrar los hechos de una manera decidida, expeditiva, sin hurgar en ninguna arista del psicoanálisis, aunque sà mostrando la ruindad de la condición humana escondida tras una máscara angelical que en el fondo no es más que la de un demonio indefenso.
Es precisamente esa imagen de vulnerabilidad la que por momentos consigue arrastrar al lector y le invita a ser condescendiente con el extraño encanto de este joven melifluo e introvertido, necesitado de los afectos que nunca tuvo y encarrilado a una expiación por su doloroso pasado. Sin apenas percibirlo, la nueva personalidad de Ripley va consiguiendo adeptos y en algún punto del curso de esta historia el lector sufre la tentación de preguntarse si verdaderamente Tom Ripley es un héroe por haber conseguido superar su sórdida identidad. No obstante, en una determinada fase de esta engañosa admiración, el lector va sacudiéndose el espejismo de una calculada seducción por parte del controvertido personaje.
Si bien, la realidad es tozuda porque Ripley, no hay que llevarse a error, es un pobre delincuente. Nada ni nadie puede librarle de su calificación de asesino. Y en este contexto habrÃa que señalar que El talento de Mr. Ripley no se regocija en escenarios propios de la novela negra, no reproduce la sordidez de garitos nocturnos, o los ambientes facinerosos de gasolineras abandonadas en desolados páramos, sino en el triunfo de la luz y el color mediterráneos, de aguas tranquilas y arenas brillantes, de fiesta y serenidad amenizadas por Martinis junto a espectaculares atardeceres.
En esta tesitura, el lector asiste embaucado por una frágil y fugaz felicidad encarnada en un inconsistente trÃo de personajes que proyecta la imagen de la más absoluta normalidad, solo que acechada por el discreto y falso encanto de un psicópata.
Brillante articulo de López Porcal sobre una obra que marcó a toda una generación, y que hoy en dÃa no deberÃa causar indiferencia a las nuevas, principalmente, porque la condición humana aún no ha perdido ni un ápice de su cara más miserable.
Enhorabuena!
Enhorabuena por tu gran disección del
Personaje , serio, objetivo como siempre eres, cuidando el verbo, admirablemente, y haciéndonos llegar seguramente lo q la escritora pretendÃa , hasta q nivel de ruindad puede llegar el ser humano .